40. Corazón

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Había transcurrido semana y media desde la partida de Mohammed, y los últimos tres días él no se había comunicado para nada. Fadila supuso que estaría ocupado arreglando su equipaje para volver a casa. En cambio, Hada comenzaba a preocuparse por él, ya que les había dicho que solo se quedaría una semana en Washington. Y a Anthea, le daba igual; tarde o temprano Mohammed volvería para divorciarse de ella, como le prometió antes de viajar.

Aquel día Salma fue la primera en levantarse. Todos dormían en casa, y el reloj ya marcaba las siete.
Últimamente la muchacha había visto muy pensativa a su madre, lo que le hacía creer que algo había pasado entre ella y Mohammed.
Nasir también se levantó para arreglarse. Ese día irían a la mezquita para sus lecciones coránicas, con un hombre muy devoto llamado Calin, voluntario para enseñar a los más jóvenes de la ciudad las palabras de Allah y los escritos del Corán.
Calin era un hombre de cuarenta años muy gordo, sin embargo era de lo más simpático que podía haber en Fez. Tenía mucha carisma para hablar con los adolescentes, y por eso los adultos lo respetaban mucho, confiándole la educación religiosa de sus hijos.

Mohammed había insistido desde siempre que sus hijos se educaran en la religión, para nunca desviarse de ésta, haciendo una pequeña alusión a las cosas que su esposa le hizo en la juventud.

Nasir y Salma salieron de la casa, y caminaron hasta la mezquita, muy cercana a su hogar. Varios jóvenes llegaron al mismo tiempo que ellos, para la clase. Entre sus compañeros, se encontraba Adul, el prometido de Salma, quien tenía dieciocho años.

-Hola, Salma- la saludó.

Ella lo ignoró. No quería saber nada de su prometido. Sabía que en tres años más, tendría que contraer matrimonio con él para traer honor a su familia, pero mientras tanto, no tenía ganas de hablar con él, o ser siquiera su amiga, por más que su padre intentara hacer que le agradara.

-Te he dicho que no quiero hablar contigo.

-Salma, te casarás conmigo en unos años, no puedes odiarme eternamente. Seré tu esposo, y en algún momento tendrás que enamorarme de ti.

-Mira, Adul. Eres lindo, y me pareces un buen prospecto, pero simplemente no quiero pasar estos tres años hablando contigo cuando lo haré el resto de mi vida. Quiero tener a mis amigas, ¿entiendes?, ir a sus casas, ir de compras a la Medina... En tres años seré toda tuya, sólo tienes que esperar.

-¿Pasa algo?- preguntó Nasir interviniendo entre su hermana y Adul.

-No. No sucede nada- respondió Adul, cabizbajo.

-Aléjate, Adul. Salma no te quiere cerca.

Adul se fue corriendo, y Salma agradeció a su hermano por rescatarla.

Calin llamó a los jóvenes a reunirse alrededor de él, para sentarse en un círculo con el maestro de pie, en medio, para dar mejor la lección.

-Maestro Calin, ¿de qué hablaremos hoy?- preguntó Gyta, la mejor amiga de Salma, quien era la única del grupo que aún no usaba hiyab, a causa de no haber tenido su primera menstruación. Su precioso cabello castaño aún podía apreciarse, aunque no sería por mucho tiempo.

-Hoy vamos a hablar de la mujer en el Islam. Es un tema importante que todos deben saber, ya que unos años varios de los varones aquí contraerán matrimonio, y así mismo las responsabilidades que conlleva el mantener a una esposa y una familia.

-¡Yo quiero tener cuatro esposas!- exclamó un muchacho dos años menor que Nasir y Salma.

-¡Tú aún eres muy joven para pensar en eso!, espera un poquito más- dijo Calin riendo. Luego miró a Adul, y éste preguntó:

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