SESENTA

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Zael.

—Zael, estás hecho un asco— fue lo primero que me dijo al entrar a mi habitación para subir la persiana— hazme el favor de irte a la ducha— me ordenó.

Lo único que hice fue taparme con las sábanas hasta la cabeza y mirar de cara a la pared.

—Zael, deja ya de comportarte así— me dijo Nami tirándome de las sábanas dejándome al descubierto.
—Nami, no puedo hacer nada, joder...— me abracé a la almohada todavía dolorido.
—Te queda una oportunidad— suspiró.
—Si lo hago me pueden hacer la vida imposible...— abracé la almohada con rabia.
—Zael, lo hiciste por el bien de nuestra madre— se sentó en la cama y me giré para verla— sabes que se lo merecía, pero también tenía sus consecuencias— me acarició el pelo— aún así sabes que fue lo mejor.

Asentí con la cabeza y ella me sonrió.

—Si te revelan yo estaré allí para evitarlo, tenlo por seguro— me besó la frente.

Finalmente me levanté de la cama sin decir nada y me dirigí hacia la ducha.

Flashback.

—¿Seguro que saldrá bien?— le pregunté a Nami quien miraba de un lado a otro con nerviosismo.
—Si— asintió— sabes que llevamos meses planeándolo— me sujetó de las manos— ya sabes lo que tienes que hacer ¿no?— ladeó la cabeza.

Asentí, ella suspiró intentando tranquilizarse.

—¡Mamá!— gritó saliendo de nuestro escondite— ¡vamos de tiendas, porfiii!

La operación había comenzado.

Salí tras ella y la seguí hasta la cocina.

—¿De tiendas?— salió mamá de la cocina— ¿ahora? — ladeó la cabeza.
—¡Si! — dijo Nami poniéndose como si estuviese rezando— porfaa...— hizo un pucherito.
—No sé Nami...— se le notaba bastante temerosa— estará a punto de llegar y aún no terminé de hacer la comida...— bajó la mirada.
—Mamá debes de relajarte, no vas a estar toda la vida complaciendo a ese hombre— se quejó Nami cruzándose de brazos.

Mamá suspiró.

—¿Vienes con nosotras?— me preguntó.
—Tengo deberes— me encogí de hombros.
—Bueno, supongo que por un rato no pasará nada— dijo mamá dejando el delantal sobre la encimera.

Nami dio una palmadita en el aire y yo sonreí, parecía que el plan iba sobre la marcha.

Se vistieron y finalmente salieron, pero lo mismo que salieron, entraron.

—¿Dónde narices creéis que vais?— sólo con oír su voz me dio un escalofrío.
—¡Suéltame!— chilló Nami, aquel orangután la sujetaba de la camiseta elevándola del suelo.

Este la tiró al suelo haciendo que callese bruscamente y me acerqué alarmado a ella.

—¡Nami!— gritó mamá.
—Tú— sujetó a mamá por el cuello— ¿dónde te pensabas que ibas a irte?— se rió y luego miró hacia la cocina— ¿y encima tienes la decencia de no tener preparada la comida?— alzó las cejas y apretó más su cuello.

Nami no reaccionaba por más que la moviese y mamá tenía la cara de un color morado.

—¡Déjala en paz! — le grité enfurecido.

Él me miró y tiró a mi madre de golpe, mientras que ella recogía aire costosamente, él se acercó a mí y me dio una patada en el costado haciendo que casi volase para acabar en el suelo.

El costado me ardía y al toser me salió sangre por la boca. Apreté los dientes de la rabia y lo miré.

—Mide tus palabras niñato— me miró por encima del hombro— o acabarás bien muerto— tras esto se giró y de nuevo se fue por la puerta dejándonos solos.

A través de la ventana [RESUBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora