«Sigue el camino y lo encontrarás»

No había nada más. ¿Esto era cómo la búsqueda del tesoro? Bueno... no tenía nada mejor que hacer así que salí y seguí las indicaciones del camino que por primera vez en mi vida no me perdí. Tras subir dos tramos de escalera de una de las torres y pasar tres puertas, llegué hasta lo que parecía ser mi destino. Abrí la puerta de madera que sonó ligeramente de tener visagras viejas y descubrí lo que parecía ser un desván con algunos baúles.

¿La mejor idea de Margarita era que me pusiera un vestido de su tatarabuela? Ay señor...

Abrí uno de los baúles y solo había pergaminos enrollados, me extrañó. Abrí otro y en ese sí que había telas pero descubrí que eran como mantas viejas...

—Esto es inútil —gemí mientras me giraba y vi un bulto enorme tapado con una especie de sábana.

Lo confieso, la curiosidad me pudo porque era de mas o menos mi estatura y tan grande que no sabía como había pasado desapercibido cuando entré, tal vez porque el color grisáceo de la tela que lo ocultaba no llamaba la atención.

Comencé a destaparlo y el blanco nuclear hizo que suspirara con un jadeo, conforme iba subiendo aquella tela el brocado azul comenzaba a fusionarse entre el blanco y se prolongaba hasta el corpiño que envolvía la cintura y el cuerpo del maniquí en ese tono azul con chispitas brillantes. Mi respiración casi se cortó cuando descubrí el vestido más increíblemente precioso que había visto en toda mi puñetera vida. No era hermoso, era espectacular.

—Oh... dios.... Mio... —dije cuando tiré aquella tela al suelo y lo contemplé en un maniquí exhibido.

(En la cuenta de @phavyreaders de instagram tendréis a Celeste con el vestido)

Eso no estaba allí al azar. Alguien lo había puesto allí, pero ni sabía quién, ni porqué, y desde luego desconocía el valor que tendría ni de quién sería pero si Margarita me había guiado hasta allí, podría usarlo, ¿no?

—Todo sea por ver la cara que se le queda a la bruja piruja cuando vea que no llevo su vestido choni a la fiesta.

Me costó horrores abrocharme los corchetes de aquel corsé porque era muy apretado y tenía que medio descoyuntarme para lograrlo, pero cuando terminé de hacerlo, me sentí como suponía que se deberían sentir las princesas a pesar de ir en panchuflas de estar por casa.

Debía ser tardísimo, así que corrí hasta mi habitación y me calcé los zapatos de tacón, iba a salir cuando recordé la alianza. Esa que apenas llevaba nunca pero que Bohdan me había regalado para "fingir" nuestro compromiso y llegué hasta la mesita de noche para abrir el pequeño estuche y ponérmela en la mano izquierda.

—Ahora sí... una princesa de verdad, aunque solo sea por esta noche —susurré y en ese instante escuché un "clack" en la puerta.

Me dirigí hacia ella y giré el pomo para descubrir que no abría.

«¿Qué?» gemí intentándolo de nuevo y comprobando que no abría. ¡Me habían encerrado con llave!

—¡Estoy aquí! —exclamé aporreando la puerta mientras seguía intentando abrirla.

Por un momento pensé que tal vez sería un modo de seguridad, ¿Pero no comprobaban si había alguien dentro?, No... me habían encerrado a conciencia, pero ¿Quién?, ¿Para qué?

Seguí aporreando la puerta durante un buen rato hasta que lo dejé por misión imposible.

—¡Bohdan! —exclamé y me dirigí hacia el móvil.

Le llamé, pero no contestaba... insistí y al final tiré el móvil a la cama. Era evidente que tendría otras preocupaciones que no eran yo.

Me iba a dar por vencida cuando vi la ventana, esa era mi última carta. La abrí y me asomé, pero estaba en una segunda planta. No es que fuera tan estúpida de saltar, es más, ni tan siquiera había hiedra que rodeara los muros para poder escalar para mi desgracia.

De Plebeya a Princesa Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu