Primeros recuerdos

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—A mí no me metas, Lee—pronunció seriamente; pues también estaba harta de tener que soportar la misma discusión cada vez que estaban juntos—. George y yo ya os dijimos que ambos podéis ser sus padrinos.

— ¿Sabes una cosa, Angie?—intervino George, desde el otro lado de la tienda—. Por lo que de verdad deberíamos preocuparnos es por el hecho de que están pensando en nuestra supuesta muerte.

—Y en su estúpida apuesta—añadió ella.

—Una apuesta que, por cierto, gracias a vuestra decisión de convertirnos a los dos en padrinos, ha quedado anulada—se quejó Alicia.

— ¿Tan desesperadamente necesitabas esos quince galeones, Spinnet?—rio Lee—. ¿Tan bajo es el salario del Ministerio?

—Jordan, no me seas listillo. Que la única razón por la que te permiten ser comentarista en los partidos de quidditch es gracias a mi puesto de trabajo en el Ministerio del que tanto te burlas.

Tanto el matrimonio Weasley como Lee se quedaron atónitos ante eso.

— ¿Cómo dices?

—Te digo que, como miembro del Departamento de Deporte y Juegos Mágicos, soy yo la que te recomendó para el trabajo. Y créeme: no te conviene tenerme en tu contra. Dejo de hablarles bien sobre ti y te echan en menos que canta un gallo.

Él no tenía palabras. Bastante confundido, se fue junto con George para ayudarle con las últimas cajas. Angelina alzó una ceja, y le murmuró a su mejor amiga:

— ¿De veras puedes hacer que le despidan?

—No—dijo, sin poder evitar sonreír de forma malévola—. A los del Departamento les encanta los comentarios que hace; jamás harían tal cosa ni aunque yo se lo suplicara de rodillas. Pero es bueno que él crea que sí. Así dejará de hacerse el chulo sobre que es mejor padrino que yo.

De pronto, el timbre sonó. Los cuatro se miraron entre ellos, expectantes.

— ¿Ya han llegado los chicos?—preguntó Lee.

—Es temprano para eso—respondió Angelina, mirando el reloj de la pared.

George se dirigió hacia la puerta de entrada; y la abrió esperando encontrarse a algún alumno de Hogwarts madrugador. En cambio, se vio cara a cara con un hombre al que conocía a la perfección, pues había comprado en la tienda de este cientos de veces.

— ¿Señor Zonko?

—Vaya, vaya: Así que los rumores eran ciertos. Los mismísimos George Weasley y Lee Jordan han decidido crear una tienda de bromas en Hogsmeade...

Lee se acercó a ellos, con una gran sonrisa.

— ¡Señor Zonko! ¡Qué sorpresa verlo por aquí! No sabe cómo añoro comprar sus pergaminos insultantes... Y los sombreros tiñe pelo, por supuesto. Georgie, ¿recuerdas aquella vez que lo usamos para que el pelo de tu hermano Percy se volviera morado?

—Cómo olvidarlo—dijo él, con aire nostálgico. Se volvió hacia el dueño de la  tienda de bromas donde tantas horas había pasado en sus años de estudiante, y preguntó—: Señor Zonko, ¿qué le trae por nuestro humilde local a escasas horas de su inauguración?

Zonko miró de reojo el interior de Sortilegios Weasley.

—Quería ver con mis propios ojos lo que han logrado conseguir dos de mis mejores clientes.

—Tres, en realidad—le corrigió Lee. George no pudo evitar darle las gracias a su amigo por tener en cuenta el hecho de que aquel logro también le pertenecía a su gemelo.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now