Capítulo 28

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—¿Qué? —Gritó Iván con temblor, no podía distinguir su rostro y veía de muy mala educación iluminarlo en estos momentos—. Angélica, ¿qué estás diciendo?

—Tu papá me lo dijo. Me pidió de favor que no se lo dijera a nadie, porque sabía que tú te debilitarías.

—¡Por supuesto Angélica! —Gritó—. ¡Debieron decírmelo!

Iván pasó por mi lado e inmediatamente entró apresurado al ducto ignorando cualquiera que fuese mi respuesta.

—¡Iván! —Le grité intentando detenerlo, pero él no iba a hacerlo. Me fui con él y rápidamente salí del ducto.

—¿Qué pasa? —Preguntó Hernán, estaba encima de una camilla retirando la lámpara del techo. Lo ignoramos totalmente y continuamos nuestro camino.

Corrí, pasamos por un lado de Dalila hasta que llegamos al cuarto de Renato. Iván tomó el pomo y lo giró hasta abrir la puerta.

—¡Papá! —Le gritó llegando con él. Entré justo después de él y nos situamos a un lado de Renato. Iván colocó las manos encima del pecho de su padre y lo agitó. Renato estaba dormido—, ah, no ¡papá! —le gritó. Sus palabras de llanto hacían que su voz se escuchara más grave de lo normal—. Despierta por favor. Dime que no es cierto que vas a morir.

—Iván —le llamé.

—¡Cállate Angélica! —Me gritó y por primera vez en sus ojos observé coraje. Esas palabras hicieron eco en mi corazón, un eco más profundo que el que se escuchaba dentro del ducto. Me hicieron abrir la boca por lo inesperado que fueron esas palabras. Me habían dolido—. ¡Mi papá ya está muerto! —Esas palabras terminaron de derrumbarme, me hicieron callar mis palabras de golpe y soltar mis lágrimas con rapidez. Ya lo sabía, sabía que este momento llegaría, pero no sabía el efecto que esa noticia tendría en mí.

No supe qué decir, Iván debería estar molesto conmigo por no haberle comunicado la noticia sobre su padre antes. Quizá si lo sabía se habrían tomado otras medidas.

—Papá por favor —volvió a repetirle, esta vez me acerqué hasta donde él y toqué delicadamente la frente de Renato. Estaba helada. Renato ya no estaba respirando—. Despierta, Dios. Por favor no te quedes dormido. ¡Papá!

Sentí un apretón en el estómago, un amarre de dolor. Ahora me sentía responsable de la muerte de Renato, solamente por haberme callado ante Iván. Él debió saberlo. Estaba destrozado aferrándose al cuerpo de quien fue su padre, mientras que yo no dejaba de llorar. Si me hubieran ocultado que mi padre o cualquier otro familiar fuera a morir, también me hubiera molestado.

Iván estaba inclinado sobre el regazo de su padre, mientras que con sus manos apretaba la camilla. Lentamente levantó la cabeza y me lanzó una mirada fría. Su nariz escurría mucosa y se mezclaba con sus lágrimas al terminar en el filtro de sus labios. Se levantó y no podía distinguir su expresión.

—Debiste decírmelo Angélica —me dijo y golpeó fuertemente el buró a un lado de la camilla—. ¡Por qué demonios me lo ocultaste! ¿Quién eres tú para callar un secreto?

—Tu papá me lo pidió Iván. Por favor, entiéndeme. No soy nadie, lo sé, pero tu padre confió en mí. Él quería que tú no te enteraras para que fueras fuerte en lo que viniese.

—O sea que si moría, ¿nunca ibas a decírmelo? ¿O qué pensabas hacer?

—Él creía que iba a morir una vez que nosotros pasáramos por el ducto.

—¿Y si no hubiera habido nada del otro lado? —Preguntó, nunca se le terminarían las preguntas.

—No lo sé Iván —respondí—, yo solamente seguí las órdenes de tu padre.

Clínica (#2 Hospital)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora