Se encontraba en un bosque en el oeste de Francia, cerca de la ciudad de Royan, explorando las colonias de Bowtruckles y otros animales que eran autóctonos de esa región. Su maleta, con las trabas cerradas, iba flotando detrás de él gracias a un encantamiento de levitación. No tenía que preocuparse por ocultarla debido a que esa zona estaba libre de muggles por lo que si se cruzaba a alguien, sin duda sería un mago. Newt iba totalmente concentrado en las anotaciones de su libreta. En su mano izquierda, llevaba la libreta llena de garabatos y en la derecha, sostenía una pluma de brillante color plateado. Iba anotando las características de ese bosque y cómo los Bowtruckles parecían sólo querer habitar en árboles que pudieran servir de material para hacer varitas. Siendo la torpeza uno de sus dones más notorios, Newt caminaba sin prestar atención al suelo y justamente por esto, trastabilló con la prominente raíz de un árbol. No se cayó ni se hizo daño, pero como perdió la concentración tanto su maleta como la pluma que llevaba en su mano, cayeron al suelo.

Rápidamente y agradecido de que nadie lo hubiera visto casi caerse, volvió a encantar la maleta para que flotara. Sin embargo, cuando miró en el suelo en busca de su pluma, no la encontró.

― Tendría que estar por aquí ― murmuró en voz alta, confundido. La pluma no podía haber volado tan lejos. Como en estos viajes andaba siempre sólo, a veces no notaba la diferencia entre pensar y hablar para sí mismo. Un chasquido en un arbusto llamó su atención. Sonaba como si algo hubiera pisado una rama o algo parecido. Había algo allí. Con cuidado y dando pasos cautelosos, se acercó a observar. En cuanto hizo esto, el arbusto tembló y Newt se puso alerta. No podía ser un animal muy grande, ya que el arbusto era un poco más grande que su maleta, pero a veces los animales pequeños podían ser algo complicados.

Una bola negra salió disparada del arbusto, alejándose de él pero chocó contra un árbol lo que ralentizó su huida y dejó que Newt pudiera verlo mejor. Era una criatura pequeña, de pelaje negro y brillante que tenía un hocico largo. Y para su sorpresa, en sus manitos tenía la pluma plateada que estaba buscando. Newt sabía que estaba en presencia de un Escarbato, animales conocidos por estar atraídos a cosas brillantes y ser muy rápidos. Por eso mismo, supo que no valdría la pena perseguirlo, no podría alcanzarlo ya que se había alejado lo suficiente. Lo único que podía hacer era tratar de recuperar la pluma.

Accio pluma ― dijo, agitándo su varita cuando el animal se había dispuesto a huir otra vez. Por el hechizo, la pluma salió disparada hacia Newt pero como el Escarbato no parecía estar dispuesto a soltarla, este también lo hizo. Contra su voluntad, el animal cayó en las manos de Newt. Guardando la libreta que todavía sostenía en su mano izquierda en su bolsillo, el magizoólogo sostuvo al Escarbato con ambas manos.

― Me parece que tienes algo que es mío, amiguito ― le dijo dándole una severa mirada como si este fuera un niño pequeño. El animalito trató de zafarse del agarre retorciéndose hacia los lados pero no pudo hacerlo, por lo que se quedó quieto con sus pequeños ojillos mirando a Newt. Este lo sostuvo de las patitas cabeza abajo y le hizo cosquillas en la barriga. El Escarbato soltó una ruidosa risa y varios objetos cayeron de él. Normalmente, los Escarbatos robaban cosas y las guardaban en su barriga para luego acumularlas en sus madrigueras como premios. Cuando cayó la pluma que buscaba, Newt la tomó y dejó al Escarbato en el suelo. Este se quedó parado en sus patas traseras observándolo con extraña curiosidad.

― Puedes irte, no te haré daño ― le aseguró con una sonrisa y siguió su camino. No lo atraparía, los Escarbatos no solían estar en peligro y no eran criaturas poco conocidas. Seguramente este estaría mejor libre por ahí que encerrado en la maleta con los demás animales. Sin embargo, para estar seguro, Newt caminó con la pluma y la libreta que llevaba guardadas en su bolsillo. Ya se acercaba el atardecer así que apuró el paso, buscando un lugar en dónde armar su tienda para pasar la noche.

Crónicas de un Magizoólogo - Libro I (Trilogía Orígenes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora