—Claro que nos la vamos a llevar muchacho —le contestó Renato al instante con indiferencia.

—Podrías ayudar trayéndola —le dijo Hernán, a lo que Joel rio nerviosamente, no hablaban en serio, nada era en serio para él.

Al ver que Joel no se movió, Iván se agachó a la cabeza de Mariana y la tomó del cabello provocando que la sangre acumulada en el borde de la cabeza formara un charco de sangre en el suelo. Me provocó nauseas, me dieron ganas de vomitar al ver tanta sangre manchando el suelo. Nadie había limpiado la de Coeto y Alessandra aún, y con ésta se acumulaba aún más.

Iván, Renato y Hernán se adentraron al cuarto y cerraron la puerta después de ellos.

—¿No te da pena? —Le preguntó Dalila inmediatamente a Joel. Sus lágrimas aún caían y su bello maquillaje ahora estaba estropeado, su vestido estaba un poco arrugado y ya no irradiaba la misma belleza que emitía cuando la vi por primera vez. Joel entrecerró los ojos y la observó esperando que continuara, pero no lo hizo.

—¿Qué cosa? —Le preguntó haciendo un ademán con su mano invitándola a responder.

—Que estés aquí, rodeado de mujeres mientras que los hombres se encargan y se enfocan en sacarnos de aquí. —Joel se cruzó de brazos y Dalila negó lentamente—. Sé que no te gusta que te digan cosas muchacho y probablemente pienses que me estoy metiendo mucho en tu vida. Pero sinceramente me desespera tu actitud, no soporto observarte sin hacer nada, importandote sólo tu bienestar.

—Sí se está metiendo mucho en mi vida señora —le contestó Joel interrumpiendo las palabras de Dalila—. Llevamos aquí poco tiempo, no nos conocemos y usted viene y me critica como si me conociera toda la vida. ¿Tiene algún problema?

Dalila se llevó una mano a la frente y suspiró asimilando las palabras de Joel. Ya todos sabíamos cómo era su actitud, pero ésta era la segunda vez que Dalila le reclamaba, algo debería tener.

—Es que te pareces tanto a Ricardo con esa actitud —le dijo—, tanto que me desesperas.

—¿Quién demonios es Ricardo?—Preguntó Joel—. Señora, no me esté comparando.

—Ricardo es mi prometido —informó Dalila—, y a veces es tan tú. En serio, no me gusta que te comportes así porque realmente me haces dudar entre si casarme mañana o no. Saber que de vez en cuando sacará esa actitud me pone a dudar.

—Si se va a casar va a aceptarlo cómo es y no tendrá que fijarse en los demás —concluyó Joel y regresó a sentarse a la sala de espera. Dalila negó nuevamente. Melissa se acercó a ella.

—Muchas felicidades Dalila —le dijo sonriendo, Dalila también lo hizo—, sé que es un mal momento para hacerlo pero les deseo mucho éxito a ti y a tu prometido. No debes dudar de lo que él hace. El matrimonio es lo más bello en la vida y cuando solamente es uno nunca pierde su brillo.

—Gracias —contestó Dalila.

—Que hermoso anillo es el que tienes en la mano —le dijo Karen. Quizá estos temas eran para olvidar un poco la tensión que había en este lugar y me agradaban. Dalila alzó su mano dejando a la vista el anillo de matrimonio—. ¿Puedo tomarlo? Nunca he sabido qué se siente tocar un anillo de compromiso.

—Es como cualquier anillo —dijo Dalila pero igual se lo estaba retirando—, solamente que con un pequeño diamante.

Sonreí al verlo, me hizo observar las manos de Melissa, en ellas ya no poseía ningún anillo. Observé las mías, aún conservaba el anillo que Naúm me dio hace trece años.

Dalila observaba cómo Karen miraba sonriente el anillo y de repente, los hombres llamaron nuestra atención. Habían salido del cuarto.

—¡No te lo pongas! —Gritó Dalila al observar el anillo en el dedo de Karen. Ella se lo retiró de inmediato y se lo regresó a Dalila quien se lo colocó nuevamente en su mano izquierda—. No debes hacerlo. Soy muy supersticiosa y dicen que si otra persona se coloca el anillo de compromiso de alguien antes de casarse, ya no lo hace o le va mal en el matrimonio.

Era cierto, recordé cuando mi madre que en paz descance, me repitió miles de veces que no dejara que alguien más se colocara el anillo, que era de muy mala suerte para la novia. Esperaba que no fuera cierto.

—Perdón —expresó Karen haciendo una mueca de disgusto—, no lo sabía. En serio lo siento tanto.

—No, no te preocupes —contestó Dalila—, solo que, ahora siento la necesidad de estar con Ricardo y no dejarlo nunca.

—Yo no sabía eso del matrimonio —me susurró Karen al oído—. ¿En verdad crees que suceda algo malo?

—No lo sé —respondí, Karen se veía altamente preocupada y afligida por lo que acaba de provocar.

—¿Todo bien? —Preguntó Renato acercándose a nosotros.

—Eso parece —respondí—, un pequeño disgusto pero todo en orden.

Renato sonrió para romper la tensión que se avecinaba. Dio un fuerte suspiro y estrelló sus manos con sus piernas.

—¿Qué más podemos hacer? —Preguntó. Observó a los lados, había mas ductos de ventilación, pero de ninguna manera íbamos a investigar en ellos, seguramente todos estaban cubiertos de más trampas mortales—. Ya exploramos toda el área, no hay nada más.

—¿No debería haber aquí un elevador? —Preguntó Hernán—, hay pacientes en silla de ruedas que simplemente no pueden utilizar las escaleras. Debería haber un elevador para ellos.

—Nosotros entramos por el estacionamiento —dije recordando que nuestro auto estaba en el tercer piso de éste—, tomamos un elevador y con él bajamos al segundo piso que es el hospital. Pero seguramente debería bajar al primer piso también.

Observé tras de mí el espacio vacío que había, según mis cuentas en este lugar debería estar el elevador, pero solamente estaba la pared blanca.

—¿Por qué no había pacientes ni doctores aquí abajo cuando llegamos? —Preguntó Neus entrándome la duda a mí también. Lo que me hizo recordar a Marcela, la hermana de Cristina Barbens. Ella bajó a este piso y unos quince minutos después nosotros lo hicimos. ¿Habrá alcanzado a salir realmente?

Todo ya estaba estipulado para que saliera a la perfección, que Marcela haya salido se dudaba. ¿Y si también la habían atrapado como a Karen? ¿Dónde estuviera? ¿Habrán evacuado a los demás pacientes si es que los había?

—No, espera —dijo Renato y se acercó a la pared. Comenzó a golpearla hasta que un golpe sonó hueco. Siguió golpeando por ese lado y se detuvo para después vernos a nosotros—. El elevador está detrás de esto —informó. Iván, Melissa y Hernán se acercaron a verificar, todos empezaron a golpear ese lugar—. Lo cubrieron. ¡Maldita sea! Todo lo tienen perfectamente calculado.

—No te sulfures papá —le dijo Iván acercándose a él—. Deberíamos buscar algo para intentar derribar la pared. No creo que sea ladrillo, porque se escucha hueco, por lo tanto entre todos podremos hacer algo para derribarla.

Iván tenía una buena idea, si la pared podría derribarse, entonces podríamos salir al estacionamiento y buscar ayuda.

—¿Y si el elevador está desactivado? —Preguntó Melissa.

—Si lo hubieran querido desactivar, no se hubieran tomado la molestia de cubrirlo con esta pared.

—Tal vez lo hicieron para hacernos perder tiempo —contestó ella. Renato la fulminó con la mirada y ella mejor se quedó callada.

—Tenemos que intetarlo —le dijo—, tenemos que utilizar todo lo que se nos presente. No debemos dejar pasar nada.

—¿Y con qué lo derribaremos? —Preguntó Hernán—. Debe ser algo sumamente pesado y que no se doble.

—Vamos a buscar a los cuartos —dijo Renato—. Vayan dos a cada uno, son cinco.

Nos separamos, Neus y yo nos fuimos a uno, Dalila nos acompañó. Renato se fue a otro, Iván a otro. Hernán y Karen a otro y Melissa siguó a Renato, sin duda Dalila no quería irse con solamente dos personas. El cuarto del muerto quedó sin explorar.

Nos adentramos al consultorió de Patricio Robles, el más grande de todos y comenzamos a buscar. El escritorio podría funcionar para romper esa pared, si lo levantáramos entre todos podríamos estrellarlo contra la pared y provocar un gran agujero.

—¡Podremos utilizar este escritorio! —Grité y escuché pasos dirigiéndose hacia mí. Después observé a Karen quien cerró la puerta desde afuera dejándonos aquí encerradas.

Clínica (#2 Hospital)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon