CAPÍTULO 4

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Cuanto más planifique el hombre su proceder, más fácil le será a la casualidad encontrarlo.

Friedrich Dürrenmatt


—Muchas gracias, de verdad... Pero creo que está exagerando.

Llevo veinte minutos de reloj en la editorial donde trabaja Katia y próximamente me incorporaré yo misma. Y con esto quiero decir que han sido veinte minutos siendo el centro de atención, recibiendo elogiosas bienvenidas y numerosos apretones de manos.

Katia y Nina no podrían haber escogido mejor sitio donde trabajar. La gente es como ellas: simpática y cercana. Y eso por no hablar de que ninguno supera los cincuenta años, ya que Xavier Boynel heredó el negocio de su padre y lo reformó desde sus cimientos, contratando a recién graduados. Y no le ha ido mal, porque en cuestión de diez años, la editorial Vents d'hiver se ha convertido en un referente y, según observo, también una familia unida y cariñosa.

Las oficinas están situadas en una de las plantas de un edificio central donde se ubican otras muchas empresas. Clínicas de ortodoncia, bufés de abogados y asesoramiento comercial... Son impecables y están decoradas con una austeridad elegante que transmite confianza. El negocio firma y sella con un logo en azul marino y blanco roto; butacas, vanos de las ventanas y paredes van a juego con esas tonalidades, incluso los separadores de los libros. La zona está permanentemente iluminada: los ventanales salen del suelo y llegan al techo, dando la vista panorámica de un barrio bastante concurrido, y los despachos están separados por amplias cristaleras, de modo que el trabajo de los demás no es ningún misterio.

Al estar situada en la última planta, del edificio, se trata de un dúplex, con una tarima a dos alturas que favorece la construcción de pequeñas escalinatas para acceder a los despachos elevados, naturalmente ocupados por los tres personajes más importantes de la editorial: Xavier como jefe, Katia como co-editora y un tercero encargado de la distribución comercial de las obras y todo el trabajo gráfico. Marcel Gautier, si no recuerdo mal.

—¿Y bien? ¿Te ves trabajando con nosotros?

—Claro que sí. Me encanta el ambiente que hay por aquí.

—¡Genial! No tienes idea del bien que nos haces uniéndote a nosotros. En un rato pasaremos a firmar el contrato de la traducción, pero antes dime más o menos cómo prefieres que actuemos. ¿Quieres trabajar con el traductor y darle directrices, o confías en su criterio?

—Pues... La verdad es que me gustaría hablar con él antes de tomar una decisión —contesto, azorada—. No para ver si es de mi gusto o no, claro... Seguro que es muy bueno... Pero creo que debe haber una conexión entre el lector y el libro, y más todavía cuando el lector va a encargarse de traducir la novela.

—Sí, sí, te entiendo perfectamente. Entonces añadiremos una cláusula para dejar que tengas total potestad sobre la copia en castellano. ¿Qué te parece?

¿Que qué me parece, dice? Me parece que estoy viviendo un sueño y pronto sonará el despertador. Solo por curiosidad me pellizco el brazo. Y nada, no ocurre nada. Sigo delante del escritorio de Xavier, y Xavier continúa mirándome a la espera de otra respuesta. Katia no exageraba cuando decía que a una autora best seller con toda la vida por delante le tendrían en cuenta todos y cada uno de sus deseos.

—Me parece estupendo.

—¡Magnífico! —Da una palmada al aire, emocionado. Se pone de pie a trompicones y me acompaña a la salida—. Aún no tengo redactado el contrato, así que mientras termino de editarlo podrías reunirte con Katia para que te vaya enseñando las oficinas. Su despacho conecta con la del traductor, al que quizá te convendría conocer antes de nada. Es español de nacimiento y tiene raíces italianas, así que nos ha traducido bastantes manuscritos a los dos idiomas. Estudió en dos universidades, una en Madrid y otra aquí, en París, especializándose en filología francesa. También escribe en sus ratos libres, aunque hace unos años que dejó de querer que le publicásemos y... Bueno, que me voy por las ramas —ríe—. Que conste que te digo todo esto porque dudo que él se presente de esta manera. Es un hombre muy reservado y no le gusta hablar de sí mismo. ¡En fin! —Vuelve a dar otra palmada. Su entusiasmo es contagioso—. Katia te enseñará mi pequeño pedazo de cielo y te presentará al resto del equipo. En cuanto termine el contrato te llamaré, o te enviaré un correo, ¿de acuerdo?

Mi mayor inspiraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora