35. Albus Dumbledore

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A medida que el tren avanzaba, el paisaje iba cambiando de la ciudad al campo y la mayoría del recorrido, Newt se la pasó pensando en las veces que había hecho ese recorrido y en cómo le parecía que era la primera vez que le prestaba tanta atención. Claro, cuando era más joven, siempre viajaba con Leta y, en aquellos momentos, tenía varias razones para prestarle más atención a ella y no tanta al paisaje que se desplegaba por la ventana. Al atardecer, el tren arribó a la estación de Hogsmeade, así que se bajó y se dirigió hacia el castillo.

Este era mucho más imponente de lo que recordaba, pero conservaba ese aire mágico que lo hacía querer volver a estar allí. Sin dudarlo, golpeó a la puerta principal y al cabo de unos minutos, este fue abierta. Un hombre de cabello canoso, coronilla brillante y rostro arrugado se encontraba del otro lado. Newt lo reconoció casi al instante. Era el celador del colegio, Rancorous Carpe, el mismo que había estado en ese puesto desde mucho antes de que Newt naciera siquiera.

— Buenas noches, señor Carpe ¿Cómo está? — saludó, con una sonrisa.

El viejo lo examinó con los ojos durante unos segundos y luego su rostro se iluminó, como si hubiera encontrado una bolsa de oro en el suelo.

— ¿Acaso eres el pequeño Artemis?

— Exactamente, señor ¿Cómo ha estado? — contestó el más joven, aceptando el emocionado apretón de manos del hombre.

— Bien, muy bien. Mi salud es tan buena como si fuera un jovencito — bromeó el celador — ¡Por Merlín! Tanto tiempo ha pasado. Aún recuerdo cuando eras un flacucho que se quedaba todo el día leyendo en el césped mientras yo limpiaba por ahí. Y recuerdo también haber leído de ti en El Profeta ¿Tú eres el que venía a ver al profesor Dumbledore?

— Pues sí. Si me deja pasar.

— Por supuesto, déjame acompañarte.

El señor Carpe dejó entrar a Newt y lo condujo por los pasillos y escaleras de la escuela. Cuando todavía era un estudiante, en Hogwarts no tenía realmente mucha gente con la que hablar aparte de Leta. Uno de ellos era el celador, quien era una persona amable, al menos con él. Mientras iban hablando de trivialidades e ignorando los gritos de Peeves en los jardines mientras importunaba a los fantasmas que andaban por allí, el magizoólogo se sintió abrumado por la nostalgia. Era un sentimiento raro, pero se resumía en que, al andar por los pasillos de Hogwarts, recordaba a la versión más joven y más inocente de sí mismo. Se dio cuenta de lo mucho que había cambiado desde su adolescencia y eso le hacía sentir que había perdido algo importante durante el camino. Algo que quizás jamás podría recuperar. Sacudiendo la cabeza, quitó esa sensación de su cuerpo y siguió andando sin que el celador notara aquel repentino cambio de humor en Newt. El aula donde se impartía la clase de Transformaciones estaba en el segundo piso.

— Supongo que el profesor debe seguir dentro — dijo Carpe, antes de golpear la puerta del aula.

— Pase, por favor — se oyó la voz tranquila de Dumbledore desde adentro.

— Todo tuyo, Artemis —. Carpe le hizo un gesto de saludo y se marchó. Newt entró en seguida en el aula. Dentro, se podían ver unas tres filas de pupitres vacíos, pues ya era bastante tarde como para que los alumnos estuvieran en clase, libros de distintas formas y colores estaban apilados en varias estanterías, jaulas con lechuzas y cuervos durmiendo; el pizarrón aún tenía cosas escritas y sin borrar. En el fondo, en el escritorio principal, el profesor Dumbledore estaba sentado escribiendo algo en un rollo de pergamino.

— Señor Scamander, siéntese, por favor — le pidió el hombre, con tranquilidad y sin levantar la vista. Newt obedeció y se sentó en el pupitre que estaba más cercano al escritorio. Como no quería interrumpirlo de su tarea, no dijo nada ya que Dumbledore se veía muy concentrado en lo que escribía. Luego de unos segundos, el hombre bajó la pluma y la apoyó en el tintero, dirigiéndole la mirada.

Crónicas de un Magizoólogo - Libro I (Trilogía Orígenes)Where stories live. Discover now