― Los estaban esperando ― les comunicó el guardia y volvió a su inerte posición.

Newt esperaba que cuando cruzaran esa puerta, se encontrarían con otra gran habitación repleta de jaulas con los animales mal cuidados y otros grupos más de magos y brujas que trabajaran allí. Sin embargo, cuando pasaron hacia el otro lado, lo que encontró fue bastante distinto a lo que esperaba. Sí, era otra gran habitación, pero lucía muy diferente de la que vio primero.

― La primera habitación es para los empleados de menor calibre ― aclaró Velleum en voz baja ante la sorpresa de Newt.

Las paredes estaban pintadas de colores cálidos, había sillones de tela de terciopelo, macetas con plantas llenas de rosas rojas, una vieja radio que reproducía música clásica, un elegante escritorio de madera negra, una chimenea de ladrillos brillantes y archiveros. Parecía la oficina de alguien muy tranquilo y con buen gusto. Claro, si se ignoraban las enormes jaulas con dragones que había en un costado de la habitación, pero incluso estas lucían elegantes, con barrotes decorados con arabescos y remaches dorados. De hecho, el lugar estaba tan bien arreglado, que las jaulas con bestias se veían como una parte más del decorado. Newt observó a los dragones y notó que todos tenían cadenas en las patas y que alrededor de estas, presentaban heridas cortantes. Habría unos diez dragones de distintos tipos con aspecto decadente y la jaula más alejada contenía al Thunderbird, que estaba dormido con la cabeza reposada bajo su ala dorada.

En los sillones, había seis hombres de traje negro sentados y hablando entre sí, con vasos de vidrio en las manos que contenían un líquido de color ámbar, como si disfrutaran de un buen trago para variar. En el escritorio, estaba sentada una señorita muy bonita, que leía unos papeles con tranquilidad. Detrás de ella, dos hombres igual de inmensos que aquel que custodiaba la entrada a esta oficina, estaban de pie con las manos a los lados y la mirada perdida en la nada. Newt reconoció a la señorita Thenard, quien tenía una expresión muy concentrada. Verla allí, leyendo como si no tuviera miedo a las grandes criaturas que reposaban enjauladas cerca de ella la hacían ver bastante aterradora.

En cuánto ellos ingresaron en esa habitación, todos los hombres hicieron silencio y los observaron. Newt se sintió agradecido de no estar usando su verdadero rostro al ser visto por tanta gente a la vez.

― ¿Señorita Thenard? ― se anunció Velleum, acercándose al escritorio. Ella levantó la vista y los observó a muy bien a los dos, dejando los papeles que leía sobre el escritorio. Si no fuera porque Velleum le había dicho que la red de contrabando era dirigida por Jim, Newt hubiera pensado que la señorita Thenard la dirigía. Su sola presencia parecía llenar la habitación con autoridad. Newt se preguntó en sus adentros, cómo había logrado llegar a esa posición siendo tan joven. Estaba seguro de que esa chica no tendría más de veintidós años.

― Te llamas John ¿Verdad? ― preguntó ella, con una dulzura descomunal en la voz.

― Sí, señorita. Él es mi hermano James...

― El experto en criaturas, supongo―. La chica sonrió amablemente. Newt se preguntó si ella siempre adivinaba lo que los demás iban a decir o si sólo las cosas que decía eran de conocimiento popular ―. James, entonces. Supongo que tu hermano te dijo que necesitábamos tu ayuda por aquí.

― Estaría complacido en ayudar ― murmuró Newt, sintiéndose nervioso por la amabilidad de aquella joven mujer. Su voz sonaba tan dulce que bien podría tomarse como una amenaza en ese contexto.

― John, déjame a solas con tu hermano ― ordenó ella, haciéndole un gesto a Velleum con la mano como si estuviera espantando una mosca. Este asintió y miró a su falso gemelo, con una extraña expresión.

Crónicas de un Magizoólogo - Libro I (Trilogía Orígenes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora