Walden.

977 44 2
                                    

Walden me acompañó hacia el interior de su casa. Nunca había estado en ella. Era bastante espaciosa y estaba iluminada por una gran ventana en lo que parecía ser la entrada hacia el salón. Entonces, me condució hacia el piso de arriba, donde se encontraba su habitación.

—Toma — dijo, dejándome una camiseta. —Al final del pasillo encontrarás la ducha —dijo mirándome de arriba a bajo.

Me dirigí rápidamente a la ducha, que me evadió de mis problemas por un momento. Bajé hasta el salón al no encontrar a Walden en su habitación. Mientras bajaba por las escaleras, me interrumpió:

—Ven aquí con nosotros —dijo de repente su hermana Lucie, de una forma encantadora.

Me acerqué avergonzada. Llevaba la camiseta de Walden, que llegaba justo por mis rodillas. Me senté al lado de él y entonces su hermana comenzó a hablar:

—¿Te sientes mejor? —dijo, de la misma forma entrañable.

—Si, gracias —dije, tímidamente. —Oye, siento lo de antes, pensé que... —comencé a decir.

—Se lo que pensaste, no es la primera vez que me pasa, siempre me confunden con su pareja, no te preocupes. Soy Lucie, por cierto. Sé que te llamas Jessica, Walden habla mucho de ti. Me alegro de que te encuentres mejor —dijo sonriendo.

—Me acababa de enterar de que mi padre aún sigue vivo. Mi madre siempre me dijo que él simplemente me abandono, que no me quería. Y vi en su mirada algo diferente, un brillo que reflejaba una ilusión por tener a su hija de vuelta —dije mirando al suelo.

—Lo siento, no sé qué decir —dijo Walden.

—Cuando éramos pequeños, nuestros padres peleaban mucho. Un día, mi padre fue a trabajar tras discutir muy fuertemente con nuestra madre. Debido a su estado de furia, chocó con un coche y fallecio. Supongo que fue innecesario. Por suerte el tuyo está vivo, piensa en eso—dijo Lucie apenada.

—Lo siento, no tenía idea —dije triste.

—Cambiando de tema, ¿estáis juntos?—comenzó a decir.

Entonces ocurrió un juego de miradas entre nosotros. No sabíamos que decir, pero nuestra mirada lo decía todo.

—Oye, ¿que tal si vemos fotos de Walden? —dijo su hermana. —Estoy segura de que te encantará verle de pequeño —dijo levantándose hacia una estantería del extremo del salón.

Mientras tanto, Walden colocaba su mano en mi muslo desnudo, cruzando miradas cómplices, cosa que confirmó que todavía estaba ahí para mí. A continuación, Lucie llegó con tres grandes álbumes. Reimos por horas viendo las adorables fotos de un pequeño Walden. Nunca pensé que entablaría tal confianza con algún miembro de su familia, pero sin duda no dejaba de sorprenderme. La buena relación con su hermana me encantaba. Parecían muy unidos, y se notaba el gran cariño que se tenían el uno al otro.

—Me ha encantado conocerte por fin. Tengo que irme a mi casa, pero apuesto a que cuando vuelva aquí nos volveremos a ver —dijo tan encantadora como siempre tras darme un largo abrazo ante la atenta mirada de  Walden.

La acompañamos hasta la puerta donde vi anonadada como se despedían.

—Se nota que os queréis muchísimo —dije justo cuando se marchó.

—Ven —dijo conduciéndome hasta el sofá. Me envolvió en sus brazos y me dijo:

—¿Sabes? Siempre estuvimos muy unidos. Tras la muerte de nuestro padre todo cambio, solo nos teníamos el uno al otro y para mi, ella lo es todo—dijo, mirándome a los ojos.

Entonces le abracé, y le bese todo lo que no pude este tiempo porque le había echado mucho de menos.

—Gracias por contármelo —dije mientras reposaba en su pecho.

Ese momento, lo cortó mi teléfono, más bien mi madre. No paraba de llamarme.

—Vamos a solucionar eso —dijo conduciéndome hacia las escaleras.

Llegamos hasta una azotea que no tenía ni idea de que existía. Me dió su chaqueta y llegamos al borde del vacío.

—Tíralo —dijo para mi sorpresa.

—¿Estas loco? —dije riéndome

—Vamos Jessica, arroja todos tus problemas, ¡vamos tíralo!

Y así hice. Lo tiré con tantas fuerzas que me sentí desahogada.

Pasamos a su habitación, y Walden se arrojó en la cama mientras me observaba con atención. Notaba que hoy estaba especialmente cariñoso. Me coloqué delante de su cuerpo que yacía en la cama y le besé. Me acarició la cintura haciéndome que se me erizara la piel, como cada vez que me tocaba lo más minimo. Me acercó a su cuerpo hasta que quedamos pegados completamente. Besando mi cuello, me hacía arder y sus besos cálidos y apasionados eran adictivos, lo quería a él ahora. Sentada en su regazo, nos miramos tan cerca que podía sentir su respiración.

—Vamos a hacerlo —dije.

Le quite la camiseta rápidamente y besando su torso sentí como enloquecía.

—¿Estas segura? —dijo.

—Si —dije entre beso y beso.

Me quitó la ropa y se mordió el labio. Me encantaba encantarle. Teníamos una habitación entera para nosotros y quería que fuera mío. Me besaba por todas partes, pasando su lengua por toda mi piel y me lo hizo despacio, pero pasional. Descubrí un nuevo dolor, que se trataba de amor, y nada más.

Frágiles ©| COMPLETADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora