—Mi mano ya entra por encima —dijo Hernán interrumpiendo la plática, su brazo estaba rojo por la presión que la sangre emitía al estar presionada—. Quizá si activamos solo una trampa más, mi mano estará lo suficientemente profunda para llegar a tomar el pomo de ésta y así abrir la puerta. Dejando un espacio lo suficientemente grande para que alguien delgado, como Neus o Dalila pudieran acceder a él y averiguar qué es lo que se encuentra. —Melissa observó a Hernán de arriba a abajo y se concentró también en su brazo, también tenía pequeñas partículas de polvo que se adhirieron al meter la mano al pequeño agujero que la puerta dejaba a la vista.

—Una palanca más —anunció Renato, agachó su cabeza y la levantó. Ya lo podía observar, se estaba mordiendo el labio mientras pensaba en una respuesta coherente que pudiera darnos—. Hemos activado tres —dijo.

—Tres de once —lo interrumpió Iván. Renato asintió—, nos estamos dejando guiar por teorías y suposiciones. Seguramente eso es lo que quieren, que poco a poco estemos activando las palancas y cuando menos lo pensemos, ya estarán activadas todas.

—Opino que solo una más —dijo Hernán—, una y ya.

—Lo mismo dijiste de la palanca pasada —le dijo Melissa—, solo una más. Y ya se activó otra y ésta que deseas.

—La niña la activó —dijo—, ¿qué pasaría si no pido el consentimiento de nadie y también voy y la activo? Ya no podrían regañarme. O peor aún, ¿y si activo todas a la vez? No podrían decirme nada y ya no podrían revertirlo. Pero no, no soy capaz de bajarlas todas, pero en serio, solamente una más.

Todos nos mantuvimos en silencio. Ya no sabía qué decidir, cuál podría ser la opción viable. Cada vez que se mencionaba el activar una palanca me recordaba a Naúm y la situación que podría estar viviendo gracias a nosotros. ¿Y si Naúm también estaba viendo cómo poco a poco sus compañeros iban muriendo? Esperaba que no fuera así, pero dudaba mucho de que no lo fuera. No hay preocupación más grande que la de no saber si estar preocupado o no. ¿Tenía qué estarlo?

Quería pensar que Naúm estaba completamente a salvo, pero no podía, no con esta incertidumbre que vivía.

—¿Apoyamos a Hernán papá? —Le preguntó Iván. Renato levantó y bajó los hombros con duda. Parecía no querer tener la última palabra, porque estaba aterrado al igual que todos.

—¿Tú qué opinas? —Le respondió con la pregunta.

—Papá, no lo sé —dijo y se concentró en su herida. Levantó su mano y rascó una parte de la venda de su padre—. Tú tienes que estar descansando. Me preocupa que estés aquí levantando y que de repente puedas decaer. Opino sinceramente que te recuestes y nos dejes esta decisión a nosotros.

—No, no —Renato movía su cabeza negando y parecía susurrar las palabras—, quiero ser partícipe de estas acciones pero esta vez quiero guiarme por lo que indique la mayoría, sin tener que tomar una decisión al final.

—¿Lo sometemos a votación? —Preguntó Melissa. No se veía tan preocupada esta vez, ya aceptó la idea de que de vez en cuando era necesario activar una palanca.

—Yo —comenzó a hablar Dalila pero se mantuvo callada para levantarse y caminar con los demás, hice lo mismo y formamos un círculo dejando a Neus sentada en el sofá—, yo estoy dispuesta a permitir que lo hagan, siempre y cuando no sea yo quien deba entrar al baño a investigarlo. No quiero quedarme encerrada.

Hernán la vio de arriba a abajo y su rostro formó molestia preparándose para contestar.

—¿Y si mejor piensas en ti? —Le preguntó. Dalila pareció no entender la pregunta y se sintió ofendida—. Es decir, si todos aquí llegásemos a morir, tú serías independiente en este lugar. Por lo tanto tuvieras que tomar tus propias decisiones sin que nadie dependa de ellas, tendrías que decidirte a realizar acciones para poder salir, buscar la salida. Por tanto, tendrías que adentrarte al baño sin ningún motivo que te lo impida, dejando de lado tu claustrofobia.

