—¿Qué le ocurrió a Adolph? —pregunté delicadamente.

—Tuvo un accidente mientras conducía —contestó Margarita mirando hacia otro lado—. Madre cree que no lo sabe, pero una vez entré en su habitación y vi los videos de las competiciones de carreras.

—¿Murió en una carrera de coches? —exclamé.

—Si. Hace seis años que se fue —mencionó triste—. Él iba a ser el heredero al trono al ser mayor que Bohdan.

¡Oh dios mío! Pensé... ¡Menudo drama familiar!

—Vaya... lo lamento —me sinceré.

En ese momento no es que disculpara a la reina por su temperamento, pero ahora entendía porque "la toleraban" todos sin pararle los pies. Aquello era autocompasión por una madre que ha perdido a su hijo.

—Desde entonces se ha vuelto controladora —bufó Margarita—. Necesita saber en todo momento donde estoy y qué estoy haciendo... se ha vuelto tan obsesiva que no se da cuenta de que Bohdan y yo cada vez la evitamos más.

—¿Y por qué no se lo dices? —exclamé.

—¿Decírselo?, ¿Has visto alguna vez a mi madre escuchar? —exclamó con cierto nerviosismo.

—¿Has hablado de esto con tu hermano?, ¿O con tu padre? —pregunté interesada.

—Papá apenas tiene tiempo y Bohdan casi siempre está de viaje, probablemente para no pasar tiempo en casa y que madre le eche en cara que Adolph lo haría mejor que él.

¡Ay dios! Gemí, ¡Mi autocompasión acababa de irse a la mierda!, ¡Será bruja la tía penca!

—Yo hablaré con Bohdan —afirmé sabiendo que me estaba metiendo donde nadie me llamaba—. Y ahora vete, antes de que alguien se de cuenta que estás fuera de las murallas de palacio.

—¡Gracias Celeste! —gritó mientras se abalanzaba sobre mi para abrazarme y después salió corriendo.

¿Por qué había dicho eso?, ¿Qué pintaba yo inmiscuyéndome en dramas familiares que no eran de mi competencia? Sabía porqué. Él me gustaba de verdad.

Había pensado en tirarme al lago de los patos y secarme a la sombra para ver si así me constipaba, pero eso requería tiempo —un tiempo que no me apetecía esperar—, así que improvisé.

—Jefrid —susurré fingiendo estar casi mareada.

—¿Sí señorita Abrantes? —contestó tan servicial como siempre.

—No me encuentro bien... tengo mareos... y nauseas... creo que es mejor que me lleven a urgencias —contesté con voz fingida.

—¿Hospital? —preguntó.

—¡Si! —exclamé—. Quiero decir... si, no me encuentro nada bien.

—Llamaré al médico inmediatamente, pero quédese en su habitación.

¿Médico?, ¿Qué médico?, ¡Mierda!, ¡Yo quería ir a un hospital a sacar preservativos de una puñetera maquinita de las narices! Y de paso tener la excusa de quedarme encerrada en mi habitación hasta que Bohdan volviera.

Para mi desgracia el médico era un señor mayor, traía un maletín del año la polca y se dedicó a auscultarme el vientre básicamente. ¿Ese hombre se creía que estaba embarazada?

¡Ay mi madre! Suspiré...

—¿Y dice que ha tenido nauseas? —me preguntó.

—Si —seguí fingiendo.

—¿Ha sufrido mareos frecuentemente? —volvió a preguntar.

—Solo hoy —mentí.

—¿Cuándo fue la última vez que tuvo su menstruación?

En ese momento cerré los ojos y suspiré.

—No estoy embarazada —proclamé— . Por cierto, ¿Usted podría facilitarme anticonceptivos?

De perdidos al río, ¿no?

—¿Anticonceptivos? —exclamó.

—Si... Imagino que sabrá que son, ¿no?

—Si, desde luego pero... no llevo ese material en mi maletín.

¿Desde cuándo tienes suerte Celeste?, Si es que a estas alturas lo deberías de saber.

—Guarde reposo un par de días y tómese esto —dijo cambiando de tema—. Si se encuentra peor, volveré a verla pero debe tratarse solo de estrés debido a los acontecimientos.

—Si, seguramente —proclamé. Estrés por no tener a cierto príncipe en mi cama.


Ay esta Celeste está mas caliente que el pico de la plancha...
hahahahaha

hahahahaha

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
De Plebeya a Princesa Where stories live. Discover now