CUATRO

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—¿Ahora no dices nada?— lo escuché sonreír.
—Ferlu, te quiero— dije sin pensar, pero... ¿qué coño acabo de hacer?
—Yo también te quiero— me abrazó lentamente acariciando primero mis brazos desnudos— tener en la cama— finalizó la frase intentando levantarme un poco la camiseta.
—No Ferlu— negué dándome la vuelta—te quiero sentimentalmente— le expliqué aun sabiendo que la había cagado por la confesión de antes. ¿Quién me mandaría a mí decir nada de esto en este momento?

Y de golpe, frunciendo el ceño disgustado, incluso juraría que con algo de asco, me dejó allí plantada en el sitio mientras el subía las escaleras. Me quedé estática hasta que oí la puerta que correspondía a la habitación de mi hermano cerrarse.

Me llevé las manos a la cabeza.

<<¿¡POR QUÉ COÑO HE ACTUADO ASÍ?>>

Me fui a mi cuarto indignada conmigo misma y cerré la puerta con pestillo; me eché en la cama y me ahogué en el cojín.

—¡IDIOTA, IDIOTA, IDIOTA!— grité insultándome a mí misma con el fin de desahogarme.

Alcé la cabeza para coger aire y me di la vuelta quedando boca arriba.

<<Será mejor dormir, así olvidaré lo que acaba de suceder>>.

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El reloj sonó: "Buenos días dormilona, hace un día expléndido para..." lo corté.

Volví a acomodarme en la cama, pero tras el despertador sonó la puerta.

Gruñí molesta.

—Amy, despierta, tienes que ir a trabajar...— era Zuro.

Suspiré.

Mi jefa se fue ayer a una reunión de propietarios de Meids Caffe y no abrió, así que hoy, siendo domingo, tenía que ir.

—Odio trabajar los domingos...— dije para mí misma mientras intentaba levantar los párpados.

Me levanté, hice la cama y aprovechando que vi de reojo a Ferlu aún durmiendo en la habitación de mi hermano, me duché rápidamente y salí vestida para tomar el desayuno e irme.

—No te olvides de los dulces— me recordó Zuro.
—Sii, pesado— rodé los ojos y cerré la puerta de casa.

Zuro muy de vez en cuando, echaba por correo cupones para ganar premios y el otro día le avisaron de que un paquete llegó a la oficina de correos con su nombre, pero como no podíamos recogerlo ninguno de los dos, finalmente un amigo de mi hermano lo recogió por él y se lo llevó a su casa, así que ahora me tocaba ir a mí a por el dichoso paquete.

—¡Buenos días Amy!— me saludó mi jefa tras entrar por la puerta trasera del Meid Caffe.
—Llegas cinco minutos tarde— me dijo la pelirroja de Marla, unas de mis compañeras.
—Hoy, hay muchos clientes— avisó la dulce de Vilma cuando entró por la puerta que daba al local, con una bandeja redonda de metal bajo el brazo.
—Tranquilas, me vestiré rápido— dije mientras iba a toda prisa hacia mi taquilla.

El Meid Caffe, es un lugar donde las camareras se visten con un uniforme de sirvienta estilo japonés, mi jefa es apasionante del mundo del anime y de vez en cuando hacemos eventos y nos disfrazamos de personajes de animes para hacer que venga más clientes y de hecho funciona.

—¡Amy!— me llamó Nami, mi jefa.

Alcé la cabeza cuando terminé de servir a una mesa y me hizo un gesto con la mano para que me acercara a ella.

—¿Qué sucede?— le pregunté cuando estuve a su lado.
—Estos chicos han rellenado la tarjeta de consumiciones— me la entregó— y como premio, tienen una foto con la camarera que más les guste— la miré incrédula— te han elegido a ti— se me cayó la tarjeta de la mano.
—¿A mi?— me señalé y después miré a los tres chicos que habían en la mesa quienes me miraban con gran admiración.
—Queremos una foto con Amy-chan...— dijeron los tres al unísono.

¿Fotos yo? ¿Estábamos locos?

—Me niego— dije haciendo que a los tres se les descompusieran la cara.

—Amy, sólo es una foto, no te va a pasar nada— dijo Vilma que pasó por allí en ese momento.

Suspiré mientras me masajeaba la sien, ¿qué concepto de NO me gustan las fotos no pilla nadie?

—¡Bien!— dijo Nami con una de sus grandes sonrisas— ¡sonreíd!— y echó la foto, así de la nada, en la cual lo más seguro saldría con una cara de orco increíble.

Los tres chicos se llevaron cada uno su foto y salieron del establecimiento contentos.

<<Espero que no vuelvan más>>

—Qué poco fotogénica eres— dijo Marla al verme con mi cara asqueada por lo que acababa de pasar.

¿Por qué nadie me avisó antes de este tipo de "premios"? Porque si hubo una votación, me la perdí con creces.

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Ya había acabado mi turno y me dirigí hacia mi taquilla dispuesta a quitarme el uniforme de camarera y ponerme de nuevo mi cómoda ropa.

—¡Hasta mañana!— me despedí de mis compañeras.
—¡Hasta mañana!— dijeron Marla y Vilma.
—¡Ten cuidado!— dijo Nami.

Cerré la puerta trasera tras despedirme y miré la hora, eran las ocho de la tarde, así que me encaminé desganada hacia la casa de Arlong, el amigo de mi hermano que tenía los dulces.

Vivía más o menos cerca del Meid Caffe así que no tardaría mucho en llegar.

Vivía más o menos cerca del Meid Caffe así que no tardaría mucho en llegar

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