19. Tentación

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Anthea, ¿te gustaría pasear por la ciudad?- le preguntó Mohammed.

-¿A qué se debe?, nunca hemos salido de la comunidad, más que para hacer compras.

-Bueno, creo que es importante conocer la ciudad. Hemos vivido aquí siete meses y nunca has visto la casa blanca u otros sitios famosos. Además irás conmigo, yo cuidaré de ti.- dijo él, acariciando el cabello de Anthea.

Ella sonrió y lo tomó de la mano, asintiendo.

Con el paso del tiempo el cariño hacia Mohammed había crecido. Sin embargo, no lograba amarlo enteramente, tal vez porque su corazón y mente se concentraban en perseguir su sueño de ser libre, y estudiar.

Mohammed contaba con un chofer propio que lo llevaba a donde quisiera. Él mismo se encargó de llevar a la pareja a un centro comercial lujoso de Washington.

-Puedes comprar lo que quieras; con gusto te lo pagaré.

-Oh. Gracias.

Algunas personas miraban extrañados a aquella muchacha con el cabello cubierto por un hiyab, lo que hacía a Anthea sentirse incómoda.

-No les hagas caso- dijo Mohammed de repente.

-¿Cómo sabes que me sucede algo?

-Eres mi esposa, lo puedo percibir. Ignora a esa gente. Tu hiyab es tu identidad, es parte de ti, y te ves muy hermosa con él y sin él. Eres muy bella, Anthea.

-Gracias, pero no lo soy. No entiendo por qué todo el tiempo lo dices.

Mohammed sonrió, y besó a su esposa en la frente.

Se sentaron en unas bancas a descansar, y Mohammed le preguntó:
-¿Te gustaría comer algún helado?

Ella asintió. En Fez no había helado, y era algo de lo que no todos podían darse el lujo en su tierra.

-Sí... de fresa, ¿hay?

-Yo espero que sí. Te llevaría conmigo, pero hay una cola muy larga, y podrías cansarte. Quédate aquí sentada, ya vuelvo. Estoy justo enfrente, mi amor.

Mohammed se apresuró a comprar el helado, y Anthea permaneció en la banca, observando a la gente pasar.

Entonces Anthea aprovechó que su esposo estaba distraído, y se alejó de la banca, para mirar un aparador de maniquíes con bikinis.
En su religión, enseñar mucha piel era considerado pecado, pero en occidente no lo era.
¿Qué sería lo correcto?

Anthea se sentía terrible al poner en duda su propia religión, pero recordaba las palabras de Harun acerca de las costumbres de ahí, tan normales y comunes para toda la gente, y que nada de eso podría acercarse un poco a lo que se le llama "pecado".

Una mano se posó sobre su hombro, lo que hizo que se sobresaltara:

-Mohammed, te juro que solo me acerqué para curiosear, para nada... ¡Harun!- exclamó al voltear.

Con la misma mirada penetrante y la misma sonrisa, Harun la observaba desde una mínima distancia.

Anthea frunció el ceño, no sin antes ponerse toda colorada.
-¿Qué... qué haces aquí?

-¿No es obvio?, he venido a buscarte.

-Harun, creo que te dejé muy claro lo que siento.

-Sí, lo hiciste. Estás enamorada de mí.

-¿Ah?, ¡qué te pasa!

En eso, Mohammed se acercó a ella para tomarla del brazo, y cuando vio a Harun, la miró severamente.

-Anthea, te dije que no te movieras. ¿Y este quién es?, ¿qué te he dicho de hablar con extraños?, ¡vámonos!- dijo él de mala manera.

-Disculpe, señor.- lo llamó Harun- no lo malinterprete. Soy amigo de la infancia de Anthea. También crecí en Fez- mintió.

Mohammed miró a su esposa:
-¿Es cierto eso?

Anthea asintió, sabiendo que estaba cometiendo otro haram.

-¿Por qué no lo dijeron antes? Cualquier amigo de la familia merece ser cordialmente invitado a cenar en casa, ¿tienes tiempo?- preguntó Mohammed a Harun.

Éste se puso un poco pálido por los nervios, y luego dijo:

-Claro, claro. Muchas gracias.

Harun sabía que negar una invitación tan cordial como esa era una falta de respeto hacia la familia, además de que podría generar sospechas hacia él.

-Hoy en la noche, ¿está bien? Aquí tienes nuestra dirección. Estamos en la comunidad árabe, el oficial de la entrada te pedirá únicamente una identificación.

Harun asintió.

-Bueno, me despido. Mi esposa y yo seguiremos paseando por aquí. Nos vemos pronto. -dijo Mohammed estrechando el brazo a Harun.

Harun lanzó una última mirada a Anthea mientras ella se alejaba del brazo de su esposo.

Ella simplemente no podía creerse todo eso. Mientras Harun estuviera ahí, Anthea tendría que continuar fingiendo una farsa para no delatarse a su marido.

-Se ve que es un hombre muy amable- comentó Mohammed- ¿eran muy amigos?

-Eh, sí. Jugábamos mucho de pequeños, hasta que tuvo que mudarse a Argentina.- mintió de nuevo.

-Ya veo. Bueno, cariño. ¿Has visto algo que te guste?, he encontrado una tienda oriental justo en el otro bloque, tiene muchos hiyab de distintos colores para ti, te mostraré.

Anthea asintió y lo siguió por la plaza un rato, hasta que fingió cansancio, con el fin de que Mohammed decidiera llevarla de regreso a la casa.

El chofer los trasladó de vuelta a la comunidad, y Hada los recibió con una sonrisa hipócrita en el rostro:
-Me imagino que se divirtieron mucho...

-No empieces, Hada.- le ordenó Mohammed- te traje joyas.- dijo él, entregándole una cajita envuelta en un listón azul.

-¿De qué me sirve esto si no tengo parte de tu corazón?, todo tu amor es para esa egoísta de Anthea...

-¡Hada, no empieces!, ¿quieres que me divorcie de ti?, ¿quieres humillar a tu familia?

Hada se quedó de pie, en silencio, se dio medio vuelta y entró a la casa.

Mohammed tomó la mano de Anthea y la ayudó a bajar del auto.
La llevó dentro y la hizo sentarse en el sofá.

-¿Aún te sientes cansada?

-No. Ya estoy mejor- dijo Anthea, con el corazón oprimido de tantas mentiras que le había dicho a su esposo.

Mohammed mandó llamar a sus hijas y a sus esposas, diciendo:

-Cúbranse que viene un amigo de nosotros. Un amigo de la infancia de Anthea. Lo hemos invitado a cenar. También vendrán Yilan y Hasina, acompañados de su hijo, Dul.

Las mujeres se vistieron con sus hiyab, y prepararon la cena de la noche con ayuda de las niñas.
Anthea también aportó sus dotes de cocina, a pesar de que fue ignorada todo el raro. Ninguna de las otras esposas le hablaba o le decía qué hacer, así que realmente Anthea no tenía ni idea de qué era lo que estaban cocinando.

En todo momento, Anthea pensaba en Harun, enterneciéndose por dentro a causa de él, a causa de que estuviera en Washington solo para buscarla a ella.

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