27. Resultados

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Mohammed se comportó normal con Anthea el resto de la semana, así que él no pudo ser quien la sacara de la calle. Era impensable para él encontrar a su esposa desmayada fuera, y si lo hubiera hecho se habría enojado bastante, lo suficiente como para dejar de hablarle varios días o castigarla.
Anthea decidió olvidarse del asunto y agradecer mentalmente al ángel que se hubiera apiadado de ella para ayudarla.

El regreso a Washington fue poco cansado en comparación de otros vuelos. Anthea estaba mucho más nerviosa por lo que diría (o haría) su esposo al enterarse del exámen, si es que lo aprobaba.

Fadila y Hada recibieron con mucho rencor a su marido. No le dirigieron la palabra en todo el día, y mucho menos a Anthea. Habían pasado más de un mes viajando, mucho más de lo que Mohammed había prometido a sus esposas.

Pasó un mes más, y el día de los resultados llegó. Anthea nunca se había sentido tan nerviosa.

Por la tarde, Anthea recibió una llamada local.

-¡Anthea!- la llamó su esposo - ¡teléfono para ti!, ¿conoces a alguien llamada Miranda?, ven y dime de dónde.

La regla de la casa era que Mohammed respondiera siempre las llamadas, para asegurarse de que ningún hombre externo a la casa intentara comunicarse con su familia.

-Ah, es una amable mujer que conocí en la embajada de Marruecos, ella me acogió en su hogar cuando estuve fuera.- inquirió Anthea, omitiendo parte de la historia.

-Ven a hablar con ella.

Anthea tomó la llamada.

-¿Miranda?, hola.

Mohammed se encontraba justo a lado de su esposa, vigilando lo que ella decía. Anthea sabía que debía ser cautelosa.

-Anthea, tengo tu resultado. ¿Quiéres saberlo?

-He estado bien, ¿y tú? - inquirió Anthea para fingir frente a Mohammed que la conversación era sobre dos amigas platicando de sus vidas.

-Oh, eso significa que no puedes hablar, ¿tu marido está escuchando?

-Así es, Miranda. El bebé está perfectamente bien.

-Mira, Anthea. No sé si deba decirte esto, puedes reaccionar inapropiadamente frente a tu esposo, dado los resultados.

-Solo cuéntame. ¿Cómo te va?- la voz de Anthea tembló, y Mohammed se dio cuenta.

-Anthea. Lo siento pero no aprobaste el exámen.

-¿Qu.. qué?, pero... puse mi máximo empeño, ¡tuve que haber pasa...!- Anthea miró a Mohammed, quién la cuestionaba con la mirada. Anthea colgó el teléfono sin despedirse de su amiga.

-¿Qué ha sido todo eso?- quiso saber Mohammed.

-Yo... necesito estar sola.

Anthea no esperó que su marido le respondiera, y corrió escaleras arriba hasta su habitación, se encerró dentro para que nadie la perturbara, y se tiró a llorar en la cama.

Mohammed golpeó la puerta.

-¡Abre!, ¡Anthea, habla conmigo!, ¿por qué no me dices qué está pasando?

-¡Vete!, ¡vete!- gritaba ella.

Se sentía como una pequeña niña haciendo berrinche, como una niña malcriada y tonta. Tenía mucho tiempo que no lloraba de esa forma. Su garganta emitía sonidos de agonía mientras las lágrimas empapaban su piel.

Desde la cocina, las esposas de Mohammed escuchaban todo el alboroto, atentas a cualquier cosa que pudieran usar en contra de Anthea.

-Está completamente loca.

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