Capítulo 6

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Mis lágrimas se derramaban y mi boca se abría ante el impacto de lo que acababa de presenciar. Primero un asesinato y ahora un suicidio, todo tan cerca de mí. Un trauma del que bastaría mucho tiempo para poder olvidar, al igual que Neus, quien también lo observó todo con claridad. También lloraba y yo la abrazaba, para darle a entender que todo estaría bien.

La sangre fría de ambos cuerpos ya comenzaba a teñir el suelo de rojo, me provocaba nauseas verla así, sentía que iba a desmayarme gracias a la textura de ésta. Alessandra muerta, encima de Coeto muerto.

Karen también estaba cerca de ellos y se veía fuera de sí. Sus lágrimas seguramente estaban cubiertas por la impresión. Alessandra fue su doctora, seguramente tenía que sentir algo de compasión por ella.

—No dejaremos que Patricio también haga algo así con nosotros —dijo Renato acercándose a los cuerpos. No quiso verlos, se dio media vuelta y apretó sus labios. Se colocó frente a todos y abrió sus brazos para proceder a caminar hacia enfrente y apartarnos a todos de los cuerpos—. No veamos esto. Coeto y Alessandra parecían ser buenas personas y ninguna tenía nada en contra de Patricio, si él no va a respetar nuesta inocencia, nosotros no vamos a respetarlo. No vamos a permitir que ese miserable acabe también con nuestras vidas.

—Papá —le dijo Iván a Renato. Se agachó y recogió el arma de las manos de Alessandra, un pequeño esfuerzo bastó para tenerla en sus manos—. Toma —se la entregó y Renato la tomó. Entre ellos dos parecía haber una buena relación entre padre e hijo y, a pesar de lo que acababa de pasar con el hijo de su madre, se mantenían fuertes y al margen de lo que ocurría en este lugar.

—Gracias hijo —susurró Renato y colocó el arma en el bolsillo de su pantalón, no sin antes quitarle el cartucho y colocarlo en su otro bolsillo. Volvió a dirigirse a nosotros—. Guardaré el arma por protección.

—¿Por qué tú? —Le preguntó Hernán desafiantemente.

—Guárdala tú si quieres —contestó Renato pacíficamente metiéndose nuevamente las manos a los bolsillos pero inmediatamente Melissa se acercó a él y lo detuvo.

—No, no. Está bien —le dijo—, usted puede guardarla.

Estaba de acuerdo en que era mejor que el arma se mantuviera en manos de Renato, de igual manera era la única persona mayor y confiable que podía guardarla.

—¿Qué haremos con esos cuerpos? —Preguntó Dalila de manera cortada. Estaba a un paso de derramar lágrimas. Lágrimas que destruirían su perfecto maquillaje—. No podemos dejarlos aquí.

—Podemos encerrarlos en el cuarto —opinó Karen—, de igual manera ahí adentro no hay nada que pueda servir para sacarnos de aquí.

—Sí, sí —dijo Joel de inmediato. Hasta raro se me hizo escuchar su voz frente a todos—, me repugna ver esa sangre y los cuerpos ahí. Llévenlos al cuarto, rápido.

—¿Por lo menos podrías ayudar? —Le preguntó Iván y Joel le regresó una mirada fulminante.

—Claro que no —dijo—, yo no tengo por qué ayudarles a hacer algo en este lugar.

Iván prefirió quedarse callado antes de contestar, si algo que odiaba más que la prepotencia de Hernán, era el carácter soberbio de ese muchacho.

—Todos estamos tratando de hacer algo muchacho —le dijo Renato—, pero si no quieres hacer nada por nosotros, no pidas después que hagamos algo por ti.

—Okey —respondió Joel indiferentemente—, ¿ya me puedo sentar a esperar a que encuentren una salida? —Señaló el sofá tras él. Nadie contestó, él asintió levemente y sin decir algo más procedió a sentarse.

Clínica (#2 Hospital)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora