50. Padres e hijas

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-¿Alguien puede decirme qué le sucedió a mi esposo?, por favor- suplicaba Hada, apenas llegó al hospital tras la llamada de Anthea. Ésta la recibió en la sala de espera, para llevarla fuera del cuarto donde Mohammed estaba siendo atendido.

-¿Qué le sucedió?- preguntó Anthea a la doctora Angélica al pasar ésta junto a ellas.

-La buena noticia es que sólo fue un desmayo, debido al extremo cansancio. Parece que no ha dormido bien.

Anthea se sintió culpable, su esposo había puesto en riesgo su salud por la sorpresa que le dió esa noche. Hada miró con desprecio a Anthea, sabiendo que por ella Mohammed se había pasado una noche entera despierto, preparándole algo especial.

-¿Hay una mala noticia?- preguntó Hada.

Angélica asintió.
-Mohammed está muy debilitado. No debe realizar ningún esfuerzo, y ahora mismo no debe caminar. No puede salir del hospital hasta mejorar.
Su estado de salud es muy estable, pero en cualquier momento puede decaer, por lo que es mejor que se quede aquí para ser monitoreado día y noche.

Anthea se frotó los ojos, y preguntó:

-¿Y... Qué sucederá si empeora?

-Esperemos que eso no suceda, y que la quimioterapia dé resultado. Con toda la experiencia del mundo, puedo decirles que a su esposo... Le quedan unos dos o tres meses.

Hada bajó la cabeza.

-El cáncer ha avanzado de forma anormal, debido a la edad de Mohammed, y si continúa así pronto no quedará más que esperar... Lo lamento mucho.

Hada se apoyó en el hombro de Anthea y comenzó a llorar. Ésta permanecía seria, sin poder creer lo que le estaban diciendo. ¿Cómo podría vivir sin su marido?
Se había acostumbrado tanto a estar casada con él, que una vida sin su compañía sería extraña, muy irreal. Podía hacer todo lo que quisiera, sin embargo no quería, por alguna razón. Lo quería a él.

A la mañana siguiente, el resto de la familia llegó al hospital, tras recibir noticias de Mohammed.

Salma, Nasir y Janiha estaban abajo, junto con Fadila.
Salma evitó cruzar la mirada con su madre, y ésta comprendió que la joven aún estaba enojada por la discusión del día anterior.

-¿Cómo está mi padre?- preguntó Janiha, asustada. Dul la abrazó para confortarla

-Deberías subir- sugirió Hada- tiene ganas de verte.

Janiha dejó a todos en la sala de espera, y buscó la habitación donde Mohammed se encontraba, postrado en una cama blanca.

-Papá...

-Princesa, mi enorme princesa.

Janiha se inclinó para darle un beso en la frente, y le tomó la mano.

-Papá... Sé que no soy tu hija favorita, se qué no me quieres como a Salma o a Nasir, pero quiero que sepas que yo sí te quiero demasiado, y siempre lo haré, papi.

-¿Por qué dices eso, Janiha?, eres una mujer hermosa y buena, estoy plenamente orgulloso de ti. Nunca dudes eso.

-No te me mueras, viejito. No sé si podré vivir si te vas...

-Janiha, tienes que hacerlo. Cuando yo me vaya, quiero que ayudes mucho a tu madre, te va a necesitar. Y si está en tus posibilidades, ayuda también a Hada y Anthea. Quiero que aunque yo no esté, se amen y se cuiden como la familia que son.

-Papá. No iba a decírtelo tan pronto, pero dadas las circunstancias...

-¿Qué pasa?- preguntó Mohammed expectante.

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