37. Contracorriente

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Anthea amaneció con mucha pereza. No podía creer que estuviera a tres meses de terminar el colegio. Lo sentía tan irreal. Seguramente su marido le permitiría estudiar la carrera, pero el solo hecho de pensar en que pronto empezaría una nueva etapa de su vida la hacía tener escalofríos.

¿Y si Mohammed no la dejaba ingresar en alguna universidad?
¿Y si Anthea tenía que pasar por lo mismo para conseguir lo que quería? Sus metas no podían depender enteramente de Mohammed, él también debía respetar los sueños de una joven de dieciocho años.

Terry se estaba comportando muy extraño últimamente en la escuela. Si bien nadie lo notaba, Anthea ya lo conocía lo suficiente para saber que algo tenía ocupada a su mente.
En el descanso, lo buscó en la sala de profesores.

-Terry, no te he visto muy hablador como siempre, ¿ocurre algo?

-Yo... No. No ocurre nada.

-Cuentame, sé que algo te tiene preocupado. Te conozco desde hace tiempo, has sido de mis únicos amigos en Washington, y ¿no vas a decirme qué tienes?

-Yo... Anoche fue la fiesta anual del colegio.

-Eso lo sé, Mohammed jamás me permitió venir a alguna fiesta.

-Pues yo vine ayer, únicamente a recoger algunos documentos importantes a la oficina.

-¿Y?

-Ashley... Me la encontré, estaba muy tomada.

-¿No se supone que esta es una escuela cristiana?, ¿permiten el alcohol?

-Obviamente no, el alcohol lo vierten en las bebidas, pero a Ashley se le pasó un poco... Y tuve que ayudarla a recostarse en el sofá de la oficina. Todo estaba silencioso, ya que la fiesta era en el gimnasio... Entonces Ashley me besó, y no sé por qué lo hizo.

-Le gustas, Terry.- dijo Anthea sonriente.

-Me siento mal, ella no se acuerda de nada y creo que debería decirle, siento que actué en contra de su voluntad.

-¿Bromeas?, estaba ebria, no sabía lo que hacía, y ni siquiera pasó de ese beso...

Terry guardó silencio.

-¿O sí?, ¡Terry!, ¿qué pasó después de ese beso?

-Anthea, me siento muy mal. Me estoy encariñando con Ashley muy rápidamente, y ni siquiera sé si ella me quiere.

-Te acabo de decir que le gustas...

-¿Qué hago?, ¿le debería recordar lo de anoche?

-Yo digo que deberías. Pero antes dile lo que sientes. Así deben ser las cosas. Dile que la quieres.

-Creo que eso haré...- dijo Terry esbozando una sonrisa sincera y plantándole un beso a Anthea en la mejilla.

Ella comenzó a reír cuando Terry salió a tropezones de la sala, para buscar a Ashley.

Anthea se había sentido realizada las últimas semanas. Desde la carta de Harun, había estado de buen humor, con la esperanza de que cosas buenas estaban por venir.

Eso fue hasta que regresó a la comunidad.

-¡Mamá!- gritó Nasir desde el mueble, donde las otras hijas de Mohammed jugaban con él y con Salma.

-¡Llelló naná!- gritó Salma.

Mohammed bajó a recibir a su esposa con un gran abrazo.

-Habibi, te tengo una noticia magnífica. ¡No sabes lo feliz que estamos!, tus padres y hermanos ya lo saben también...

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