—Es que no puedo —contestó Dalila a la defensiva—, la claustrofobia no es algo que puedas retirar como una prenda de ropa. La claustrofobia puede ser una enfermedad incurable al no saber controlarla. Entonces estoy enferma.

—Dalila —Hernán negó con su cabeza un poco saciado—, creo que eres la más delgada de aquí, por tanto, la más capaz para entrar a ese cuarto y averiguar qué es lo que hay.

—Yo podría entrar —dije, no era tan delgada como Dalila pero seguramente podría adentrarme sin problema. Además no quería que Hernán y Dalila discutieran por algo que se podría decir, ya estaba previsto. Por otra parte, estaba confirmando que votaba para que sí se activara una palanca más.

—En ese caso —Dalila dio media vuelta alejándose un poco del círculo. Dio otra media vuelta quedando frente a nosotros nuevamente—, estoy de acuerdo en que activen una palanca más.

—Yo igual —dije, ya no quedaba nada más que espererar.

—Sí —dijo Iván—, que se active. —Nos enfocamos entonces en Renato quien asintió levemente.

—Ya lo dijo mi hijo. Que se active esa última palanca.

Ya éramos cuatro, era obvio que Hernán también debería estar de acuerdo. A Neus seguramente le era indiferente y Melissa iba a negarse, pero terminaría aceptando finalmente.

—¿Iván? —Preguntó Hernán. Iván levantó las cejas mientras lo veía esperando la pregunta. Pero al percatarse de que con sus cejas le indicaba algo reaccionó.

—Oh, sí —dijo. También entendí las pocas palabras de Hernán, con las cejas le preguntaba a Iván que sí el podía encargarse de acticar la palanca.

—No es necesario que tú actives esa palanca si no quieres —le advirtió—, si quieres yo te sigo y así me indicas cuál palanca activar.

—No —contestó Iván—, la verdad no me importa si la activo yo o la activa otra persona. En verdad, ¿quieres hacerlo tú?

—Tú dices —fue la última palabra de Hernán. Iván bufó y sonrió.

—¿Ahora las decisiones las tengo yo? —Preguntó Iván sonriendo de manera bromista. Suspiró emitiendo un pequeño aire de risa y negó amablemente. Se enderezó y tomó una postura seria—. Está bien. Yo me encargaré de activar la palanca.

Esta vez todos seguimos a Iván, y Neus no se quedó sentada, también se levantó y caminó con nosotros. Entramos al cuarto de las palancas e inmediatamente Iván se acercó a ellas, no lo pensó dos veces, se agachó e inmediatamente activó una palanca. Nos quedamos en silencio esperando escuchar algún ruido pero esta vez no escuchamos ni el más mínimo roce de nada, absolutamente ni un solo ruido se escuchó esta vez. Si la vez pasada el sonido fue leve, esta vez fue escaso. Quizá no había sucedido nada pero activamos la palanca y el trozo de pared debió haber caído.

—¿Qué habrá pasado? —Preguntó Renato aún esperando un sonido. Mantenía su boca abierta y sus ojos entrecerrados moviéndolos a los lados—. No se escuchó nada.

—Eso ya no importa —anunció Hernán y dio media vuelta para casi correr a la pared falsa que ya lo esperaba con un trozo menos. Lo seguimos, pero me quedé a un lado de Renato, él no podía enderezarse totalmente por lo tanto no podía correr.

Cuando aparecimos por la sala de espera, Hernán ya estaba subiendo a la silla e Iván ya se estaba colocando a su lado para escuchar y observar lo que Hernán ya podía vislumbrar. Hernán casi metía su cabeza dentro de la pared entrebuscando algo. Parecía un niño dentro se su caja de juguetes buscando alguno perdido que ocupaba con urgencia tenerlo de nuevo para ponerse a jugar con él.

Entonces Hernán extrajo su cabeza y se llevó la mano al bolsillo de su pantalón para extraer su celular y encenderlo para alumbrar dentro de la pared por la puerta del baño con la pantalla. No le pareció suficiente y tuvo que encender la linterna incluida en él para iluminar más a fondo. No lo mantuvo ni un segundo dentro para enterarse de lo que nos dijo:

—No hay pomo —casi gritó.

Clínica (#2 Hospital)Where stories live. Discover now