6. Consumación

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La habitación era realmente bonita. El tema principal era un dorado con lindos manchones verdes jade.
La cama tenía incluida una cortina corrediza para prevenir a los insectos subirse en ella; había un balcón con vista a toda la Medina, que a Anthea le hubiera encantado si no fuera porque en esa habitación, ella perdería la virginidad a los catorce años.

Mohammed se acercó a Anthea, y lentamente colocó su mano derecha sobre la frente de ella, y dijo:
- ¡Oh Allah! Dame lo bueno por lo cual esta mujer está creada y presérvame de lo malo por lo cual está creada.

Anthea había comenzado a temblar. No debía de negarse, o sería devuelta a su familia, y se verían humillados ante todo Fez.

-Puedes cambiarte en el baño- dijo Mohammed.

Anthea asintió y caminó hasta el cuarto de baño de la habitación.
Se encerró, y encontró la bata provocativa que su madre le había conseguido para la noche con su marido.
Se desvistió y asentó el vestido blanco a un lado, para ponerse la bata.

Pensó en Harun.

"Por Allah, no pienses en otro hombre que no sea tu marido, o irás directito al fuego del infierno"

Anthea se puso la linda bata, y muriéndose de vergüenza, salió del cuarto del baño intentando cubrirse con los brazos lo más posible las partes más expuestas de su piel.

Mohammed la saboreó con la mirada, observándola de arriba hacia abajo, admirando su belleza pura e ingenua.

-Eres hermosa, Anthea, y quien te diga lo contrario será castigado por Allah, porque en verdad noto su mano de obra sobre ti, querida mía.

Anthea se fue acercando lentamente a él, temerosa.
Al llegar a la orilla de la cama, Mohammed empezó a acariciarle el hombro, hasta bajar a la espalda, quedándose estancado en la cintura. Anthea sabía que al ser un hombre, querría tocarla y sentir su cuerpo, así que respiró profundo y cerró los ojos preparándose para el acto.

-¿Anthea?, ¿por qué tienes esa cara?- preguntó de pronto Mohammed.

Anthea abrió los ojos, y su marido la apartó con suavidad:
-¿Tienes miedo?

Anthea no respondió.

-Tienes que ser sincera conmigo, no me mientas por favor. No voy a enojarme, lo juro por Allah.

-Yo... no me siento lista Mohammed. ¡Lo lamento!

Mohammed se quedó sorprendido. Era la primera vez que Anthea se rehusaba a algo, y de alguna forma él pudo darse cuenta.

-Entiendo.

Anthea lo miró perpleja:
-¿De verdad lo entiendes?

-Sí. Aunque no tengo idea de cómo te metiste en el asunto del matrimonio sabiendo todo lo que conlleva. Tienes suerte de que soy como soy; otro hombre ya te habría lanzado al viento y arrastrado el apellido de tu familia por toda la ciudad.

-Lo lamento...

-No te preocupes, Anthea. Solo déjame decirte una cosa: tu virginidad es mía, ¿entiendes?, y la obtendré cuando tú decidas, pero la tendré. Sea mañana o sea en diez años, tienes que sangrar en mi cama. Si no lo haces... te juro que te mato Anthea. Me divorcio de ti y luego te mato. Porque quedaré como un imbécil ante los ojos de Allah y del profeta, y no puedo permitirme eso.

-Sí, Mohammed. Sabrás cuando esté lista.

Mohammed se relajó un poco.

-Bueno.

Se puso de pie, y buscó en uno de los cajones una navaja. Se arremangó el pantalón, y se hizo una incisión en la pierna derecha. La sangre la esparció en las sábanas plateadas de la cama.
Anthea supuso que lo hacía para que las familias creyeran que el matrimonio había sido consumado, y que ella había llegado pura para su esposo.

-Lo hago por ti, Anthea. Le miento a mi familia y amigos para que sepas que voy a esperarte, y que te amo.- recalcó Mohammed.

Anthea no pudo evitar llorar un poco, más por lo agradecida que estaba que por el susto del regaño, y Mohammed la abrazó. Aunque a ella no le gustara mucho el contacto con él, tuvo que soportarlo, así como tendría que hacer con muchas cosas más de ahora en adelante...

Mohammed dejó a Anthea dormir en la habitación, mientras él salió de ésta con las sábanas manchadas de sangre. La familia que esperaba afuera, al ver a Mohammed alegre y con las sábanas, comenzaron a cantar y gritar de alegría. Pronto inició la celebración de que la novia era pura para el novio.
Naya y su esposo se sintieron orgullosos de su hija, sus hermanas y hermanos igual, a excepción de Ibrahim, quien conocía muy bien los sentimientos de Anthea, y sintió mucha lástima por ella.

Lo que no sabía es que su hermana no había hecho nada, y estaba bien por ahora.

Solo por ahora.

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