Capítulo 23

7.2K 680 423
                                    

—No se muevan —habló Hernán. El hombre continuaba viendo al pequeño gato negro que había vuelto a la clínica. Con sus grandes y hermosos ojos amarillos nos fulminaba sin realizar algún gesto de miedo o de animación. El gato se mostraba apático, sin poder siquiera emitir un maullido de confianza. El gato se restregaba contra la pared del cuarto del muerto. Ahora sabíamos que su nombre era Joaquín Ermitaño. Su apellido lo podría semi definir aquí, ermitaño significaba estar solo en un lugar deshabilitado y cuadraba perfecto con lo que ocurría. Hernán había encontrado su identificación en un cajoncillo dentro de su cuarto, y, al parecer era simplemente un paciente que pudo o no haber sido atendido. Fue todo lo que encontramos dentro de ese cuarto. Hernán prosiguió a avanzar para intentar capturar al gato—. El gato puede escapar, por favor no dejen que lo haga.

—No entiendo tu afán por capturar al gato —le dijo Melissa. Habíamos formado un semi círculo alrededor de la pared para que el gato se sintiera acorralado y no corriera, porque le sería imposible—. ¿Qué crees que puedas encontrar en él?

—Es lo que quiero saber —contestó Hernán sin inmutarse por ver a su ex esposa—. El gato desaparece y no nos queda claro adónde se va. Desaparece como si realmente dejara de existir en esta área.

—¿Qué hay de los bloqueadores de señal? —Le preguntó Melissa nuevamente. Hernán formó un gesto de saciedad. Realmente detestaba a Melissa—. Creo que es más importante seguirlos buscando que andar detrás de este gato. No hallarás nada en él.

—Ahora que lo tenemos acorralado aquí no vamos a dejarlo escapar. —dijo Hernán con autoridad, casi se pudo escuchar el punto de que sus palabras habían terminado. Pero no lo había hecho—. Lo capturamos, encerramos, examinamos y luego proseguimos a buscar los interruptores de señal. ¿podría dejar de tratar de intervenir en todo lo que quiera hacer?

—Está bien —contestó Melissa y extendió sus manos dando a entender que ya no seguiría cuestionándolo.

Hacía apenas unos momentos que Melissa se había tranquilizado, después de un ataque de nervios que le provocó mi duda. El hecho de que Cristina Barbens estuviera encerrada con nuestros familiares. Y que Marcela también pudiera hacerlo. Pensó en su hijo y gritó por él desesperada. Dalila también lloró por Ricardo pero ella no exageró en su preocupación, afortunadamente había controlado a ambas.

Hernán comenzó a acercarse al gato y él no mostró miedo, no mostró absolutamente nada, ni un solo gesto cuando Hernán se acercaba a él. Lo tomó con delicadeza y el gato se ajustó a su manera de agarrarlo. Comenzó Hernán a acariciarlo por el lomo y terminando en su cola. Había algunos gatos que levantaban la cola cuando les acariciaban el lomo pero éste no lo hacía. El gato era demasiaso extraño.

—¿Cómo te llamas? —Le preguntó Hernán al gato con un tono de voz que desconocí al instante. Estaba sonando tierno pero aún así, el gatito no mostraba afecto hacia él. Hernán levantó al gato y lo bajó al instante. Todos nos manteníamos atentos ante él. No quería que le hiciera daño, pero, a como estaba actuando el gato, parecía que no le importaría si Hernán le arrancara la cola. Lo pellizcó de las patas, le jaló los bellos del bigote a tal grado de arrancarle uno. El gato ni siquiera parpadeo por el impacto. 

—No le hagas mucho daño —expresó Dalila con voz tierna—. No me gustan mucho estos animales, ni ningún tipo pero no por eso voy a querer que les hagan daño. 

—Parece que no le duele —contestó Hernán tomándolo ahora por las orejas, se las estiró al punto que parecía que se le iban a despegar de su cuerpo. Nada, el gato ni siquiera lo rasguñaba para que lo dejara en paz. Dalila lo comprendió al percatarse de lo que le hizo en las orejas—. Es demasiado extraño este gato —informó y, al parecer, todos estábamos de acuerdo en algo por primera vez.

Clínica (#2 Hospital)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora