Punto para Charlie Weasley

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Skeeter volvió a sonreír, y eso a Charlie le causó muy mala espina.

—Divinamente—dijo ella, y Charlie tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no sacar su varita y pronunciar alguna maldición contra ella. Odiaba cuando decía aquella palabra. Solo podía augurar algo malo—. Ya veo a dónde quieres ir a parar, Charles. Pero, no nos engañemos. Ambos sabemos que no soy la única persona de esta sala que es un animago no registrado.

Charlie miró disimuladamente de reojo a su alrededor.

No había nadie salvo ellos dos.

Apretó los puños con fuerza, y trató de no mostrar debilidad ante aquel comentario.

—No tengo ni idea de lo que está hablando.

—Charles, querido Charles, no te hagas el tonto conmigo—hizo una leve risilla—. ¿Creíste que nunca llegaría a enterarme? Por favor, creo que es el apartado que tendrá más éxito de este nuevo reportaje sobre vosotros.

—Es decir, más mentiras—Charlie persistía—. Si este artículo llega a publicarse, puede estar segura de que me encargaré personalmente de que le consigan la celda más putrefacta y lúgubre de todo Azkaban.

— ¿Quieres que renuncie a mi mayor mina de oro?—Entonces Skeeter se dio cuenta de que eso era exactamente lo que estaba sugiriendo Charlie—. Divinamente. No te preocupes, esto no saldrá de aquí.

Charlie hizo una risa amarga.

—No pensará que soy tan estúpido como para creerla, ¿verdad?

—Eres suficientemente estúpido como para pensar que puedes ocultarme que eres capaz transformarte en dragón, Charles Septimus Weasley. Debo admitirlo, sin duda tienes talento. Convertirse en una criatura fantástica; eso solo consiguen hacerlo los mejores magos... Y tu patronus también era un dragón, ¿verdad? No me extraña que esos bichos escupe-fuego te adoren...

Charlie trató de ignorar todo lo que acababa de decir.

—Usted no tiene ni idea de nada. No sabe absolutamente nada sobre mí, ni sobre mi familia.

—Te equivocas. Lo sé todo sobre cada uno de los miembros de la familia Weasley—Charlie no pudo evitar asustarse ante eso—. Por ejemplo, ¿te ha contado tu hermano mayor que él y la francesita van a por su tercer hijo?

Charlie sacudió la cabeza.

—Se lo está inventando. Es imposible que...

—Pregúntaselo, anda. Te interesará saber también que Ronald y Granger tuvieron una fuerte discusión la semana pasada. Sería una lástima que su matrimonio se viera afectado por eso, ¿no crees?

—No es cierto. Ron nos lo habría contado.

— ¿Acaso os ha contado Percival que visita la tumba de vuestro hermano Frederick una vez por semana desde el día de la guerra?—a Charlie se le hizo un nudo en el estómago al oír aquello—. Se siente culpable por lo ocurrido. Ha habido veces incluso que ha pensado en reunirse con él...

—Basta.

—Por cierto, Ginevra todavía sigue temiendo a que alguien pueda poseerla de nuevo. Y no se lo cuenta a nadie; solo a su micropuff. Supongo que no querrá preocupar a Potter. Pobrecilla, desde sus once años de edad ha tenido que estar viviendo con eso en mente... No me imagino lo duro que debe ser.

—Usted está loca. ¡No puede indagar en las vidas ajenas así como así!—bramó Charlie, furioso.

—Mi objetivo es contar una historia que atraiga al público, querido Charles. A la gente no le importa cómo lo haga. Simplemente quieren leer algo entretenido, sin importar el proceso de por medio.

—Pero no tiene pruebas de nada de lo que dice—rebatió él.

—No necesito pruebas. La gente creerá cualquier cosa que provenga de mis reportajes. Eso deberías saberlo ya, Charles. Sin embargo, ¿quién te creería a ti, un cuidador de dragones de pacotilla, si contaras que yo soy una animaga? ¿Crees que tu cuñada no lo intentó ya? Sí, tu cuñada—repitió, al ver la cara de sorpresa de Charlie—. Granger. Ella, Potter y Ronald también saben que puedo transformarme en escarabajo de forma ilegal. Pero, al igual que tú, y sintiéndolo mucho, ellos tampoco pueden probarlo de ninguna forma.

Y entonces, Charlie sonrió, victorioso.

—Eso es lo que usted se cree.

Y de su bolsillo, sacó un aparato de forma rectangular, y se lo mostró a Skeeter.

— ¿Ve esto? Es un regalo de mi cuñada, Audrey. Sí, en efecto: es un artefacto muggle. ¿Sabe cuál es su función? Puede almacenar conversaciones, y repetirlas una y otra vez—dio un paso al frente—. Y ha estado grabando cada palabra desde que he entrado en esta sala.

Skeeter, con la vena de la frente a punto de estallar, se levantó, y trató de arrebatarle aquel artilugio a Charlie de las manos. Sin embargo, el pelirrojo fue más rápido. Volvió a guardárselo en el bolsillo, y carraspeó.

—Ahora va a escucharme atentamente. Si usted publica eso—señaló a la hoja que había encima de la mesa—, no me quedará más remedio que mostrar esto—dio unos golpecitos a su bolsillo—, a todo el mundo mágico. Sin excepción. Usted misma se habrá delatado—la sonrisa de Charlie parecía imborrable—. Ser muggle en el mundo mágico no es un inconveniente tan grande como usted pensaba, ¿verdad?

Sin decir una palabra más ni darle tiempo a la reportera para hablar, abandonó el despacho de Skeeter, realmente satisfecho, y con la sensación de que acababa de quitarse un peso de encima.

No tardó más de un par de minutos en aparecerse en el Refugio. Bill le abrió la puerta, y tanto Victoire como Dominique corrieron a sus brazos, gritando:

— ¡Tío Charlie! ¡Tío Charlie!

Charlie cogió en brazos a sus dos sobrinas, y Bill, al ver que su hermano parecía bastante contento, no pudo evitar preguntarle:

— ¿A qué se debe tu buen humor, hermanito?

—He machacado a un bicho de lo más desagradable y fastidioso—respondió, haciéndole cosquillas a Vic—. Oye, ¿podrías hacerme un favor?—. Bill asintió—. Habla con Ron. Dile que da igual si la discusión no empezó por su culpa. Debe disculparse con Hermione. Aceptará mejor el consejo si viene de alguien casado.

Bill arqueó una ceja, sin comprender exactamente lo que ocurría.

—Pero, Charles, ¿cómo...?

—Tú hazlo. Tengo que ir a casa de Percy—se apresuró a decir. Dejó a Vic y a Dominique en el suelo y añadió: —Por cierto, enhorabuena por el nuevo bebé.

Su hermano mayor se quedó atónito.

—En serio, ¿cómo lo haces para averiguar estas cosas antes que nadie?

Charlie solo rio. Se despidió con un gesto de la mano, y empezó a dirigirse hacia casa de Percy y Audrey, para darle las gracias a esta última por prestarle su grabadora.

Levantó la cabeza y suspiró, aliviado. Estaba convencido de que no sabrían nada acerca de Skeeter durante un largo tiempo.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now