― ¿Qué? Pero se supone que debo seguir con mis viajes hacia Sudán. Tenemos que buscar ese Obscurial ― murmuró Newt, tratando de no levantar la voz.

― Tú tienes que buscarlo, porque eso te envió Dumbledore a hacer. A mí me mandó a hacer otras cosas.

— Pero...

— Voy a hacer lo posible para que llegues a Sudán ¿Sí? Ya pensaremos en algo. Además...

― ¿Además?

― No planeo seguir con este grupo. Planeo desbaratarlos pronto. Avisar al Ministerio y autoridades locales para que los cierren. Pero primero necesito llegar al cazador Jim... él es la cabeza de todo. Si cae él, muchos otros caerán.

Newt sintió una repentina oleada de miedo pasar por su cuerpo porque si lo que decía Velleum era cierto, entonces el plan era incluso más arriesgado. Se iban a meter en el centro de una actividad criminal para desbaratarla y si daban un paso en falso y los descubrían, los contrabandistas podrían deshacerse de ellos sin pensarlo mucho.

― Relájate ― le dijo Velleum, viendo el temor en el rostro de Newt ―. Por eso te pedí que vinieras a darme una mano, no podía hacerlo solo. Necesito que te lleves el Thunderbird que tienen.

― ¿Por qué no lo dejamos libre?

― Los demás animales que tienen son de esta zona. Si los dejamos libres, ellas irán hacia dónde deben. Pero el Thunderbird es de Estados Unidos. No podrá llegar sólo, podría perderse en el camino. Hay que llevarlo hasta allá. Además, necesita cuidados, de seguro está herido. Y yo no puedo hacerlo ya que, si todo sale bien, me llevarán a mí también.

― ¿A qué se refiere con que se lo llevarán? ¿Por qué no me dijo todo esto antes de que saliéramos? — preguntó Newt, enfadado con Velleum por ocultarle parte de la información.

― Ahora no, viene alguien ― interrumpió el otro, alzando la mano para pedirle que se callara. Desde la calle frente a ellos, un hombre alto y moreno venía caminando con paso firme. Algo en su postura y en su forma de caminar alertaba que no era una persona a la que se podría molestar sin salir herido. El hombre se acercó hasta ellos y les dirigió una mirada analizadora.

― ¿John? ― preguntó, con voz solemne.

― Soy yo, él es mi hermano James ― dijo Velleum, señalando a Newt. Luego, sacó de su bolsillo un pequeño sobre de color rojo. El hombre desconocido lo tomó y miró el interior del sobre con cierta desconfianza. A continuación, levantó la vista otra vez e hizo un gesto con la cabeza para que lo siguieran. Los dos hombres caminaron detrás de él, quien iba con el mismo paso seguro con el que había llegado. Los dirigió hasta un callejón oscuro, probablemente desde dónde se habría aparecido en primer lugar. Una vez allí, el hombre moreno extendió el brazo.

― Sujétense ― ordenó. Newt y Velleum tomaron su brazo y pronto desaparecieron del callejón. Aterrizaron a unos metros en la entrada de una casita de madera de aspecto precario. Newt observó alrededor. Estaban en una especie de granja, en medio del campo. A la lejanía, se veían algunas luces, como si hubiera casas desparramadas por ahí, pero estaba seguro de que no debía de haber nadie en al menos doscientos metros a la redonda.

Entonces, dirigió su mirada hacia la casa que se situaba frente a ellos. Debía de haber alguien adentro pues se veían luces saliendo por la ventana. El hombre que los había traído caminó hacia la puerta y los otros dos lo siguieron sin decir nada. A Newt le parecía que todo era extrañamente silencioso. En el interior de la casa no había mucho más. Un sillón desvencijado, cortinas polvosas, una mesa vieja, una chimenea apagada, un banco de madera negra y unas velas flotantes encendidas. No había ninguna persona a la vista.

Crónicas de un Magizoólogo - Libro I (Trilogía Orígenes)Where stories live. Discover now