CAPÍTULO 18

7.2K 1K 434
                                    

La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.

Cicerón


—¿Queréis quitar el drama ese de una vez? —resopla Nina. Se refiere a Stay with me, la canción de Sam Smith que Katia ha decidido poner mientras limpiamos el local—. A ver si en vez de darle a la escoba voy a tener que darle a la botella otra vez. Menudo espanto de música depresiva.

—Es lo que pega después de una resaca —se defiende Kat, mirándola desde detrás de la barra.

—Ah, ¿pega suicidarse? —replica, venenosa. Katia no dice nada—. No lo sabía.

—Cambia la canción y haz que se calle de una vez, que no se puede dormir —interviene Lana, la hermana de Nina. Tirada de mala manera sobre el suelo con su antifaz de seda, es clavadita a Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, aunque el hecho de estar todavía como una cuba le resta un poco de glamour—. Coged mi móvil si queréis. Ahí tengo reggaeton que da gusto. Daddy Yankee, Don Omar... Incluso el Juan Magan este, que es catalán y hace electrolatino pegadizo.

—Lo que queremos es que colabores, culo de sofá —se queja Adrienne, acercándose hacia ella y tirando de sus muñecas para levantarla—. Tú has disfrutado de esto como ninguna. Más tendrías que limpiar que nosotras, que no hemos probado una copa.

—Solo cumplía con mi deber como amiga de Jacques, ¿vale? En el fondo ha sido una tortura para mí acabarme esas dos botellas de ron. Si no, que te lo diga ella... Jacqueline, díselo. Dile que me obligaste y lo pasé fatal.

Adrienne y yo intercambiamos una mirada ceñuda.

—¿Cómo de ciega estás? Jacqueline no está aquí. De hecho... —murmura Katia—. ¿Dónde diablos se ha metido? ¿Se marchó antes del amanecer? No me lo puedo creer —resopla—. Nosotras partiéndonos la cabeza para pensar todo esto y ella se va antes de lo previsto.

—No es por nada, pero no creo que seas la más idónea para quejarte de lo que hiciera o dejase de hacer. Ninguna de vosotras, en realidad. Tú estuviste bailando toda la noche con Míster Perfecto —Non señala a Nina con el dedo índice. Después se gira hacia Lana—, tú te cogiste un pedo monumental que te tuvo en el baño alrededor de tres horas. Y tú...

Todas se giran en mi dirección, expectantes. La única que no me atraviesa con la mirada, intentando leerme la mente, es Katia. La muy mala tiene la poca vergüenza de esbozar una sonrisa traviesa. Supongo que ahora es cuando me dice «eh, ¿qué te ha parecido mi regalito?»

—¡Por fin una canción buena! —gime Nina, sacándome del aprieto sin saberlo. Echa el cuello hacia atrás y aúlla a ritmo de Misery, una de sus canciones de Maroon 5 preferidas—. Why won't you answer me? The silence is slowly killing me...

—Tu inglés es terrible.

—Y tu inclinación sexual también —replica Nina, mirando a Katia desafiante—. Y hablando de inclinaciones sexuales, concretamente las referidas a hombres que están cañón, ¿dónde se ha metido ese Míster Perfecto? Non ha flipado un poco diciendo que bailé con él toda la noche. No fue así ni de lejos... Sobre las once y media o doce ya me dejó en paz.

—¿Dejarte en paz? —Lana bufa sonoramente—. ¿Y hablas como si no hubieras sido tocada por la mano de la Virgen? Si es que Dios le da pan a quien no tiene dientes...

—Haberte acercado a seducirlo, qué quieres que te diga. Yo no le iba a hacer el salto del tigre, desde luego. Tenías el camino libre.

Desconecto de la conversación en cuanto salta en el aleatorio una canción de Justin Timberlake que me encanta. Deseando terminar de limpiar para poder irme a trabajar o, al menos, tener tiempo a solas para pensar en lo que pasó anoche, me pongo manos a la obra. Cry me a river va orquestando mis movimientos con la escoba.

Mi mayor inspiraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora