Al final me tengo que reír.

—Hablando de tu estupenda presencia... ¿Te apetecería venir a la despedida de soltera de Jacques? Necesitamos un playboy, y creo que no hay nadie más capacitado para esa tarea que tú. La manía que tienes de toquetearte los abdominales en medio de la oficina las vuelve locas a todas. Seguro que servirá que te la quites para excitar a mis amigas.

Marcel se gira para mirarme al borde del ataque de risa.

—No me puedo creer que me acabes de proponer eso. ¿De veras quieres que te baile en bolas?

—No es solo a mí. A mis amigas también.

—Katita es tu amiga. ¿Tengo que bailar para ella? —Asiento solemnemente y él se ríe—. Increíble, me empujas a darle motivos para que piense que algún día tendremos algo, como si no tuviera bastante con mis coqueteos... La verdad es que me dejas consternado, Lulú, pero me encantan los retos. Veré lo que puedo hacer. Tendré que ir descargándome algunas canciones antiguas de Britney Spears para mover estas caderas.

—Eres un payaso —señalo, riéndome—. Y ni se te ocurra elegir una que no sea Toxic.

Marcel pone los brazos en jarras, se da la vuelta y empieza a sacudir el cuerpo como si estuviera teniendo un ataque epiléptico. Aunque creo que en realidad quería mover el trasero como las bailarinas de twerk.

Baby can't you see... I'm calling...

—¡No me lo creo! —Empiezo a aplaudir y a reírme como una loca—. ¿Te la sabes? ¿Cómo puedes ser hetero y fan de Britney Spears al mismo tiempo?

—En mis tiempos adolescentes, tenía un póster de Britney Spears semidesnuda colgado en la pared. Me pone muy cachondo, y... tengo una hermana adolescente. Es una mala combinación.

—Malísima... ¿Qué opinan de esto tus conquistas? ¿O prefieres obviar lo de que te sabes los bailecitos de la hermana de Zoey 101 cuando tienes una cita? Lo entendería, en realidad... A mí me daría grima que mi pareja empezara a moverme el culo. Bueno, tú me das grima a secas —le provoco.

—¿Que te doy grima? Pero bueno, ¿quién te has creído que eres? —Se va acercando a mí y me acorrala contra la pared. Yo me cruzo de brazos, manifestando mi intención de mantenerme en mis trece—. Pídeme una disculpa. Está muy feo reírse de los gustos de la gente.

—Vaya, vaya... ¿No sabes encajar una disculpa, hombretón?

Marcel estrecha los ojos, y antes de que pueda dar un paso o huir de sus manos largas, se agacha y me coge por los muslos para echarme sobre su hombro. Doy un grito y, cuando recuerdo que estoy en el trabajo y no en un parque recreativo infantil, me tapo la boca.

—¡Marcel! —exclamo, entre sorprendida y divertida—. ¡Bájame, idiota! ¡No tenemos trece años!

—¿Ah, no? Oh, oh... Creo que alguien va a verle las braguitas a la señorita escritora...

Automáticamente me llevo las manos al trasero, intentando aplastar la falda para que no se me vea nada. Y ante eso, Marcel empieza a dar vueltas sobre su eje para que el aire vaya agitando la tela del vestido.

—Vale, vale, ¡ya lo pillo! Lo siento... Siento haber puesto tu hombría en tela de juicio, siento... —No me da tiempo a decir nada más, porque me empieza a hacer cosquillas metiendo los dedos entre los huecos de mis costillas. Y como no soy inmune a ese tipo de ataques, rompo a reír como una loca—. ¡Ma... Marcel! ¡Te voy a matar!

—¿Asfixia sexual? Un playboy no merece otra muerte, bomboncito.

—¡Como no me bajes voy a darte un mordisco en el culo! —amenazo. Y justo cuando le agarro de las nalgas para asegurarme el equilibrio, levanto la cabeza y me encuentro con que hay alguien al pie de la puerta.

Mi mayor inspiraciónWhere stories live. Discover now