El interior del Obscurus no se parecía a nada que Newt hubiera visto jamás. Era turbulento, asfixiante y lleno de ruido. Aquella inmensa nube negra era densa y viscosa, sin mencionar que se movía alocadamente hacia todas partes como si tuviera vida propia. No podía ver otra cosa que no fuera oscuridad, el mundo exterior parecía haber desaparecido. El viento generado por el Obscurus moviéndose y los rugidos que este emitía, lo ensordecían, pero, aun así, Newt se abrió paso hasta el centro.

De pronto, un silencio sepulcral era todo lo que alcanzaba a escuchar. El centro del Obscurus era más extraño de lo que se había imaginado. Había una luz blanca de un origen desconocido y era tan calmo, que hacía parecer la turbulencia anterior como un sueño lejano. Por un momento, Newt creyó que se había quedado sordo hasta que escuchó el débil llanto de una niña. Amina estaba ahí, envuelta por la masa oscura. Esta salía por su espalda y la rodeaba, como si un oscuro y temible fantasma la estuviera abrazando. Sólo se le veía la cara, quebrada por las lágrimas que surgían de dos ojos de color blanco. Su piel había palidecido y se veía horriblemente demacrada.

― ¿Amina? ― preguntó Newt, deslizándose lentamente hasta ella. Sin embargo, no obtuvo otra respuesta que no fuera la niña cerrando sus ojos blancos mientras seguía llorando. Parecía tan ensimismada que no se daba cuenta de que él estaba allí. El joven Scamander le tomó el rostro con ambas manos. Ella tenía los músculos de la cara en extremo tensionados y estaba tan fría como un copo de nieve.

― ¡Amina! ¿Me oyes? ― siguió él, con un tono más fuerte ― ¿Puedes oírme? ¡Amina! ¡Escúchame!

― No quiero... No quiero... No... No... No... ― murmuraba ella, aún con sus ojos fuertemente cerrados.

― ¡Amina! ¡Por favor, respóndeme!

Ella abrió los ojos de repente, como si alguien le hubiera dado una bofetada. Sus ojos habían vuelto a su color normal, pero reflejaban un inmenso horror. Entonces, su mirada se enfocó en él.

― ¿Señor Scamander? ¡No! ¿Qué hace aquí? ― Amina miró a su alrededor, quizás recién dándose cuenta de dónde se encontraba.

― Escúchame, tienes que tranquilizarte...

― Me convertí en un Obscurus ― sentenció la niña, con un temblor en la voz. Newt sabía que eso era cierto, pero no quería dejarla allí ―. Ya no puede ayudarme. Salga de aquí...

― ¡Amina, por favor! ― le gritó él, desesperado ―. Vas a estar bien, sólo debes calmarte y luego yo... yo... Pensaré en algo ¡Sí! Yo... eh...

El tono de Newt empezaba a titubear ya que él había saltado al interior de Obscurus sin ningún plan, por lo que no tenía ni idea de lo que debía hacer. Además, aunque no quería admitirlo, estaba terriblemente asustado.

― Míreme ― le pidió ella, con el tono suplicante ―. Mire como estoy, señor Scamander. Salga de aquí antes de que lo lastime.

― Yo... Trataré de quitártelo, Amina. Yo sé que puedo ayudarte.

― No, no puede. Él me controla ―. La niña sacudió la cabeza, dejando caer más lágrimas de sus ojos ―. Lo siento moviéndose dentro de mí. El Obscurus piensa por mí.

― Amina, mírame ― suplicó Scamander, forzando a la niña a verlo a los ojos ―. Tú eres buena. Tú puedes contra él. Yo sé que puedes hacerlo.

― No puedo...

― Deberás intentarlo por mí ¿Sí?

Newt no esperó a que ella le contestara y empuñó su varita con determinación. Se deslizó detrás de ella, en dónde se podía ver claramente al Obscurus brotando de la espalda de Amina. Sabía que no podía quitárselo con las manos, aquella magia oscura podría resultar impredecible, así que, tratando de no abandonarse al miedo, pensó qué hechizos podría usar y apuntó.

Crónicas de un Magizoólogo - Libro I (Trilogía Orígenes)Where stories live. Discover now