Le he dejado caer sus propias palabras. Por ellos he entendido que el amor verdadero sigue siempre firme en el tiempo. Hace mucho años que dejaron de ser esa pareja que desborda amor, para cumplir sus propios sueños. Rompieron una relación, más no el vinculo sentimental que los unía. Hasta ahora ninguno tiene impedimento alguno para ser feliz, pero tampoco toman la iniciativa. 

El camino a la universidad se hace largo. Claramente voy retrasado haciendo que la ansiedad pueda conmigo. El auto se estaciona, pero no hay rastros de mi nena por ningún lado. Le indico a Taylor esperar mientras entro en su búsqueda. Caminar los amplios pasillos me hace sentir como aquel adolescente que recorrió un sin fin de veces los pasillos de Harvard. No puedo negar que fueron buenos tiempos. Las amistades eran pocas. Un chico de actitud hippie, y otro con apariencia facial gótica que se destacaba en economía empresarial. No era el grupo más atractivo de la universidad, ni mucho menos el popular entre las doce casa, pero nos destacamos por mantener un promedio que nos permitió mantener nuestro cupo dentro de la universidad.

Mis ojos buscan en los pasillos y la encuentro, pero la imagen que encuentro me impacta activando esa jodida sensación de ira muy conocida. Camina en mi dirección sosteniendo en una de sus manos sus libros, mientras que la otra sostiene su bolso. Sonríe relajada, despreocupada, y podría decir que hasta feliz. Permanezco de pie observando su interacción con ese imbécil. Un calor abrasador me recorre como lava hirviente. Aprieto mis manos buscando controlar mi humor que cambia radicalmente. 

Uno de sus libros cae y él en un gesto de un maldito caballero lo recoge. Se lo entrega y reinician su caminar con la mano puesta en la cintura de mi nena. Aprieto los dientes al punto de sentir que chirrean.

¡Sólo yo puedo tocar su maldito cuerpo!

Los ojos de Anastasia se posan en mí, e inmediatamente su sonrisa se amplía. La borra de golpe al ver mi rostro que seguramente denota la furia que me recorre.

—Amor. —Ignoro su voz, ya que mis ojos miran al idiota de Williams el cual me sostiene la mirada desafiante. 

—Señor Grey. —Me tiende la mano seguramente fingiendo ser educado ante mi nena.

Lo ignoro.  

—Vamos. —Tomo los libros de Anastasia y prácticamente la arrastro al auto sin permitir que se despida de él. La ayudo a entrar, para luego cerrar su puerta. Una vez intento rodear el auto miro hacia la entrada en donde está el imbécil sonriendo ampliamente con su cuerpo recargado en la pared. Junto a él están otros dos idiotas que al parecer conocen el objeto de su sonrisa. 

Inhalo profundamente controlando mi humor. No puedo simplemente enojarme con ella, si es él quien intenta separarla de mí. Entro al auto el cual se carga de un ambiente completamente tenso. Permanezco en silencio viendo la ciudad pasar. El día es nublado empañando los vidrios, pero aún así permanezco con la mirada fija en el mismo, centrado en dejar pasar mi ira que ya ha demostrado ser una total mierda cuando se trata de Anastasia. 

La mano de mi nena se posa en la mía llamando mi atención. Giro para verla encontrando aquellos hermosos ojos con un deje de preocupación y tristeza. 

—¿Estás enojado? —Parece una niña con temor ante un posible regaño de sus padres. 

—Lo estoy —me sincero—, y mucho. 

—No hice nada... —La interrumpo rápidamente antes que sus deliciosos labios pronuncien su nombre.

—No es contigo que estoy enojado. Es con él y sus intenciones. —Suaviza su rostro. 

—Es mi amigo. Sólo eso. Aunque quiera no pasará más nada. —Levanta su mano acariciando mi mejilla. —A quien amo es a ti. Sólo tengo ojos para ti sin importar lo que él quiera. —Suspiro profundamente.

Hermosa Ante Mis OjosDove le storie prendono vita. Scoprilo ora