8. Destino

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La vida para Anthea empezaba a tornarse monótona.
Prácticamente realizaba las mismas actividades todos los días, y Mohammed la llenaba de oro y obsequios cada vez que regresaba del trabajo.
Hada y Fadila aún estaban convencidas de que Mohammed no estaba cumpliendo lo mandado por el Corán, así que le tomaron mucho odio a Anthea.

Para saturarla de trabajo, le encargaron llevar a sus hijas al colegio, un instituto privado para niñas de familias ricas.
Anthea encaminó a las cuatro hijas de Hada y Fadila. Lo que más le sorprendía a Anthea es que ninguna de las dos mujeres le había dado un hijo varón a Mohammed.

El colegio estaba casualmente cerca de las ruinas, y al dejar a las niñas, Anthea se preguntó si Harun estaría en casa. Vigiló que nadie la hubiera seguido, y fue hasta la pequeña casa con apariencia de abandono.
Toco la puerta.
Al cabo de unos segundos, Harun abrió, y se sorprendió al encontrar a Anthea en el umbral de su puerta.
La vio muy bonita, con ese hiyab verde y una bata gris larga.

-¿Anthea?, ¡qué sorpresa!

Anthea entró en la casa, y miró a Harun nostálgica.

-He estado repasando las lecciones... sin embargo, no creo poder continuar con mis estudios, así que he venido a darte las gracias por todo.

-¿Anthea?, pero estabas progresando perfectamente... no puedes rendirte.

-¡No me estoy dando por vencida!... simplemente estoy aceptando mi destino, el cual es estar casada, tener hijos y ser una mujer de casa. Nada de estudios.

-No puedo creer que en serio estés diciendo eso.- replicó Harun, agitando la cabeza.

-¡Harun!, no puedo arriesgarme más. ¿Sabes qué pasaría si me descubren?, me darían cien latigazos en la plaza, el nombre de mi familia quedaría en la desgracia y arruinaría el futuro de todos mis hermanos y parientes, además de que Mohammed me odiaría por el resto de su vida.

-¡Oh, no sabía que te importa mucho lo que Mohammed piense!- exclamó Harun.

Anthea se enfurruñó más, y le dio una patada a Harun.

-No me dolió- dijo él.

-No voy a volver jamás, Harun. Nadie puede cambiar su destino. Yo no puedo cambiar lo que Allah ha elegido para mí.

-¿Lo amas?

-¿Qué?, ¿de qué hablas?, ¿qué tiene que ver?

-¿Amas a Mohammed?

-Es mi esposo. Lo amo.- respondió Anthea decidida, aunque no muy convencida.

-Bueno. Entonces vete a vivir tu "destino". Que Allah te llene de bendiciones, y espero que eso sea lo que realmente te hace feliz.

Anthea salió de la casa herida del corazón, ya que realmente no le hubiera gustado despedirse así de Harun.

¿Era correcta su elección?
¿Su destino estaba realmente fijo?

Harun cerró la puerta apenas Anthea salió, lo que a ella le dolió aún más.
Volvió a la casa de Mohammed donde Fadila la recibió:
-¿Dejaste a las niñas?
Anthea asintió:
-Tal como lo pidieron. Ahora si me disculpas, iré a tejer.

Anthea subió a su habitación, y se pasó el resto de la tarde tejiendo fundas para las almohadas, lo que a Mohammed le parecía fascinante puesto que ninguna de sus otras dos mujeres sabía hacerlo.
Naya le había enseñado a su hija el arte de tejer, cosa necesaria para una mujer de casa. Pero Anthea no era cualquier mujer de casa: sabía muchas cosas del mundo exterior, así como de ciencias, arte y cultura. Las repasaba constantemente en su mente para no olvidarlas.

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