Convénceme.

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—No sabes nada de mi, más te vale que me dejes en paz—grité, sin mirar atrás. Noté como se acercó por un momento, pero retrocedió sus pasos.

Llegué a casa, ignorando la preocupación de mi madre respecto al portazo y a la encerrona en mi cuarto. Lo tiré todo. Comencé a arrojar todo lo que encontraba a mi alrededor, y no tenía intención de parar. Mis brazos se movían por la rabia y quería acabar con todo. Entonces, me desmoroné en mi puerta, con las manos en la cabeza bloqueándole el paso a mi hermano, que estaba preocupado debido a el ruido que había provocado arrojando las cosas.

Tras diez minutos de insistencia de mi hermano, dejé que entrara. Al hacerlo, se agachó para conversar conmigo y finalmente accedí a ello, ya que necesitaba desahogarme con alguien. Antes de decir palabra, me abrazó. Fue la cura más dulce que jamás había recibido por parte de alguien que realmente me quería y no me haría daño.

—Estamos listos los dos —bromeó.

—¿Puedes dormir hoy conmigo? —pregunté, esperanzada.

—Claro que sí —dijo dulcemente. Sabía que le necesitaba.

Al día siguiente, Sally estaba en mi puerta antes de lo que me esperaba. Decía estar muy contenta por estar aquí conmigo, pero, en cambio, yo no lo estaba tanto. En realidad, no quería estar con nadie. Sentía un vacío tan grande que pude llegar a describir como una depresión de la que me iba a ser difícil escapar.

Pasamos la tarde en el centro comercial, ya que Sally pretendía animarme. Allí, ella, que me conocía muy bien, notó que algo no estaba bien.

—¿Estás bien? —preguntó preocupada.

—Si —mentí.

—Llevo siendo tu amiga desde los 8 años, no me mientas —dijo segura.

A continuación, le conté todo. Desde el principio, desde que todo empezó, desde que empecé a sentirme mal conmigo misma debido a todo lo ocurrido, y la gran depresión por la que estaba pasando.

—Jessica debes valorarte como lo que eres y lo que te mereces, que no es más que lo mejor. No dejes que el pasado te afecte, y no alejes a las personas de ti, incluido a ese chico. Quizás solo tenga buenas intenciones, pero eso nunca lo sabrás si no le dejas entrar en tu vida —dijo, mirándome a los ojos con la sinceridad más profunda que jamás había tenido conmigo.

—Gracias por intentar guiarme por el camino correcto, pero me temo que la puerta esta averiada, y no es posible que deje entrar a nadie más, no me siento con fuerzas para nada más —dije, manteniendo la postura.

—Lo sé, y por eso mismo deberías ir con él. Escucha, ¿cuantas veces has salido desde que te mudaste? —preguntó Sally.

—En realidad, no conozco a nadie aquí...–dije tras un silencio.

—No tiene nada de malo salir de tu cueva a veces —dijo Sally, levantándome la barbilla.

—Está bien —dije finalmente mientras cogía el móvil para llamar a Walden.

—¿Podemos vernos hoy?—le dije ante la atenta mirada esperanzada de Sally.

Frágiles ©| COMPLETADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora