Capítulo 8

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—No hay nada del otro lado —nos dijo Karen una vez que Renato la ayudó a salir del ducto de ventilación. Se sacudió el polvo de su ropa que tomó al arrastrarse y después se acomodó el cabello hacia atrás. Todos la veíamos esperando más información de su parte—. O bueno, al menos sí lo había —continuó—, porque el final no conecta con otro ducto, sino que está una especie de bloque sellada con cemento en el agujero donde debería de ir la rendija del ducto.

—Patricio debió haberlos sellado —dijo Renato—, para no dejarnos salir.

—¿Por qué? —Preguntó Neus. Ésa era la pregunta que todos quisieramos conocer, ¿por qué nosotros?

Hernán observó a mi hija y sonrió de una manera que no me pareció hipócrita, al contrario, parecía ser sincera y dulce. Se acercó a ella con sigilo y me observó a mí antes de inclinarse hacia a mi hija.

—Ese señor es malo —le dijo—, y nos quiere mantener encerrados aquí para su satisfacción.

—¿Solamente para eso? —Replicó Neus. ¿Qué quería lograr Hernán al contestarle de esa manera a mi hija?—. Tengo mucho miedo de no volver a salir, quiero estar con mi papá de nuevo.

—Ahora estás con tu mamá —contestó—, pero pronto también verás a tu papá y estarás con los dos por siempre. Porque ellos son una pareja que sí sabe tomar responsabilidades —observó a Melissa, ella lo miró con expresión dudosa y él continuó con su mirada hacia Neus—, porque saben lo que es tener un hijo, y saben cómo cuidarlo.

—Vayamos a explorar ahora los cuartos —interrumpió Karen—, seguramente en alguno de ellos debe encontrarse otra pista para salir.

—¿Otra? —Le preguntó Renato—. Pero si ni siquiera hemos encontrado ninguna.

—Sí, bueno —Karen nuevamente se veía nerviosa, esa actitud solamente me hacía desconfiar cada vez más de su persona—, es cierto. Me confudí.

—Karen tienen razón —anunció Mariana caminando hacia el centro del lugar, colocándose a vista de todos. Mariana me parecía una mujer valiente, que no le temía a nada. Desde que la conocí he notado que lo único que desea es saber cómo se encuentra su hermana Johana. No ha dicho que no a nada y siempre está dispuesta a enfrentar lo que viene o lo que se propone hacer—. Deberíamos ir a los cuartos de una vez para saber qué es lo que adentro se encuentra. Si hay algo o no, al menos sabremos con exactitud si hay una manera de salir o nos quedaremos aquí hasta que Patricio lo decida.

—Vayamos de una vez —dijo Renato.

Dalila fue la primera en abandonar la habitación y dio pasos apresurados para dejarnos a todos salir tranquilamente.

Llegamos a la puerta que tenía marcado el número 3 y Renato se dispuso a abrirla. Con sigilo la empujó hacia adelante provocando que un chirrido hiciera eco en el lugar.

—Está oscuro —dijo. Cuando terminó de abrir la puerta unas pequeñas luces al fondo color rojo estaban encendidas. Eran once, eran pequeñas pero incandescentes. Renato se adentró a la penumbra del cuarto y en un instante la luz iluminó todo el cuarto, había alcanzado el interruptor. Lo único que había en este cuarto eran más artículos médicos, el lugar donde estaban las luces rojas estaba cubierto por una sábana azul. En verdad eran incandescentes. Renato se acercó a ella y tiró de la sábana. No sabía qué era lo que estaba viendo. Había muchos cables ordenados perfectamente, sentí satisfacción al verlos en orden. Todos pegados a la pared y cada uno terminaba en cada luz roja.

—¡Cuidado papá! —Soltó Iván al ver a Renato muy cerca de los cables. Se detuvo—. No vayas a tocarlos, no sabes qué pueda ser.

—Son interruptores —informó Renato—, pero son grandes, como si fueran centros de carga. Ven a ver.

Clínica (#2 Hospital)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora