SESENTA Y SIETE

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Amy.

El oso nos acompañó hasta la puerta de mi casa ¿Quién lo diría?

Le invité a entrar ya que se ofreció a llevarme de la mano por todo el centro sin soltarme en ningún momento, me sentí especial, como dijo Nami, nunca me vería en otra.

Las chicas se adelantaron y el oso y yo quedamos atrás.

—Muchas gracias por este día— le sonreí y le di un abrazo.

El oso me correspondió el abrazo sin pensárselo dos veces y después se levantó un poco la cabeza de oso dejando ver sólo sus labios, para poder darme un beso en la frente.

—Ha sido un placer estar en el día de tu cumpleaños, Amy...— me susurró en el oído.

Abrí los ojos como platos, aquella voz me resultaba realmente familiar, lo miré y el oso de nuevo se colocó la cabeza y se marchó.
Iba a preguntarle que quién era, pero me quedé en el sitio cuando escuché su voz, estaba segura de que la había escuchado por alguna parte, pero ya no recordaba muy bien de quien era...

—¡Amy!— me gritó Marla— ¡No te quedes ahí parada y abre que hace frío!— se abrazó a si misma.

Por el camino todas se empeñaron en que al llegar a casa entráramos por la cochera, porque querían darle un susto a los chicos. Me pareció una idea divertida así que acepté y ahora estaba abriendo la puerta de la cochera, estaba todo oscuro y mientras que intentaba dar con la llave de la luz las demás entraron.

Cuando di con ella me quedé de piedra.

—¡Sorpresa!— me gritaron todos a la vez.

Estaba todo decorado con mi color favorito, el morado, una mesa con dulces y al lado de ella una gran caja emvuelta con papel de regalo.
No sabía que decir, no me lo esperaba.

—¡Felicidades pequeña! — vino Sanji a darme un enorme abrazo elevándome del suelo.
—Gracias— dije entre risas.

Neol y Diol también me dieron un gran abrazo, Arlong me sonrió, me besó la frente y me abrazó, las chicas (incluyendo a Tony) también se unieron y me llenaron la cara de sus pintalabios, cuando me acerqué a Zuro fue cuando me percaté de que Ferlu estaba aquí y sonreí realmente incómoda.

—Felicidades— me sonrió.
—Gracias Ferlu— le sonreí tímidamente y sin esperarlo me abrazó.

Hundí la cabeza en su pecho y correspondí el abrazo. Esto claramente era algo incómodo para los dos, habíamos sido pareja por un tiempo y por mi cobardía de no poder dejarlo cara a cara y tener que mandar a Arlong, ahora me parecía raro estar con él, pero eso no quitaba que lo siguiese queriendo como amigo...

Tras el abrazo me besó la frente y sonrió levemente.
Se fue a juntarse con los demás los cuales pillé colocando más regalos al lado de la caja gigante que había al lado de los dulces, Sanji al verme se colocó delante para que no los viese, pero ya fue demasiado tarde así que sólo me limité a sonreír y rodear los ojos.

—¿Cómo se siente cumplir 20 años?— me preguntó mi hermano con una sonrisa.

Me encogí de hombros y después me miré a mi misma por encima.

—No noto nada nuevo— fruncí el ceño.

Mi hermano se rió y después me dio un gran abrazo como el de Sanji, pero este provocó que me enganchase a sus caderas con mis piernas.

—Echaba de menos cogerte de esta manera—  sonrió.
—¿Por qué?— fruncí el ceño.
—Porque de pequeña te gustaba que te cogiese asi para llevarte a la cama— me besó la frente de nuevo.

Yo sólo me reí y después me dejó en el suelo.
Me cogió de la mano y nos encaminamos hacia donde estaban todos hablando animadamente enfrente de dónde estaban los regalos.

—Parece que han venido los reyes magos más que hoy sea tu cumpleaños— se rió Didi.

Y tenía razón, no había visto tantos regalos desde que tenía siete años.

Todos me miraron obligándome a abrirlos y eso fue lo que hice.
Ropa, peluches, el reloj exclusivo de Tony (cómo no), libros y finalmente llegué al regalo que me llamó la antención desde que lo vi.

—Venga, ábrelo, lo estás deseando...— se rió Arlong.

Tragué saliva y me acerqué hacia aquello que tanto me intrigaba.

Tiré de una parte del lazo y lentamente las cuatro paredes de cartón de color morado que envolvían aquello que tanto me intrigaba, se cayeron al suelo dejándome ver una fuente de chocolate.

—No, puede, ser— miré a mi hermano quien sonreía.

Vi a Neol dirigirse detrás de la fuente y conectar un interruptor que hizo que aquella fuente se pusiese en movimiento dejando ver el chocolate salir.

—Esto es demasiado— me froté el brazo izquierdo— ¿habéis vendido un riñón para comprarlo? ¿Verdad?— alcé una ceja.

Sólo se limitaron a reír.

—Venga tonta, pruébalo— dijo Nami señalando los dulces que habían preparado al lado de la fuente seguramente intencionado.

Cogí un trozo de gofre con un palillo y lo metí entre el chocolate, después de bañarlo entero me lo metí en la boca. Los ángeles del cielo bajaron, esto era gloria bendita.

—No sé cómo agradeceros todo esto— dije al girarme para verles las caras.
—Así...— contestó mi hermano y al mirarle vi que en su mano había una tarta de nata la cual me estampó en la cara.

Todos se rieron y yo solo me empecé a quitar la nata de los ojos, nariz y boca para poder ver, respirar y hablar. Los restos de nata de mi cara que tenía en la mano se las restregué a mi hermano por la cara cuando lo pillé desprevenido, él sólo se limitó a sonreír y a lamerme la mejilla.

Mientras que los demás se dispusieron a atacar los dulces y MI apreciada fuente de chocolate, salí de la cochera para dirigirme al baño y lavarme la cara, estaba claro que si Zuro no me hubiese dado el tartazo como cada cumpleaños, no sería él.

Al secarme la cara con la toalla vi a Zuro de reojo en la puerta mirándome sonriente.

—Empiezo a asustarme de verte sonreír tanto— dije colocando la toalla en su sitio.
—Mi pequeña cumple un año más, ¿no puedo estar felíz?— alzó una ceja.

Yo sólo sonreí y lo abracé.

—Muchas gracias Zuro— le dije en el abrazo.

Él me besó la cabeza y después me cogió de la mano.

—Ven, todavía queda otro regalo— me arrastró hacia su habitación y al soltarme de la mano se dirigió hacia su escritorio, abrió un cajón y de allí sacó una caja roja, se giró para mirarme y me la tendió.

Acaricié el terciopelo rojo de la caja con suavidad y después la abrí, se trataba de un collar con dos corazones uno dentro del otro, lo miré con admiración.

—Era de mamá— dijo de repente.

Lo miré.

—Ella  decía que esos dos corazones nos representaban a nosotros— me quitó la caja de la mano para poder coger el collar— yo soy el corazón grande y tu eres el pequeño que hay dentro— se colocó tras de mi— siempre me dijo que yo era el grande porque te protegía como un objeto valioso, por eso tu eres el pequeño del interior — me apartó el pelo para poder colocarme el collar— porque tiene  incrustadas pequeñas piedrecitas que lo hacen brillar— se colocó de nuevo delante mía.

Toqué los corazones con delicadeza.

—Te quiero Amy— me cogió del mentón para que le mirase a los ojos— y quiero que sepas que puedes contar conmigo para todo por muy sobreprotector que sea.
—Al fin lo has reconocido— sonreí.

El me abrazó.

—Lo digo de verdad Amy, eres lo más importante de mi vida— me susurró al oído y lo abracé.

Una lágrima se me escapó por la emoción del momento.

Él también era importante para mi aunque no se lo dijese.

A través de la ventana [RESUBIENDO]Where stories live. Discover now