CAPÍTULO 21

7.4K 1K 316
                                    

Decir que nos quedamos heladas después de la declaración de Jacqueline es poco. No quise pensar demasiado en el momento hasta qué punto era preocupante la que se le venía encima, pero fue inevitable que entendiese la gravedad de la situación cuando se echó a llorar y no pudo parar en toda la tarde. Tuve que detestar entonces a Adrienne y a Katia con todo mi corazón; a una por irse, y a la otra por haber estado a punto de hacerlo.

—¿Estás segura de eso? —atinó a responder Nina, manteniendo la calma de un modo envidiable.

—Me hice un... test de em... barazo. Y dio pos... positivo.

—Pero eso no significa nada. Lo sabes, ¿verdad? —inquirió Nina, arqueando una ceja—. No puedes fiarte al cien por cien de lo que diga ese palito; recomiendan mear encima hasta tres veces para tener un veredicto seguro. Y ni por esas. Tendrías que ir al ginecólogo. Él es el único que puede darte una respuesta fiable.

Y por eso nos hemos movilizado tan pronto como nos lo ha permitido el sistema sanitario de citas por Internet, acudiendo al especialista de confianza de Nina. Es un hombre ocupado, y nosotras cuatro culos inquietos por lo que puede ser la peor noticia que podrían darnos. lo que no resulta una buena combinación. Pronto va a hacer la hora y media de espera, y como ya sabréis gracias a situaciones anteriores, ser paciente no es lo que mejor se meda.

—No estés nerviosa —le pido a Jacques, sabiendo que es un consejo estúpido—. Todo saldrá bien, ¿vale? Pase lo que pase estamos contigo, y no nos vamos a ir.

—Katia se ha ido —murmura, destrozada.

Despego los labios para decir algo, pero no sé cómo consolarla. Podría recordarle que Kat se levantó y se fue antes de saber que estaba embarazada —o que podía estarlo—; podría decirle que aún estamos a tiempo de convencerla para que la apoye, llamándola y contándole lo que ha pasado. Sin embargo, cualquiera que conozca bien a Katia sabe de su naturaleza rencorosa, y no nos extrañaría a ninguna que se negara en rotundo a acompañarnos incluso conociendo la verdad. Por tanto... Visto que las probabilidades de que esto acabe bien son prácticamente nulas, es mejor no tentar a la suerte moviendo ficha.

—No es el fin del mundo. Al resto nos tienes aquí, y además... No es como si Katia fuera a echarte la cruz de por vida. Ya se dará cuenta de que fue egoísta e infantil marcharse de esa manera. Ya lo verás...

—Un día te reirás de esto, Jacques —se mete Nina, pasándole un brazo por los hombros. Es su frase preferida; una lástima que solamente a ella le sirva como consuelo—. Y si no te ríes, al menos lo habrás superado. No hay nada que el tiempo no pueda curar, arreglar o aplastar como un gusano.

—¿El tiempo va a curar que tenga un hijo? —interviene Adrienne, inexpresiva. Su tono de voz es implacable—. Porque eso es para toda la vida.

—Si has venido a joder, ¿por qué no te largas? —espeta Nina, bastante más cansada de sus comentarios negativos que el resto.

—Porque sigue siendo mi amiga. Mi amiga la adúltera y desafortunada, pero mi amiga. Es mi deber estar aquí. Y ya que se os ha metido en la cabeza la idea de convencerla de que lo que ha hecho está genial, de que Katia acabará encogiéndose de hombros y volviendo para darle un aplauso y de que esto no afectará en absoluto a su vida marital, creo que es conveniente que lo esté para poner un poco de orden.

—¿Tienes que ser así incluso en situaciones extremas? —le pregunto, apretando los labios—. ¿No te das cuenta de cómo está? ¿Qué más darán las consecuencias, si aún no sabemos cuáles son? Ni siquiera tenemos idea de si está embarazada... Creo que tus comentarios vienen muy bien para asuntos intrascendentes, pero este no lo es.

—Genial. —Adrienne esboza una sonrisa fría y coge su bolso—. Me largo, entonces. Ya me llamaréis con el veredicto, si os sale de la inspiración.

Mi mayor inspiraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora