Capítulo 10

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—Oh Dios mío, Dios mío —expresaba Dalila sin dejar de observar el cuerpo de Mariana, ella era quien más la había tratado dentro de este lugar y debería sentirse demasiado mal, o por lo menos más que nosotros.

Renato se acercó al cuerpo inmóvil de Mariana y se acuclilló ante él. Lo observaba sin expresar nada, sin emitir algún gesto, seguramente estaba en shock, al igual que todos nosotros. Su hijo Iván estaba recargado a la pared blanca de la clínica, justo de lado del ducto de ventilación que acabó con la vida de Mariana. Estaba observándolo todo, abrazándose a él mismo mientras sus lágrimas también caían, debería estar impresionado por el hecho de que gracias a su situación, no fue él quien estuviera tirado en el suelo sin cabeza.

—¡Es mi culpa! —Expresó Karen, su gran cabellera negra bailaba de un lado a otro cuando se movía, se acercó a Renato y no dejó de ver a Mariana mientras estaba tras él—. Yo informé lo del ducto, nunca debí haberlo hecho.

—No es tu culpa Karen —se levantó Renato quedando frente a Karen quien lloraba desconsoladamente. Colocó las manos en sus hombros y lentamente la fue acercando a su cuerpo hasta que terminaron en un abrazo—. No es para nada tu culpa. Todos intentamos buscar una salida por aquí y tú solamente hiciste tu parte.

Por un momento observé cómo Karen sonrió y volvió a su gesto de impureza de inmediato al percatarse de que la estaba viendo, pero seguramente mi mente me jugó una mala pasada, no era posible que Karen hubiera sonreído ante tal acto.

—¿Qué es lo que acaba de pasar? —Preguntó la voz sorprendida de Joel a un costado de nosotros. Cuando lo observé mantenía su mirada fija en el cuerpo de Mariana y su boca abierta levemente, no se movió de su lugar. Se quedó esperando alguna explicación.

—Una trampa —respondió Iván, Joel lo observó por un momento aún con el mismo gesto y luego volvió su mirada nuevamente a Mariana—, entró al ducto buscando una salida, y solamente fue una trampa.

—¿Trampa? —Preguntó Joel con miedo, por primera vez intentaba acoplarse al grupo—. ¿Quieres decir que este lugar está cubierto de trampas?

—No lo sabemos —respondió Iván. Hace apenas unos momentos estos chicos se estaban matando a palabras, y ahora hablaban como si nada hubiera pasado anteriormente. Así era Naúm, cuando peleábamos, él no me dejaba estar enojada, siempre buscaba la manera de hablarme y simplente llegaba haciendo como si nada hubiera pasado, de vez en cuando me pedía perdón, pero la mayoría del tiempo lo ignoraba. Seguramente así eran todos los hombres, y más ellos que estaban en la adolescencia, o simplemente Iván es tan noble como para permitirse estar enojado. O la situación era bastante grave para ignorarse el uno al otro.

Moffy, ahora que pensaba en las veces en las que Naúm me pidió perdón, recordé que en una de esas llegó con un Basenji a casa, un cachorro muy extraño que no ladra, solamente emite un sonido muy extraño. Me había encantado y ahora ya no era un cachorro como cuando llegó a casa. Era muy dócil y seguramente estaba esperándonos en casa en este momento.

Joel continuó acercándose más a nosotros y nos veía con preocupación, ahora sí le aterraba el hecho de estar aquí encerrados.

—¿Qué haremos con su cuerpo Renato? —Le preguntó Hernán, Renato pareció pensar y su mirada se desvió a la puerta del cuarto donde yacían los restos de Coeto y Alessandra—. ¿Los colocaremos con ellos? —Preguntó al percatarse de la dirección de su mirada.

—No podemos dejarla en vista de todos —concluyó Renato—, ayúdame con ella.

—¿Y la cabeza? —Preguntó Joel al instante con repugnancia—. También se la llevarán, ¿verdad?

Clínica (#2 Hospital)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora