20. La cena

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Harun se relajó demasiado con la situación de la cena. Mientras actuara con normalidad, Mohammed nunca podría sospechar nada malo de él.
En cambio, Anthea no dejaba de pensar en todo lo que podría salir mal durante la cena.

Las esposas de Mohammed debían cubrirse el cabello siempre que hubiera una visita, así que eligieron los hiyab más elegantes que tenían para adornarse.

-Te ves hermosa- le dijo Mohammed a Anthea, quien había optado por un hiyab rojo que resaltaba su color de piel.

-Gracias...

-Fadila hizo la comida, espero que no haya hecho un desastre nuestra cena- dijo Mohammed soltando una risa, pero ni siquiera eso causó que Anthea sonriera un poco.
Ella era muy seria la gran parte del tiempo, y no había nada que la alegrara. Mohammed no conocía del todo sus sentimientos, y aunque no quería presionarla para que se los contara, a veces deseaba que ella tuviera la suficiente confianza para hacerlo.

El timbre sonó.

-Bajemos ya, Anthea. Deben ser Yilán y su familia.

Hada ya estaba recibiendo a los vecinos en el momento que Mohammed y Anthea bajaron. Ésta última recibió las miradas envidiosas del resto de las mujeres presentes. Si bien ellas eran bonitas, Anthea opacaba a todas con ese rostro tan limpio y preciosamente dulce.

-Este es Dul- dijo Yilán presentando a su hijo, curiosamente de la misma edad que Anthea.

Mohammed saludó al muchacho, e hizo a sus vecinos sentarse en el comedor, mientras Fadila terminaba de servir los platos.

El timbre sonó nuevamente veinte minutos más tarde.

-Anthea, abre la puerta y recibe a nuestro invitado.

A Anthea le temblaba el cuerpo del enorme temor que sentía, y obedeció a su esposo.

Harun estaba vestido un poco casual para la ocasión, pero se veía muy bien.

-¿Te puedo besar?-le susurró a la joven, con una sonrisa de media luna.

-¡Harun, cállate y pasa!- dijo Anthea poniéndose roja.

-Adoro cuando te enojas.

Harun entró, y caminó hasta el comedor siguiendo a Anthea.

-Él es Harun, un amigo de mi infancia.
Ellos son mis vecinos, Yilán, Hasina y Dul. Estas son Hada y Fadila, esposas de Mohammed.

-Siéntate con nosotros- dijo Mohammed cediendo lugar a Harun, junto a él.

Anthea se ponía muy nerviosa cada vez más, con la presencia de ambos hombres.

-¿Cariño, te sientes bien?- preguntó Mohammed- te noto algo pálida.

Anthea sacudió la cabeza, sonriendo.

-¿Necesitas recostarte?, ve a descansar entonces- dijo acariciándole la mejilla.

Harun miró de reojo, sintiendo cómo su estómago se revolvía de celos.

-Estoy bien, Mohammed.

Hasina decidió entablar una conversación con el invitado:
-¿Eran muy amigos Anthea y tú?

-Oh, la verdad es que sí. Jugábamos todo el tiempo. Es una gran casualidad haberla encontrado en una ciudad y país distintos.

Anthea se preguntaba cómo es que Harun mentía con tanta facilidad.

-Es un placer tenerte aquí, cualquier hermano es bien recibido en nuestra comunidad- dijo Mohammed sonriendo.

-Se los agradezco mucho, de verdad.

El tiempo transcurría lentísimo para Anthea, siempre con un temor creciendo en su interior.

-Creo que es hora de marcharnos- dijo Yilán cuando la comida ya se había acabado y la conversación se habían tornado un poco tediosa.

Hasina y Dul se despidieron de todos, y salieron de la casa.

Las niñas de Mohammed subieron a dormir, debido al enorme cansancio que tenían.

Solamente quedaron Harun, Mohammed y sus esposas.

Mohammed invitó al joven a dar una caminata fuera para tomar aire libre, y él tuvo que aceptar.

Las mujeres se quedaron en el comedor, esperando.

-Bueno, creo que es hora de irme.- dijo Harun, cuando ya había caminado unos veinte minutos en silencio a lado de Mohammed.

-No tan rápido- dijo éste.

Harun lo miró, expectante.

-No eres ningún amigo de la infancia de Anthea, eso lo puedo notar en la forma en la que la miras.¿Quién rayos eres?

-Yo no sé de qué hablas, Mohammed. Soy amigo de la infancia.

-Averigüé casi todo sobre ti, tengo gente que trabaja para mí. Los expedientes que tengo indican que tu infancia la pasaste en Argentina, no en Fez. Lo más extraño es que no hay registros tuyos de los últimos años. ¿Qué has estado haciendo?

-Bueno, viajé a Fez algunas veces de visita cuando era niño, en una de esas conocí a Anthea. Y recientemente no he hecho nada relevante con mi vida...

-No mientas, o será peor para ti. Dime quién eres y qué es lo que deseas, o mandaré inmediatamente que seas llevado a Fez para ser castigado como el pecador que eres.

-Mohammed...

-Estás interesado en Anthea, ¿cierto?, ¿es eso?

Harun no respondió.

-Mira, niño. No quiero verte de nuevo por aquí. Mi esposa no te quiere, si lo hiciera no se habría casado conmigo, o ya se habría divorciado de mí.

-Te equivocas. No sabes nada de ella, ¿cierto? No conoces sus aspiraciones como yo lo hago.

-¡Cállate!- estalló Mohammed - vete y no vuelvas jamás. No quiero que te comuniques con mi esposa, ni que la busques. Vete para siempre, porque juro por Allah que si vuelvo a verte, te mataré. ¿Entendiste?

Harun asintió, y fue retrocediendo hasta darse la vuelta por completo y caminar deprisa hasta la salida de la comunidad.

Anthea se levantó de la mesa, y le dijo a las esposas:
-Voy a descansar a mi habitación, tengo mucho sueño.

Las otras asintieron, casi ignorándola como siempre, y cuando Anthea se puso de pie, notó que donde Harun se había sentado, en su lugar había quedado una nota.

Anthea la tomó discretamente y subió a su cuarto para poder leerla en absoluta paz.

"Querida Anthea.
No deberías dudarlo más. He visto el rostro de infelicidad que tienes en esta casa. Mohammed nunca se divorciaría de ti, he visto la forma en que te mira. Tu única opción es huir, por muy loco que suene. Huye mientras puedes, y escóndete. No lograrás alcanzar tus sueños junto a ese hombre, en esta vida que tienes.

Huye antes de que sea demasiado tarde."

Y Anthea no lo sabía, pero ya era demasiado tarde.

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