45. Interrogatorio forzado

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Ahora mismo, el joven Scamander se encontraba en una terrible desventaja. Estaba desarmado, con la señorita Thenard apuntándole con la varita y con el cazador Jim apareciendo de la nada. Quería mantenerse calmado, pero en su interior, realmente deseaba tener la capacidad de usar magia no verbal pues su vida corría un serio peligro.

— ¡Jim! ¡No sabría que vendrías hoy! — exclamó la señorita Thenard con emoción en su voz, sin dejar de apuntarle a la cara. Para su sorpresa, la fiereza en los ojos de la joven desapareció por completo al ver a Jim y fue reemplazada por afecto. Incluso Newt, quien no era el más avispado en leer las emociones de las personas se dio cuenta que la señorita Thenard estaba enamorada de Jim. Este, por su parte, no la miró de ninguna manera especial.

— Lo siento, Cassimira. Vine de improvisto luego de que me avisaron que el cazador solitario había aparecido otra vez — aclaró Jim, empuñando su propia varita. El hombre seguía teniendo la piel tostada por el sol, lo que indicaba que sus actividades ilícitas en el desierto africano continuaban funcionando.

Newt, sin decir nada, todavía seguía con las manos levantadas, Estaba aterrado, pero atento a cualquier oportunidad de recuperar su varita que pudiera surgir.

— Debiste haberme avisado que venías — se quejó la chica, pero Jim no parecía interesado en prestarle atención. Es más, miraba a Newt con mucho más interés. Al ver que la estaba ignorando, Thenard refunfuñó por lo bajo, demostrando su juventud por primera vez: —. Preferiría que me llamaras Cass.

— Silencio, Cass — la calló el hombre, con el tono exasperado. Sin embargo, funcionó. Cassimira no dijo nada más y se apartó un poco de ellos. Jim volvió a dirigirse a Newt —. Bien, echemos un vistazo a nuestro amigo ¿Podrías decirme quién eres?

— Mi nombre es James Biuret, experto en criaturas mág... — mintió el otro.

— Mmm. Repuesta equivocada... Locomotor wibbly — dijo Jim, bajando un poco su varita y haciendo un movimiento circular con ella. De pronto, el joven Scamander sintió que ambas piernas le temblaban y perdió el equilibro. El hechizo había sido tan repentino que no alcanzó a sujetarse de nada y golpeó el suelo de lleno con su hombro derecho, quedando tendido allí, con el dolor recorriéndole todo el brazo. A los pocos segundos, volvió a sentir firmes las piernas porque el hombre le había quitado el maleficio.

— Levántalo — le ordenó Jim a Cassimira.

Wingardium leviosa — conjuró ella y elevó el cuerpo de Newt hasta depositarlo con rudeza en uno de los sillones de la oficina. Jim se sentó en otro de los sillones, sin dejar de apuntarlo, mientras que Cassimira se quedó de pie, con los brazos cruzados. En su mano derecha, tenía su varita y la de Newt.

— Soy un hombre paciente. Vamos a intentarlo una vez más — siguió Jim, exponiendo una sonrisa de dientes grandes y amarillentos, algo malévola —. Quiero saber quién eres y por qué nos estás siguiendo desde hace tanto tiempo.

— Yo...

— Y no quiero que mientas, eso es algo feo. Sé que eres el cazador solitario.

— No tengo idea de qué me está hablando — contestó Newt, a pesar de que todo su sentido común le gritaba que dijera la verdad. Ahora que estaba sentado, sus captores les habían dado la espalda a las jaulas que contenían a los dragones. Cerca de la jaula del Thunderbird, junto a la entrada de la misma, su maleta aún estaba en el suelo. Fue entonces cuando le arremetió un miedo incluso peor al de ser descubierto. Temió que alguien abriera su maleta. No podía permitir que eso ocurriera bajo ninguna circunstancia. Era cierto que esta estaba hechizada para que nadie pudiera ver el interior, pero un hechizo revelador mostraría su verdadero contenido. Si esos contrabandistas veían a las criaturas que él llevaba hacia todas partes, podrían intentar quitárselas. Debía distraerlos lo más que pudiera hasta que se le ocurriera algo, aunque también sabía que salir de esa oficina caminando sería una tarea muy difícil.

Crónicas de un Magizoólogo - Libro I (Trilogía Orígenes)Where stories live. Discover now