PARTE 32

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CAPÍTULO 28
Aquí Estoy Yo

No escondas tu rostro de mí.No apartes con ira a tu siervo;Mi ayuda has sido.No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación. Aunque mi padre y mi madre me dejaran,Con todo, Jehová me recogerá.
Salmos 27:9-10

En la tarde.

Digamos que fue una "cita" estupenda la que tuve con Kate, íbamos juntos de la mano regresando a casa, estábamos platicando de muchas cosas tanto sobre ella y de mí. La plática estaba emocionante, pero cuando estábamos por llegar se escuchaban algunos gritos, creí que era cerca de mi casa y corrí con mucha velocidad. Al llegar realmente era en mi casa, bueno, fuera de ella. Era mi padre el que estaba gritando un montón de cosas, afuera estaba la pobre Julieth sin zapatos y llorando.

─¡Maldita malnacida, te quiero fuera de mi casa! ─le gritaba mi papá, era algo que me sorprendía mucho, ¿por qué la echaba?

─¿Cómo que malnacida? ¡Es tu hija! ─le dije.

─Que sea mi hija no quita que sea una malparida.

─Esa no es forma de hablarle a tu hija ─le dije a mi papá─, además, ¿por qué la estás echando?

─¡Simple y sencillamente porque en mi casa no va a vivir ningún cristiano! ─gritó papá eufórico─. ¿Me escuchaste perra? Ojalá tu Dios se apiade de ti desgraciada, porque ya ahora me da igual como sea tu suerte.

─¡Papá basta! No puedes echarla sólo por eso ─le dije.

─¡Claro que puedo! ─dijo él─. Es mi casa y hago lo que me da la gana.

─¡Está bien, está bien! Por lo menos déjala buscar sus cosas.

─¡Sí! ─dijo Julieth.

─¡Claro que no! ─dijo mi padre─. He sido muy claro con esa rata, ella no va a entrar a mi casa, ni ahora, ni nunca.

─¡Vale! ¿Puedo yo entrar por sus cosas? ─le pregunté a papá.

─¡Tú sí puedes! Saca toda la ropa de esa maldita para que se largue rápido; no quiero ni verla.

Caminé velozmente a la casa, subí por las escaleras, cuando lo hacía tan sólo pensaba en todo lo que estaba sucediendo, desde el desalojo de Julieth hasta los insultos de papá. Yo sabía que papá era ateo, pero no sabía que tan desalmado podría ser, me ha dejado sorprendido. En el cuarto me la pasé tomando toda la ropa de Julieth y... era una situación complicada, algo que jamás pensé que viviría, pero esta era la realidad, no podía hacerme el de la vista gorda y fingir que esto no estaba pasando; las reglas del juego ya estaban dictadas y era hora de cumplirlas. Salí de mi casa con las dos maletas, tenía que ayudar a Julieth de cualquier forma y creo que esta era una de esas formas; estaba listo para esto.

─Jamás pensé que Julieth tuviera tanta ropa ─dijo Roy.

─Tienes razón, la otra maleta es mía ─le dije.

─¡¿Qué?! ─dijo mi padre, él se veía un poco atónito por mis palabras, pero yo tan sólo era obediente.

─Dijiste que en tu casa no podía vivir ningún cristiano, y si es así, yo no hago nada en este lugar ─dije con ferviente voz.

Los Tres Deseos De La Muerte ©Where stories live. Discover now