La pelea.

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Un giro de los acontecimientos hizo que mi desperdicio de noche al final hubiera merecido la pena.

Tras el tortazo, Collin se abalanzó sobre mí con una mirada de furia.

—¡Todo es por tu culpa zorra! —dijo cogiéndome del cuello de la camiseta.

No sabía que hacer, pero no hizo falta pensar, porque casi en un tercio de segundo, Liam lo hizo por mí. Lo apartó de un puñetazo y Collin se limpió la sangre que le bajaba desde el labio. Sin pensarlo, le propinó uno de vuelta a mi novio. No sabía que hacer, yo y Sally no parábamos de gritar y suplicar que lo dejaran estar.

Las lágrimas caían por las mejillas tristes de mi amiga. Verla así era desolador. Había estado demasiado tiempo sin que me necesitase a mi, pero no sin que yo la necesitara a ella. Sally golpeaba a Collin mientras lloraba sin cesar, intentando apartarle de Liam y así hacia yo también. Desafortunadamente, la pelea iba a más por momentos y era desquiciante.

Entonces decidí ponerme en medio de los dos. Si iban a seguir con la pelea, sería yo el objetivo.

—Adelante, seguid —grite desafiante.

Entonces sentí como Liam me agarraba de la cintura en un sentido protector. Collin me observó con los ojos muy abiertos. Podía apreciar la ira en su mirada. Liam, en cambio, permanecía alerta, lo justo para poder asaltarle si volvía a tocarme.

Sin esperarlo, Collin se dirigió hacia Sally. La miró a los ojos, le cogió la cara con dulzura e intentó mantener a la única persona que le podría querer nunca.

—Nada de esto es verdad, solo quieren separarnos. Sabes que te quiero —dijo con un nerviosismo al que ella respondió: —Yo no a ti.

Vi el sufrimiento en los ojos de Sally. Por supuesto que lo quería, solo le decía eso para que la dejara ir porque sabía que esa sería la única forma en la que Collin pasaría del amor al odio. De una manera inmediata, Collin la soltó sin más y se fue. Como era de esperar, Sally comenzó a llorar. Se arrodilló en su portal y se cogia del pelo mientras sollozaba. Mentiría si no dijera que me preocupaban más las heridas de Liam que el sufrimiento de Sally por ese capullo. Se le pasaría.

Al ver el rostro de mi precioso novio, se me partió el alma. Tenía el labio partido además de un ojo morado. De acto seguido observé sus heridas y maldije por lo bajo, —Collin parecía menos fuerte de lo que era—pensé.

—Estoy bien —dijo sonriendo, y me parecía más precioso que nunca.

A continuación, nos arrodillamos delante de Sally. Ella seguía sollozando pero paró cuando le dije: —No me iré más ¿de acuerdo?.

—¿Aunque la cague mucho?—dijo medio sonriendo.

—Aunque la cagues mucho—dije abrazándonos.

Pasé la noche con Sally. Liam respetó mi decisión porque sabía que tenía que estar con ella. Hablamos por horas. Sally me confesó que la relación con Mike se volvió rutina. Ella le seguía queriendo, pero quizás Mike no le aportaba tantas cosas como Collin.

Entonces la entendí. Me recordó a mi misma.

Tras haber conocido a dos chicos, uno de ellos encantador, ninguno era como Liam. Quizás siempre lo supe. Al día siguiente nos sentíamos llenas. Nuestra amistad había pasado por baches que habíamos tapado y nos sentíamos como nunca. Prometimos no volver a dudar de la otra y mantener una confianza plena, cosa que nunca debimos perder.

Al salir de casa de Sally miré el móvil y tenía un mensaje de Liam, hacía un mes que comenzamos a salir. Lo había olvidado, las discusiones y los problemas me habían mantenido fuera de mis pensamientos. Conduje hacia la casa de Liam y me abrió con un gran abrazo que me levantó del suelo. Estábamos más que bien

—Hoy te quedarás ¿verdad? —dijo seductor.

—Tal vez... —dije picarona.

Entonces Liam hizo una mueca de deseo y comencé a reírme. Pasé un día entre los brazos de Liam. Me hizo una cena, y me parecía un gesto precioso que hubiera intentado sorprenderme, ya que no tenía ni idea de hacerlo. Sus brazos tatuados iban perfectamente con mi cuerpo. Decidimos no salir ya que el tiempo no acompañaba. Pusimos la chimenea y nos tumbamos en el sofá bajo mil mantas.

Los besos cálidos de Liam iban calentando la temperatura de la habitación.

—Para si no quieres que no te deje salir de mi habitación en un mes —dijo Liam entre dientes.

—¿Con cuantas chica te has acostado? —pregunté apartándome de el.

—Con muchas, ¿por qué? —dijo extrañado.

—ah... ¿cuantas?—dije curiosa.

—No las he contado, varias supongo—dijo y la temperatura se heló en cuestión de segundos.

—¿Y tú?—me preguntó, y el nerviosismo me recorrió todo el cuerpo.

—A varios también —dije mintiendo.

Pensé en decirle que era virgen, pero pensé en la vergüenza que pasaría y lo dejé estar.

—Ah —dijo extrañado.

—Cállate—dije pegándole con cierta dulzura.

—Bueno, ahora estamos tú y yo y nadie más —dijo acercándose a mi de nuevo

Sabía que tenía razón, pero no paraba de imaginarme a Rebeca entre sus brazos.

Frágiles ©| COMPLETADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora