Cuando se da por terminada la charla, me levanto de golpe y salgo todo lo rápido que me es posible sin armar un escándalo por el camino. Echo a andar sin saber muy bien a dónde y me acabo recluyendo en el baño, del cual no salgo hasta que me he lavado la cara dos o tres veces y le he recordado a mi reflejo que Nina tiene razón: nada es para tanto. Nunca.

Después vuelvo a la sala de conferencias, donde Xavier me recibe con un abrazo efusivo y me cuenta hasta qué punto ha sido terrible la operación. Le han dado seis meses de reposo como mínimo, pero admite ser un culo inquieto que no puede pasarse más de tres horas seguidas en el sofá.

—Mi marido estaba dispuesto a pedirse una baja por enfermedad para hacerme compañía —me cuenta, negando con la cabeza—. Pero de verdad que lo pienso y me entran los sudores. No soporto no hacer nada... Y menos cuando acabamos de impulsar la iniciativa de los eBooks. Una en la que se te ha echado de menos... Me alegra que hayas vuelto. ¿Estás mejor?

—¿Mejor?

—Cuando te fuiste tenías muy mala cara. Pensé que te había pasado algo y eras demasiado introvertida para contármelo. Cosa que si te pones a analizar no tiene sentido —añade—. Eres una de las personas más abiertas que conozco.

—Algo me pasó, pero ya estoy bien.

Mentira, mentira como un castillo. De todos modos, Xavier no tiene por qué saber que mi vida familiar es lo único que ha mejorado: mis amigas siguen separadas, continúo con una gran crisis literaria a pesar de escribir diariamente y no he logrado superar mi gran problema con Gael Romano.

—¿Volverás con nosotros, entonces?

—Lo cierto es que estoy escribiendo un libro, y si llega a quedarme como me gustaría... Bueno, que sepáis que seríais los primeros en publicarlo.

—¡Eso es maravilloso, Lulú! —sonríe. Me vuelve a abrazar, tan efusivo como es—. Ya son dos escritores que vuelven a las andadas: tú y Romano.

Las cejas se me levantan solas.

—¿Gael? ¿En serio?

Olvido lo que iba a preguntar en cuanto recuerdo que Nathalie ya no está. Nathalie, la mujer que se escondía detrás de la misteriosa letra a la que dedicaba sus libros. Nathalie, su mayor inspiración. La musa de su prosa.

Sin duda alguna, el hecho de que ya no vaya a poder estar con ella ha debido de inspirarle. No para escribir un libro lleno de esperanza y alegría, eso está claro. Pero es de suponer que vaya a llegar hasta el final con su línea de obras dedicadas a Nathalie, dedicándole el último de todos ellos. Quizá uno en el que plasme lo que piensa respecto a la fugacidad de la vida, ya que suele asociar cada uno de sus escritos a una opinión acerca de un tópico literario.

—No sé por qué se ha decidido a publicar de nuevo, pero me alegra que lo haga —comenta Xavier, encogiéndose de hombros—. Según se dice por ahí, el día que el escritor deja de escribir es porque ha perdido una parte de sí mismo. Que haya vuelto a coger la pluma significa que está encontrándose. ¿No crees...? En fin. En principio puedes venir cuando quieras. Sigue habiendo sitio para ti en el despacho de las gemelas —continúa Xavier—. Si no te apetece escribir en casa y quieres un poco de privacidad, también podría darte las llaves y quedarte por las noches. Gael y Marian, por ser escritores aparte de trabajar, también tienen una copia. Te aseguro que no hay nada que inspire más que las luces de París al otro lado de la ventana.

—No lo dudo —asiento, totalmente de acuerdo—. París tiene una magia especial.

Aprovecho que no tiene nada que hacer para contarle brevemente la trama del nuevo libro; una disertación a la que él asiste encantado y poniendo toda la atención del mundo. Xavier es la clase de persona que cualquiera querría en su vida, entre otras muchas razones —como por ejemplo, por ser encantador, amable y comprensivo— porque nunca da la sensación de estar haciendo oídos sordos a lo que le cuentas.

Mi mayor inspiraciónWhere stories live. Discover now