Capítulo 2

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Estaba tan metida en mis pensamientos que no escuché cuando gritaron el nombre de Johana Oropeza, ni siquiera me había percatado de verla entrar. Era una muchacha rubia, con una blusa roja claro, me gustaba su color de labial rojo y sus ojos verdes. Se levantó de su asiento con una cara pálida, apenas y podía caminar. A su lado iba una muchacha un poco más joven casi idéntica a ella. Se podía adivinar fácilmente que eran hermanas.

La muchacha de nombre Johana pasó al instante y no pasaron ni tres segundos cuando gritaron otro nombre.

—¡Señor Ricardo! —Gritaron. Cuando busqué a la persona para identificarla, me quedé extrañada, no por él sino por su vestimenta y la de su acompañante. Él traía un elegante traje negro con una corbata roja, y su acompañante traía un vestido azul marino y un pequeño monedero color plateado en su mano derecha. Su maquillaje estaba fresco y su cabello con un peinado arreglado, parecían venir de un evento importante.

Él se levantó y su compañera también, él le depositó un tierno beso en los labios como el que Naúm me dio en la frente.

—Ahorita regreso mi amor —le dijo él y giró su cabeza repentinamente para comenzar a toser, seguramente ésa era la causa por la que venían a este hospital. Era una tos fuerte y escandalosa que se escuchaba por toda la sala de espera—. Voy a que me receten cualquier jarabe o pastillas para mañana ser felices.

No entendí muy bien a lo que se refirió, ¿mañana ser felices? Seguramente iba a pasar algo importante o superaron algo grave como para iniciar una vida de nuevo.

Cuando nuevamente le di un vistazo a la sala de espera, me percaté de que no sólo Johana y su hermana, Ricardo y su esposa habían llegado a ella. En el asiento donde estaba antes sentado uno de los gemelos, ahora estaba ocupado por una señora de edad mayor. Le calculé unos 65 años, vestía muy elegante pero se miraba muy demacrada, sus manos temblaban levemente, quizá nerviosa por esperar noticias o por cualquier otro motivo.

—Maestra Ximena —le llamaron de recepción cuando ya había dejado de observarla. Ella se levantó con sumo cuidado y observé que sus piernas apenas alcanzaban a sostenerse. Me ofrecí para ayudarla, la tomé del brazo pero ella pareció molestarse.

—Yo, pu, puedo so, sola muchacha. Gra, gracias —me dijo. Sentí un poco de lástima por ella, ¿acaso no tendría algún familiar que se ofreciera a acompañarla? Pensé en mi madre, ella fue una mujer muy fuerte que lamentablemente sufrió mucho antes de morir, siempre estuvo con la esperanza viva de salir adelante en su enfermedad. Esperaba con el corazón que esta señora testaruda que intenté ayudar, alcanzara a recuperarse.

—Angélica —me llamaron a mi lado justo cuando regresaría para tomar asiento. Cuando observé a la persona que me llamó me percaté de que fue la misma que se me hizo conocida, aún me lo parecía pero seguía sin poder recordarlo, pero al parecer ella sí lo hizo conmigo. Tenía el cabello pelirrojo y unos ojos hermosos de color verde. Por más que intentaba recordarla, a mi cerebro no llegaba nada—. Porque sí eres Angélica, ¿verdad?

—Sí —respondí y solté una risita, era increíble cómo no podía acordarme de dónde conocía a esta persona. Incómodo aún cuando ella sí me reconocía—. Disculpa ser tan grosera, pero, ¿podrías recordarme de dónde nos conocemos?

Ella rió cínicamente. Totalmente falsa su risa y me pareció muy hipócrita que hiciera eso. ¿Qué tramaba?

—¿Te refresca el cerebro Cristina Barbens? —Me preguntó. No, ella no podía ser Cristina Barbens, hacía más de quince años que no la veía gracias a un malentendido que tuvimos.

—Cristina...

—Yo no soy Cristina —me dijo, entonces su imagen llegó a mi cerebro y por su asentimiento pude captar que ella se enteró de que todo me vino a la memoria. Ella era Marcela Barbens, la hermana menor de Cristina. Con ella nunca tuve ningún problema pero era claro que estaba de lado de su hermana después de lo sucedido—. ¿Qué pequeño es el mundo no Angie?

Clínica (#2 Hospital)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora