SETENTA Y UNO

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Amy.

—Su castigo será tres años de condena— dijo el juez— se cierra la sesión— dijo dando un martillazo y se levantó de la silla.

Zael se levantó de la silla y unos guardias fueron a por él para colocarle las esposas, pero yo me abalancé sobre él sin evitar llorar.
Él me correspondió el abrazo y me besó la cabeza.

—Amy no llores por favor...— me susurró al oído.
—No tuviste por qué hacerlo— dije sin apartar la cabeza de su pecho.
—Amy, si cumplo condena ya estaré limpio y podré estar contigo en paz— me besó la mejilla.
—No quiero que te vayas de nuevo de mi lado...— susurré apenas sin fuerzas, tres años iban a ser un infierno para mi.
—Amy, escúchame— me apartó con delicadeza y se agachó un poco para estar a mi altura— esta va a ser y será la última vez que me separen de ti— me miró a los ojos fijamente— te lo prometo Amy, será la última vez.

No pude evitar no besarle, así que finalmente nos fundimos en un profundo beso como despedida hasta después de tres años...

Los guardias finalmente se lo llevaron y él me sonrió.

—Te amo— pude llegar a oírle decir antes de que cerrasen la puerta de un portazo.
—Y yo...— susurré para mi sola.

Me quedé en el sitio soltando alguna que otra lágrima hasta que alguien me tocó el hombro.

—Vámonos Amy...— me susurró Didi y fundidas en un abrazo salimos de allí.

En la puerta del juzgado me despedí de todos con un simple gesto de mano excepto con Tony, Didi, Nami, Marla y Vilma, ya que los demás fueron partícipe de mi malestar meses atrás.

Cuando se fueron a sus respectivas casas yo me dispuse a andar ya que no quería ir dentro del coche de mi hermano.

—Amy— me llamó por detrás, lo ignoré— Amy, otra vez no por favor...— suplicó.

A mi también me dolía volver a enfadarme con él, pero esta vez el motivo era mucho más grave, ¿alguien que es sobreprotector con su hermana pequeña hace que se tire meses en depresión sólo por "protegerla"? ¿Estamos locos? Esto último claramente que se fue de las manos, mucho más que el resto de peleas tontas que pudimos tener.

—Amy... — volvió a llamarme.

Íbamos hacia la misma dirección, ¿qué más le daba que fuese andando que en coche?

Oí sus pasos tras de mí, rodé los ojos y aumenté la velocidad de mis pasos, pero fue en vano, me sujetó del brazo y acto reflejo me aparté del agarre.

—Zuro, déjame, en, paz— me giré para verle— no estoy de humor para hablar con nadie y menos contigo, ¿vale?— apreté los labios— así que déjame de una puta vez si no quieres que el cabreo vaya a más de lo que está ya— di un paso hacia atrás— porque si antes estaba aquí — coloqué la mano por la altura de mi hombro— ahora está por la altura de ese edificio— le señalé el más alto que había por aquella zona.

Y de nuevo me di la vuelta encaminándome al fin sin ser perseguida por Zuro hacia mi casa. Me venía demasiado bien el viento fresco en la cara para que dejase de arder por el enfado y también para que las lágrimas que querían salir se secasen...

Aquellos meses sin Zael fueron puro sufrimiento, llantos, noches sin dormir y casi días enteros comiendo helado de chocolate mientras que veía películas ridículas de amor que me hacía llorar sin parar como una magdalena llenando mi colcha de pañuelos usados de tanto sonarme los mocos.
Todo aquello provocó aquella relación rara con Ferlu símplemente por el hecho de no sentirme sola, pero terminó Arlong cortando por mi, por lo que supongo que no salió tan mal como pensé por aquel entonces.

A través de la ventana [RESUBIENDO]Where stories live. Discover now