Betsy 27

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Siento que mi cabeza va a explotar. El sol en mi cara, junto con el calor, me levanta. Me duele todo el maldito cuerpo, bostezo y me desperezo. Me siento en la cama media soñolienta, y restriego mis ojos. ¿Qué? Abro mucho los ojos, y veo mis juguetes sexuales en mi cama. ¿Qué carajos? Trago saliva, y mi respiración se acelera. ¡Barbie! Me levanto molesta, y tiro las colchas. Me dirijo hacia su habitación, y tumbo su puerta.

-¿Cómo mierda se te ocurre rebuscar en mi habitación? –grito molesta. Se despereza, y bosteza.

-¿Eso es lo que haces para satisfacer tu maldito deseo sexual?

-Bueno, disculpa por no tener los verdaderos, y tratar de cuidar lo más valioso.

-¿Tratar de cuidar? ¿O tener miedo de perderla?

-¿Cuál es la diferencia? –respondo molesta

-Vives frustrada por ser virgen, pero cuando alguien llega, solo sales corriendo. –contesta desafiante.

-¡Ese no es tu maldito problema! –le grito.

-Vives diciéndome ninfómana, cuando tú eres otra que se esconde entre las sabanas con juguetes extraños. ¡Unos malditos juguetes! ¡Eres una enferma! –me grita.

-¡Prefiero ser una enferma, a que ser una zorra! –Barbie se levanta de la cama, y traga saliva. No me quita la mirada de encima, ni yo tampoco, pero… Su mirada no es de rabia, ni triste. No está molesta. ¡Está dolida! Mi humor se suaviza, y trago saliva.

-Barbie, yo…

-¡Vete de mi cuarto! –me señala con la mano la puerta, pero no lo dice molesta. Ni siquiera me regresa a ver.

-Escucha, yo…

-¡Que te largues! –grita, y su gesto se suaviza, como queriendo llorar. Me siento culpable, y veo que una lágrima cae, pero rápidamente la aleja alzando la cabeza. La miro nerviosa, y trago saliva.

–Por favor.-vuelve a señalarme la puerta, y salgo con la cabeza agachada.

¡Maldita sea! Ella es la culpable por registrar mi cuarto y ¿ahora la culpable soy yo? ¡Me siento culpable! ¡No debí decirle eso! Siempre se lo digo… pero, esta ves si estaba demasiado molesta, muy molesta por meterse en mi cuarto sin permiso. ¡MIERDA! Niego con la cabeza, y vuelvo a mi habitación. Mi cabeza duele como el infierno, y vuelvo a salir de mi cuarto para ir a la cocina a ver una pastilla. ¿Dónde están? ¡Mierda! La otra noche Barbie se llevó la caja de pastillas a su habitación. ¡Genial! Mi cabeza duele como el fuego, Barbie está molesta como el diablo, y las pastillas están en el infierno. ¿Cómo es posible eso? Aprieto mis puños molesta, maldigo en silencio, y me dirijo hacia su habitación.

-¡Barbie, necesito una pastilla! –toco su puerta. Espero un rato.

-¡Barbie! –vuelvo a tocar.

-¡Traga veneno! –me grita

-¡Maldita sea, Barbie!-grito.

Vuelvo a tocar fuerte –Bar... –abre la puerta y me lanza las pastillas en la cara, y cierra la puerta de un portazo.

-¡Grosera! –tuerzo los ojos, y me agacho a coger las pastillas. 

LAS GEMELAS McDylanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora