—Ni siquiera es tan sencillo como parece ahora —replico—. ¿Por qué se supone que quieres estar conmigo, Gael? ¿Aquí dentro están los motivos? ¿Esas... Esas son todas las razones? —Abro el libro y clavo los ojos en una página al azar—. ¿Porque te hago sentir en paz contigo mismo? ¿Porque podríamos llevarnos realmente bien? ¿Porque te sientes solo? ¿Porque echas de menos a Nathalie? ¿Porque sientes que me debes algo...? No me has dicho que me quieres, no lo has mencionado en ningún momento... No creo que hayas mencionado jamás que quieres a alguien, ni siquiera a Nathalie. Siempre hablas de aprecio, de cariño, de lealtad... Nunca de amor, a no ser que quieras criticarlo o hablar de él como si fuera algo lejano que jamás llegará a alcanzarte. Y, Gael, yo... Yo no puedo dejar de ser quien soy —sollozo, poniéndome la mano abierta sobre el corazón—. Yo amo todo lo que me rodea. Amo a mis amigos, a mi familia; lo que hago. Te amo a ti. Y quiero lo mismo de vuelta, al menos cuando ya existe ese sentimiento en mí. No sería justo para mis creencias y sueños estar con alguien que solamente me ve como lo contrario a él, como alguien con quien pasar el rato y tener sexo en un sitio público. Ya estuve con alguien una vez por el hecho de estar, y no volveré a renunciar a cosas que me gustan para compartir mi tiempo con quien no me quiera.

Él me mira como si le doliera.

—¿Quién ha dicho que no te quiera, Lucille?

—No dices lo contrario, así que es fácil de asumir. —Empiezo a pasar las páginas atropelladamente—. Sentimientos intensos... Furiosa atracción... Pero nada de amor. Nada. No me has dicho que me quieres jamás, y yo te lo he repetido una y otra vez. Me he arrastrado por esas ocho letras lo indecible, y sigues sin decirlas. Este libro tampoco da la impresión de...

—Aparta eso del medio. —Avanza hasta mí y me arrebata Mi mayor inspiración de las manos—. No has entendido nada, ¿verdad? Lulú, esto no es un libro de amor. Es un libro de ti y de mí.

—¿Y eso qué demonios significa? —gimoteo, lanzando un jadeo incrédulo—. Gael, ¿no ves cómo estoy? ¿Por qué no dejas por un momento de ser tan misterioso y me dices las cosas claras?

—Siempre he pensado que las cosas claras no se dicen, sino que se hacen —replica suavemente—. Creí que tú estarías a bordo en el barco de comprender que los actos valen más que las palabras. Creí que no necesitarías que lo dijera mientras hiciera algo por ti... Pero no estoy dispuesto a perderte, así que tendrás lo que quieres.

»Lulú, no puedo manchar lo que siento utilizando las palabras de las que se sirven los que no sienten nada. Sería actuar contra mi voluntad poner un «te quiero» en mis labios cuando ha estado en boca de mentirosos, embaucadores y tramposos. Sería dejar de quererte si te dedicara a ti lo que se ha dedicado a gente sin nombre.

»Quizá un día pueda cambiarle el significado a esas palabras que a mí me han dicho por decir y que yo he utilizado para cualquieras, y espero que cuando llegue ese día, tú estés ahí para escucharlas. Espero que seas la primera. Pero por ahora, tú estás lejos de significar algo tan usado y distorsionado. Lo que siento por ti no es un «te quiero», porque «quiero» implica presente y, de quererte, te querría mañana, al día siguiente y durante el resto de mi vida. Te he querido incluso antes de que aparecieras, porque anhelaba curarme y anhelaba ser feliz, porque anhelaba lo que había perdido y lo que me faltaba, y es lo que tú representas, lo que me has estado dando desde siempre. No es un «te quiero» porque ese «quiero» significa querer, sinónimo de desear, poseer... Si te dijera que te quiero, estaríamos asumiendo que te quiero de la misma manera en la que podría querer una chaqueta nueva, un antojo o cualquier otro capricho momentáneo.

»No es un «te amo», tampoco. Se queda tan corto que aún no puedo creer lo que has hecho conmigo. Pensé que las palabras siempre podrían abarcar lo que siento y protegerme de la inutilidad, pero me has demostrado que no. Y aun así, si quieres que lo diga, lo diré. Es cierto, aunque a medias: te quiero de la manera en la que se concibió el querer en un principio, cuando el amor aún podía ser puro. Te quiero ahora, y te deseo, me moriría por poseerte, te anhelo y eres mi capricho eterno. Se quedan muchas cosas fuera, pero claro que te quiero. Te quiero desesperadamente, y como he tardado demasiado en decírtelo, aceptaré cualquier condición que quieras imponer para castigarme. Te daré todo lo que me pidas.

Mi mayor inspiraciónWhere stories live. Discover now