Fash en las alturas

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El lente de la cámara apuntaba hacia el otro lado de la calle, justo en dirección al azabache sentado en la nueva banca que habían puesto afuera del local esa mañana; los cabellos oscuros eran levemente agitados por el viento mientras el sol se reflejaba en las mechas de la nuca y el flequillo; algunas hojas secas iba cayendo sobre él de modo que las fotografías que lograba tomar salían como si todo estuviera planeado, como si el mismo chico estuviera posando en un ambiente otoñal lleno de sentimiento y calidez solo para él.

Sonrió al imaginarse el contexto de esa ilusión sin dejar de capturar imágenes. Posiblemente Donghae no le permitiría sacarle fotografías si lo supiera, al contrario, el joven muchacho seria quien quisiera tener en sus manos la cámara para jugar con ella, aprovechando el paisaje café-naranja y la hojarasca en el suelo como una alfombrilla natural.

Había descubierto hacía un año atrás, que al menor le gustaba la fotografía tanto como la música. Era un pasatiempo al que le dedicaba más de 4 horas seguidas sin cansarse; a veces salía de casa con su cámara fotográfica, se paseaba por el pequeño jardín del frente, las canchas de basquetbol de la siguiente cuadra, y la reserva que se encontraba a algunos metros de distancia donde solo podías disfrutar del fresco aroma de los pinos, y la vista de los altos árboles. Cuando HyukJae fue ahí a por un proyecto escolar, lo encontró recostado sobre césped verdoso viendo atreves del lente el cielo azul; tomo fotos de las aves, de las nubes esponjosas, y de las ramas que no podría alcanzar estirándose.

Ese día descubrió que el menor tenía un buen ojo para la observación de cosas que muy poca gente se detiene a entender, que a pesar de no gustarle estar solo, tal parecía que una cámara hacía de suplente de compañía humana.

La alerta de que su decimoquinta memoria apenas comprada estaba llena, le hizo despegar el dedo del botón. Efectivamente había acabado con el espacio de 8GB en un solo día, un record después de el de 8GB en cuatro. Su cajón del buro estaba lleno de cuadritos negros como ese, todos clasificados por fecha, tenía un extraño problema con el orden como lo era su obsesión por ese azabache.

Guardo su preciado objeto en la mochila, y miro abajo hacia Choco, quien permanecía fielmente pegada a su pie mientras dormitaba.

-Es hora de irnos amiga- sujeto la correa y jalo apenas un poco solo para lograr levantarla. Ambos comenzaron a caminar hacia la salida de aquella azotea del restaurante chino, donde hacía unos minutos se suponía que estaba comiendo.

-Gracias por frecuentarnos, estimado cliente- dijo la mesera al verlo bajar de los escalones de caracol. HyukJae puso en su rostro una amable sonrisa antes de entregarle el pago de la cuenta. –Esperamos verlo de nuevo el próximo viernes.

-Aquí estaré- afirmo, cerrando la puerta corrediza.

=*=*=*=*=

Donghae suspiraba una y otra y otra vez, aspirando el aire de peculiar aroma que le relajaba como si estuviera recibiendo un buen masaje. La verdad era que le emociono ver que aquellas personas trabajaban poniendo la banca de metal afuera de su cafetería, puesto que eso significaba que ya no tendría que estar encerrado dentro cuidando de los clientes fantasma.

Mientras se acostaba sin preocupaciones a lo largo y ancho del asiento, un destello le lastimo los ojos, venia de allá arriba donde ese restaurante tenía una azotea con mesas para disfrutar de la vista de Seúl, asi que supuso que se trataba de un turista tomando capturas de esto con flash. Pero eso no quito una sensación extraña de su pecho, que ignoro rápidamente diciéndose que solo estaba sufriendo de algo de paranoia por culpa de Yunho.

A su mente vino Siwon. Le había visto en clases usando una bandita en el puente de la nariz, y hablaba como su estuviera constipado todo el tiempo, lo le llevo a deducir que se había, o le habían golpeado duramente el día que él... huye de su casa como un idiota.

No le daba buena espina ese moreno, y la verdad era que no estaba interesado en nadie, absolutamente nadie para una relación. Estaba más ocupado preocupándose por la filosofía, si, preguntas como: "¿Quién mierda soy? ¿Qué carajos hago conmigo? ¿Por qué el hoy es hoy? ¿A dónde voy?" en otro sentido la gente diría que más bien estaba haciendo el tonto de tiempo completo.

Miro por última vez el cielo cuando alguien se sentó sin cuidado sobre su estómago, sacándole el aire peor que un golpe a puño.

-¡Joder lo siento Donghae-shii!- dijo el muchacho sin levantarse.

El azabache pudo verlo luego de que el sol dejo de interferir, hallando a un castaño claro, de edad dudosa, mirándolo con una enorme sonrisa demoniaca.

-¿Quién eres?- logro articular a pesar del peso sobre sí. -¿Pu-puedes...?

-Supongo- masculló, levantándose con extrema lentitud. –Soy Kyuhyun, de primer año y un amigo de Lee HyukJae.

-¿HyukJae?

-Es compañero tuyo, y me parece que están juntos en el taller de música- explico sin mucha amabilidad en su voz.

-Le conozco, pero nunca le he visto con alguien- Donghae logro regular su respiración, y entonces se levantó con pesadez.

Kyuhyun no le quitaba ojo de encima, asi como también parecía concentrado en buscar a alguien más a su espalda. –Eso es porque hyung es un jodido solitario nato, y porque seguramente no podrías verle aunque quisieras.

-¿Qué significa?

-Que es muy bueno escondiéndose, por cierto ¿le has visto hoy?

Donghae negó con la cabeza, inquieto por la manera en la que era estudiado por esos ojos cafés.

-Como sea, perdón por sentarme sobre ti, no volverá a pasar.

-Ni que lo digas- Musito.

El castaño agrando su sonrisa y le tomo un hombro antes de decir: -Fue un placer hablar contigo, pero es hora de que me vaya. Cuida bien de ti mismo ¿vale? Nunca se sabe cuándo alguien puede estar vigilando.

-¿Crees que me vigilan?

-Creo lo que quiero, y veo lo que compruebo es cierto. Asi que no lo sé.

Dejando totalmente embrollado al azabache, Kyuhyun se fue corriendo con una dirección fija hacia el callejón cuesta arriba.

Una vez se vio solo entre esas estrechas paredes, vio por el rabillo del ojo que todo estuviera bien y que la figura alta y esbelta que hizo aparición de entre las sombras, solo prestara atención a él y no al otro que iba pasando con su can en brazos sin advertirse de ellos.

-Hola mocoso. Creo que tenemos una conversación pendiente... ¿Cierto?

-Suelta la lengua, serpiente.


Blanco de lenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora