Cruzó las rejas y allí, en una especie de garita de concreto pintado de color crema, había un hombre vigilando la entrada. Este estaba sentado en una silla de madera, con un libro de cuero azulado en las manos y, por el uniforme que traía, Newt supuso que sería un policía o un empleado de seguridad. En cuanto el hombre notó al extraño entrando al pueblo, lo saludó con una amplia sonrisa.

― Bienvenido al pueblo de Sephora, señor ― le dijo, agitando la mano.

― Buenos días ― contestó Newt ―. Quiero decir... gracias...

Newt se quedó parado en el camino unos segundos, acostumbrado a que el personal de seguridad muggle siempre revisara su maleta cuando arribaba a los puertos.

— ¿Qué le pasa? ¿Perdió algo, señor? — le preguntó el guardia, poniéndose de pie y saliendo de la garita para acercarse a Newt.

— Lo lamento, creí que querría revisar mi equipaje.

— No se preocupe, por eso. En Sephora, los turistas son muy bienvenidos. Es un pueblo pequeño, aquí no hay nada que temer — le aseguró el guardia, guiñando un ojo de manera amistosa —. Puede pasar tranquilo, siga el camino hasta que se encuentre con el resto del pueblo, por favor.

— Lo haré... — murmuró Newt y dirigió su mirada hacia el camino, que también estaba cercado por árboles secos, por lo que no tenía más que hacer que seguirlos —. Gracias por su tiempo.

— No es nada.

El camino fue derecho unos doscientos metros y luego viró hacia la izquierda. La cantidad de árboles secos fue disminuyendo hasta que el joven magizoólogo se halló en la calle principal de Sephora. A simple vista, el pueblo se veía como un lugar muy tranquilo, hogareño y las personas de allí estaban todas bien vestidas. Había negocios, árboles florales en las veredas, niños correteando de aquí para allá e incluso caballos acarreando diligencias. Newt caminó algunas calles, pretendiendo mirar las vitrinas de los locales y mirando su mapa cada tanto, a la vez que lanzaba miradas furtivas en todas direcciones. Todo en ese lugar le daba la sensación de estar totalmente en calma. Sin embargo, algo en toda esa bonita tranquilidad le resultaba un tanto perturbador a pesar de no estar seguro de por qué se sentía así. Caminó un poco más, examinando el lugar en busca de alguna cosa que fuera extraña. Sin embargo, no lo encontró.

Pensando que quizás serían imaginaciones suyas, Newt pidió indicaciones a una mujer para encontrar un lugar para hospedarse. La mujer, con mucha amabilidad, le dijo cómo llegar al único motel de viajeros que había en el pueblo, el cual estaba sobre la calle principal, así que sólo tuvo que caminar en línea recta hasta encontrarlo. Este también era atendido por personas muy tranquilas. Sonrisas, saludos y amabilidad lo seguían adónde fuera que pasaba hasta que por fin se encontró solo en la habitación del motel. Como estaba muy cansado por el viaje y, además, la madrugada anterior su Escarbato se había salido de la maleta y había tenido que perseguirlo durante una hora en la oscuridad del desierto, una vez que se había tumbado en la cama, no tardó en quedarse dormido.

Cuando se despertó, era poco más del mediodía. Se dio un rápido baño y tras secarse el cuerpo con una toalla limpia, con cuidado, se volvió a poner una venda con medicina en el brazo. La quemadura que le habían hecho cuando lo interrogaron en Etiopía no había sanado por completo todavía, a pesar de que ya hubieran pasado más de tres meses desde que se la habían hecho. Era obvio que no se curaría con facilidad, ya que había sido realizada con magia. No le dolía, cómo mucho a veces le picaba un poco, pero estaba seguro de que le quedaría una fea cicatriz en el antebrazo, algo bastante usual en su cuerpo lleno de magulladuras y raspones gracias a sus viajes de exploraciones. Una vez que el vendaje estuvo listo, se puso algo de ropa ligera, ya que hacía mucho calor ese día.

Crónicas de un Magizoólogo - Libro I (Trilogía Orígenes)Where stories live. Discover now