OCHO

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Amy.

Unos toques suaves procedentes de la ventana hicieron que me despertase.

Encendí la luz de la lamparita de noche y miré atentamente la ventana con el miedo recorriéndome por todo el cuerpo, oí de fondo la lluvia caer así que pensé que aquellos toques eran provocados por el repiqueteo de las ramas del árbol que tenía frente a la ventana.

Volví a cerrar los ojos para volver a dormir, pero los mismos toques se volvieron a escuchar, esta vez más persistentes, por lo que el miedo se apoderó al completo de mí y la curiosidad por saber qué era lo que provocaba aquel sonido hizo que comenzase a estar confusa.

Conociéndome a mí misma, sabía que si no veía qué era lo que hacía sonar mi ventana, no me quedaría tranquila, así que tragando saliva con dificultad me quité las sábanas de encima y me acerqué a la ventana agarrando la cortina con fuerza.

—Mamá, sea lo que sea, cuídame— miré al techo y después corrí las cortinas hacia un lado apretando los ojos con fuerza.
—Gracias a dios— escuché la voz de un chico.

Abrí primero un ojo y después el otro para comprobar que detrás de la puerta, había un chico sentado sobre la rama del árbol, mojado por la lluvia, con cara de alivio.

—¿Quién eres?— le pregunté frunciendo el ceño.
—S- soy Zael— se presentó y después miró hacia abajo— por favor, ¿me dejas pasar?

Lo miré con desconfianza. Dejar entrar a mi habitación a un desconocido en plena noche, con la ropa mojada... ¿estábamos locos?

—No sé... — iba a volver a correr la cortina como muestra de mi negación, pero él colocó su mano sobre el cristal.

—Por favor...— me suplicó acercando su rostro a unos milímetros del cristal y pese a la poca luz que desprendía mi lamparita de noche, pude ver a la perfección sus ojos verdes claros que me dejaron sin aliento.

<<Por favor, que no me mate, me quite los órganos y los venda.>>

Abrí la ventana finalmente dándole paso hacia el interior de mi morada y la volví a cerrar ya que hacía demasiado frío fuera.

Al volver a acomodarme sobre la cama, el silencio de la noche comenzó a ser incómodo y más cuando tenía ante mi un desconocido.

—Esto...— se giró un poco para verme mientras se rascaba la nuca— siento muchísimo interrumpirte la noche— se disculpó— un perro rabioso se topó en mi camino a casa, comenzó a salirle espuma por la boca cuando le lancé una chuche y comenzó a perseguirme haciendo que acabase sobre la rama del árbol. — explicó.

Me reí sin quererlo ante tal ocurrencia y me tapé la boca por la vergüenza.

—Ríete— sonrió agotado— ese maldito perro se ha cargado mi mochila y ahora no podré volver a casa— después miró su ropa— ni cambiarme...

Lo miré de arriba abajo y le sonreí.

—Tranquilo, iré a por una toalla y ropa seca— me dirigí hacia la puerta— no hagas ningún ruido por favor— le pedí y el asintió.

Zael.

Vi desaparecer a la chica por la puerta y miré a mi alrededor con aire distraído, después de todo, no tuve tanta mala suerte.

Suspiré aliviado.

Tras unos minutos, me sobresaltó al ver de reojo la puerta moverse, apareciendo ella cargada con una toalla y ropa seca, haciendo que me llevase la mano al corazón del micro infarto al pensar que era otra persona y lo que menos quería era causar problemas.

—Ten— me tendió las dos cosas— son de mi hermano, así que supongo que te quedarán bien— cerró la puerta de la habitación y echó el pestillo.
—Muchas gracias de verdad— le dije muy agradecido.

Ella me sonrió como respuesta y se sentó sobre la cama dándose la vuelta, así que me quité la ropa y me sequé rápidamente para poder colocarme la ropa seca.

—Puedes quedarte a dormir aquí si quieres— dijo mientras miraba por la ventana.
—No quiero ser una molestia— respondí mientras me acercaba a ella.

Me miró de reojo.

—Con esta lluvia, dudo mucho que puedas llegar sano y salvo a tu casa— se oyó de pronto el sonido de un relámpago.

Tragué saliva.

—Te prometo que me iré cuando amanezca, no quiero causarte problemas— me llevé la toalla a la cabeza para secarme el pelo.

Me miró atentamente y sonrió.

—Y.. ¿dónde podré dormir?— pregunté mirando la habitación.

Amy.

Le señalé el lado libre de mi cama y me miró sin creérselo

—¿C-contigo?— me preguntó nervioso.
—¿Ves alguna otra cama en mi habitación? — levanté una ceja— o ¿acaso quieres dormir en el suelo?

El chico negó un poco con la cabeza.

—Tampoco está bien que duermas en el frío suelo, podrías coger un resfriado— le dije avergonzada.

Para mi esta situación era igual de difícil que para él, no nos conocíamos de nada, y estaba claro que invitarle a dormir conmigo era incómodo, pero, ¿qué más podía hacer? Bastante era que Zuro no se hubiese enterado de nada y el chico no hubiese acabado muerto.

—Puedo poner este cojín de separación por si no te sientes cómodo— le dije al ver que sus mejillas se tornaron rojas.
—N-no, no pasa nada...— estaba nervioso.

Se hizo el silencio.

—N-no quiero que pienses que soy un pervertido ni nada por el estilo...— negó tanto con la cabeza como con las manos.

Zael.

Noté que mi cara estaba ardiendo, una chica me salva de la tormenta y me ofrece dormir con ella, nunca me hubiese visto en otra ocasión como esta, pero realmente, no se podría imaginar lo agradecido que estaba con ella por todo lo que estaba haciendo por mí sin tan siquiera conocerme.

—Soy Amy— se presentó tendiéndome la mano.

La miré y después miré su mano.

—Zael— le volví a decir mi nombre por los nervios y nos dimos un apretón de manos.
—Mañana tengo que ir a trabajar, así que...— estaba igual de nerviosa que yo.
—Si, si, si... tranquila... — vi cómo se metió debajo de las sábanas y me dejó un hueco a su lado. 

Respiré hondo tres veces y conseguí meterme entre las sábanas quedándome boca arriba como una estatua.

—Estás helado — susurró.
—Lo siento...— le contesté con el mismo tono de voz.

Amy comenzó a moverse, colocando un brazo sobre mi intentando abrazarme, haciendo que me quedase más estático de lo que ya estaba.

—Sólo es un abrazo— se rió— es para que entres en calor— cerró los ojos.
—Gra-gracias...— sonreí.

Nunca olvidaré este momento, lo aseguro.    

    

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