Un nuevo comienzo.

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La nueva ciudad parecía infinita. Los enormes edificios sobresalían entre sí, dejando ver las miles de personas que caminaban pareciendo ignorarse, sin ni siquiera mirarse. Siempre me había inquietado la forma de vivir de las personas en la ciudad. Parecen vacíos, sin encontrarse a sí mismos.

Llegamos a una urbanización en el centro, cosa que me asombró debido al elevado presupuesto que le habría suponido a mi madre. Era todo tan diferente a lo que estaba acostumbrada, nada era como lo imaginaba.

Una casa bañada en color blanco y con una dimensión enorme se plantaba ante mis ojos sorprendidos, y a la vez ilusionados. Mi hermano y yo nos miramos, sabiendo perfectamente lo que pensábamos el uno al otro de nuestro nuevo hogar. Aunque me sentía rota por dentro, no podía negar que la nueva ciudad me gustaba.

Subí a toda velocidad buscando la que sería mi nueva habitación, y cuando la vi supe que sería la mía. Era mucho más grande que la que tenía antes, junto a una enorme cama de matrimonio y el mismo color blanco de la fachada en toda la habitación. Simplemente me abalancé sobre mí nueva cama, buscando una tranquilidad y un desahogo que llevaba buscando desde que empezó este día.

El día pasó antes de lo que me esperaba. Un continuo reparto de cajas y desempaque se escuchaba desde abajo de las enormes escaleras blancas que conducían hacia el comedor. Mi madre no paró en todo el día, no comprendía como se seguían manteniendo en pie.

Al día siguiente, había conseguido que pareciera que esa había sido nuestra casa por años. Bajé las escaleras observándolo todo con atención, parecía una mansión y no entendía el cambio tan repentino de ambiente. Algo no me gustaba de aquello.

Tras desayunar con mi madre y mi hermano llamé a Sally.

—Hola, ¿que tal tu nueva casa? —preguntó en cuanto lo cogió.

—Bien, supongo. Parece un lugar de ricachones, no te lo podrías imaginar —dije, sondando muy raro de mí.

Entonces, conversamos durante rato sobre el instituto y sobre lo nerviosa que estaba de lo que iba a ser mi primer día, ya que no conocía a nadie. Al terminar de hablar con Sally, me sentía muy mal conmigo misma. No podía sacarme de la cabeza a Liam y lo que pasó el último día que estuvimos juntos. ¿Es que hice algo mal? ¿Por qué no pudo todo ser como esperaba? Sentía que nuestra historia no debía acabar así, así que lo llamé.

—Liam—dije casi susurrando.

—Jess, ¿que tal estas? —dijo como si no hubiera pasado nada.

—¿Por qué te fuiste sin despedirte? —escupí ignorando su pregunta.

—Es complicado, ahora que te vas ya nada será igual —dijo, y sentí que se me rompió el corazón. Tras colgar con miles de lágrimas que acompañaron mi noche, acabe dormida replanteándome qué había echo mal.

Finalmente me juré a mi misma que no volvería a creer en el amor.

Frágiles ©| COMPLETADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora