Sorpresas por duplicado

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Al regresar, le entregó a Dominique una caja. La abrió, y al extraer la varita de su interior, la miró de arriba abajo, esperando que sucediera algo.

—Ahora tienes que probarla—murmuró su padre. Dominique asintió. La sacudió un par de veces, pero solo consiguió desordenar algunos de los cajones que había en el mostrador.

Olivander se cruzó de brazos, pensativo. Seguidamente, le quitó de las manos aquella varita, y sacudió la cabeza.

—Oh, por supuesto, qué descuido por mi parte. Lo tuyo sería una inflexible. Por supuesto. Sí, creo que ya lo tengo.

Dominique se volvió hacia Teddy, encogiéndose de hombros. El fabricante de varitas volvió junto a la joven segundos después, con una nueva varita en las manos.

—Prueba esta, Dominique. De roble rojo, fibra corazón dragón, treinta centímetros e inflexible.

La muchacha se sintió mucho más cómoda sujetando aquella varita. De su extremo aparecieron pequeños destellos cuando la agitó, y Olivander asintió, conforme.

—Sí, no cabe duda. Esa es la varita que te ha elegido, Dominique—declaró.

Abrazó a su hermana mayor, eufórica. Al fin tenía una varita, y estaba deseando llegar por fin a Hogwarts y demostrar a todos de lo que era capaz. Dominique se volvió hacia su hermano, y le revolvió los pelos.

— ¿Has visto, Louis? ¡Por fin es mía!—exclamó—. ¡Y tú también tendrás una muy pronto, ya verás! ¡Cuatro años pasan volando!

El pequeño esbozó una tímida sonrisa como respuesta.

Después de pagarle los galeones correspondientes a Olivander por la varita, Dominique indicó que al siguiente lugar al que quería ir era a la tienda de mascotas.

—El asunto de tu mascota lo dejagemos paga más tagde. Todavía tenemos cosas que discutig al gespecto—sentenció Fleur.

Dominique refunfuñó. Teddy aprovechó aquel momento que la familia iba a hacer las compras más aburridas para ir hacia Madame Malkin, y luego se volvería a reunir con ellos en Sortilegios Weasley. Se despidió de Bill, Fleur y los tres hermanos Weasley-Delacour, y se fue en dirección a la tienda de túnicas. Conocía el camino perfectamente, y su abuela le había dado galeones de sobras antes de salir de casa para comprar su túnica. Con un poco de suerte, quizás le sobrarían unos pocos para adquirir algo en la tienda de bromas de George.

Madame Malkin lo recibió con una encantadora sonrisa. Ambos ya se habían conocido previamente, incluso antes de que el muchacho empezara sus estudios Hogwarts, pues Andrómeda solía pasarse por la tienda a menudo, y siempre llevaba a Teddy consigo. Madame Malkin le avisó de que enseguida lo atendería, pues tenía otro cliente del que ocuparse en la trastienda. Teddy esperó, paciente, a que la encargada de la tienda terminara. Mientras tanto, paseó la mirada por los diferentes atuendos que estaban expuestos en los maniquíes. Había un elegante vestido azul que todavía se estaba forjando en aquellos mismos instantes, gracias a una aguja y un carrete de hilo, el cual parecía interminable, que se iban moviendo mágicamente a su alrededor. En un escritorio que había en una de las esquinas, unas tijeras estaban recortando trozos de tela, que estaban siendo mesurados por una cinta métrica para comprobar que fueran del tamaño adecuado. A su lado, una pluma dibujaba en un pergamino algunos bocetos de una capa y unos guantes de piel de camaleón.

Teddy, curioso, se acercó hacia la mesa para ver mejor los nuevos proyectos de Madame Malkin. Sabía que su abuela solía comprar allí muchas de sus vestimentas; según ella, la propietaria de la tienda tenía un muy buen gusto para la moda. A pesar de que el joven metamorfomago no entendía mucho del tema, la idea de la ropa hecha con piel de camaleón le pareció de lo más original, pues los efectos que producía le recordaron, en cierto modo, a lo que él mismo hacía con su pelo constantemente.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónحيث تعيش القصص. اكتشف الآن