Capítulo 1

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Dejé el vaso de la licuadora en su lugar después de haber terminado de lavarlo. Antes habían quedado residuos de un licuado que mi hija Neus había tomado antes de ir a la escuela.

—¡Angélica! —Escuché el grito suplicante de mi esposo Naúm. Ayer había tenido unos fuertes dolores de cabeza y me temía que ya le hubiera regresado—. ¡Angélica ven por favor! —Gritó de nuevo, esta vez lo escuché más desesperado y apresuré el paso para llegar con él. Subí las escaleras y llegué a la puerta de nuestra habitación. Abrí la puerta y miré a mi esposo cubierto con las cómodas sábanas blancas de la cama acostado en ella. Parecía un niño pero de igual manera debía sentirse muy mal y así evitaba el ruido.

—Naúm, ¿qué pasa? —Le pregunté desde la puerta de la habitación. Lentamente me fui adentrando mientras lo veía preocupada—, ¿ha vuelto el dolor de cabeza? —Pregunté mientras me posicionaba a su lado, le toqué la cabeza para saber si tenía fiebre, pero todo estaba normal—. Te he dicho que vayamos al hospital de una vez, te recetarán pastillas y así podrás estar bien.

Negó mientras seguía presionando sus sienes. A Naúm nunca le había gustado ir a los hospitales, creía que era una pérdida de tiempo y más ahora que según él, solamente era un simple dolor de cabeza.

—No te preocupes —me contestó, como si con eso fuera a dejar de hacerlo. Dejó de quejarse y me sonrió—, sólo traeme un vaso con agua y un paracetamol, si no me alivia iré a la farmacia cuando vaya por Neus. —Neus era el nombre de nuestra hermosa hija de 12 años.

Salí de la habitación dispuesta a ir por las pastillas. Las tomé de un cajoncillo dentro de la cocina, tomé un vaso, serví agua y después regresé con él  para extenderle la pastilla y el vaso con agua. Observé cómo se sentó con dificultad en la cama presionando el colchón bajo sí y se tragó la pastilla de inmediato, absorbió un poco de agua y después colocó el vaso en el buró al lado de él, me sonrió.

—Gracias —me dijo y tomó mis manos. Las suyas estaban heladas, hacía un calor terrible pero estaba situado frente a la refrigeración de la habitación. Le regresé la sonrisa y me senté en la cama para acomodarme mejor a su lado. Llevábamos 13 años de casados, el día de nuestra boda yo tenía 21 y él 22. Un año después nació Neus—, Angélica debes estar tranquila, es un simple dolor de cabeza —volvió a decirme, no iba a estar tranquila hasta que un médico lo confirmara.

—Lo sé —respondí, pero no podía estar tranquila cada vez que ese dolor regresara. Suspiré para tratar de calmarme un poco, quizá sí estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua—, pero igual me preocupa, ¿y si llega a ser algo peor? La próxima semana es la graduación de Neus y no puedes faltar por nada del mundo. Ella quiere que tú estés ahí, no le puedes fallar, por eso quiero que vayas al hospital.

Nos vimos a los ojos, sus grandes ojos cafés me encantaban. Éramos muy felices a pesar de que sólo pudimos tener un hijo, lamentablemente había quedado infértil después del doloroso parto de Neus y eso me afectaba mucho, a veces sentía que Naúm algún día me cambiaría por no poder darle otro hijo.

—Te voy a complacer, iré al hospital, pero será cuando vaya por Neus a la escuela y tú me acompañarás —me dijo, finalmente lo había convencido y solamente serían unos quince minutos.

—Claro que sí —respondí sonriendo. Le deposité un beso en la frente y me levanté de la cama aliviada, había convencido a mi esposo de ir a un hospital, eso era un gran logro—, duerme otro momento y te despierto cuando sea hora de irnos.

Él se cubrió de nuevo con las sábanas blancas, quizá lo estaba atozigando y me lo dijo para que lo dejara en paz. Lo bueno era que íbamos a ir. Nunca debemos dejar pasar cualquier detalle en nuestro cuerpo, el más mínimo puede ser el más letal.

Clínica (#2 Hospital)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora