9.Presión

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-Ahora que lo pienso- comenzó a decir Mohammed a Anthea, cuando estaba en su habitación leyendo en el sofá mientras ella tejía en la cama- tal vez Allah te mandó a mi vida por una razón especial. Tal vez Él quiere que tú seas la madre de mi primer varón, y por eso me pone a prueba por medio de ti, para saber si soy digno de tener descendencia con mi apellido.

Anthea sonrió un poco ante la loca idea que su marido acababa de tener.
-Mohammed, no creo que Allah me haya "enviado" a ti, como dices. No soy nadie especial. No soy perfecta, y solo te he causado problemas y decepciones. Allah te ha dado bendiciones en amor, dinero y éxito en toda tu vida... ¿por qué te enviaría a alguien como yo?

-Anthea. Creo fielmente que Allah te ha colocado en el sendero de mi vida adrede. Eres perfecta. Y no me has causado decepciones como dices. Has traído alegría a mi vida. Tu carácter de niña me enternece cada vez más, y temo anunciarte que te quiero como un loco, más de lo que quiero a Hada o a Fadila, o a mis propias hijas. Quiero ganarme tu amor, Anthea. ¿Cómo puedo hacerlo?

Anthea pensó entonces que ahora era el momento de pedirle lo que quisiera, y poniéndose de pie para ir hacia él comenzó a decirle:
-Pues, me gustaría mucho estudiar...

Apenas dijo la última palabra, Mohammed salió de su estado de paz, y se mostró un poco exaltado.

-¿De dónde has sacado esa idea?, ¿en qué tonterías has estado pensando?, creo que has tenido demasiado tiempo libre.

-¿Eso es un no?

-¡Por supuesto que no vas a estudiar!, una mujer casada debe atender a su familia únicamente. Te he dado demasiadas libertades, Anthea. Te he perdonado el que no te acostaras conmigo, ¿y ahora pretendes manchar mi apellido de esa forma?

-Yo solo quiero...

-¡Pero nada, Anthea!, soy tu esposo y yo decido lo que es mejor para ti.

Anthea se enojó mucho con Mohammed, se metió de nuevo en la cama y se ocultó bajo las sábanas, como una niñita.
Con el deseo adolescente de querer rebelarse, Anthea quedó mucho más decidida de estudiar con Harun como maestro, sin que nadie lo supiera.

Mohammed hizo un pequeño viaje a la capital, Rabat, y se llevó a sus esposas, excepto a Anthea, como una especie de castigo por haberle propuesto una idea absurda.
Pero a la joven eso le cayó perfectamente bien.
Una semana sin marido.
A pesar de que era constantemente vigilada por las criadas, Anthea se las ingeniaba para salir de la casa en los horarios de compra de éstas, para dirigirse a la casa de Harun en las ruinas.

Una noche calurosa, cuando todos los criados ya estaban dormidos, Anthea se vistió con un burka y salió a la calle por una ventana.

Caminó por La Medina esperando que nadie pensara mal de ella y que la siguieran.
Llegó a las ruinas y luego a casa de Harun.
Tocó la puerta, y como siempre, él abrió.
-¿No es un poco tarde?
-Es el único momento del día en el que puedo venir. Lo lamento. Tengo dudas sobre un problema de álgebra.
-Está bien, pasa.- dijo Harun amablemente, esbozando una tierna sonrisa que encandilaba el alma de Anthea.

Al entrar en la casa, Anthea se llevó la gran sorpresa de encontrar a Latifa ahí.
-¡Estás aquí!- exclamó Latifa, corriendo a abrazar a su amiga-¿cómo te ha ido?, ¿qué tal la vida de casada?
Harun se incomodó con la plática, pero no menos que Anthea. Ésta se sonrojó, y dijo:
-Me va bien. Es un esposo muy agradable.
-Seguramente te llena de oro... ¡con lo rico que es!

-Ahora vengo, iré por agua para ustedes- les dijo Harun saliendo rápidamente de la habitación.

-¿Y a este qué le pasa?- preguntó Latifa más hacia ella misma que hacia su amiga.

Llantos De Arabia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora