Capítulo 41

8.6K 553 82
                                    

Alejandra se puso de pie.

-¿Me estas diciendo que viviste en la selva solo durante un mes? Eras solo un niño. ¿Cómo lo hiciste? ¿Qué comiste y que bebiste?

-Comí fruta, bayas, y bebí el agua de la lluvia. A pesar de todo, cuando me encontraron estaba mucho más delgado.

-¿Te encontró tu madre?

-No. Dudo que se molestara en buscarme si quisiera. Estoy seguro de que se quito un peso de encima la saber que yo me había marchado.

-Entonces, si tu madre no te encontró, ¿Quién lo hizo?

-Carlos.

-¿El dueño del cafetal?

-Si, me metí en sus tierras. El me llevo a su casa, con Filomena. Me dieron de comer y me dieron ropa limpia. Poco a poco, me fueron sacando lo que había ocurrido.

-¿Y no te llevaron a una institución?

-No. Me aceptaron y me crié con ellos.

-Por eso los quieres tanto a los dos...

-Les debo todo lo que soy. Me dieron un hogar y seguridad.

-Sin embargo, jamás pudieron compensarte por lo que tu madre te había hecho -dijo Alejandra, dirigiéndose hacia él con las manos extendidas-. No es de extrañar que no confíes en las mujeres.

-Supongo que me enseñaron a una edad muy temprana que una mujer es capaz de hacer cualquier cosa por dinero. Incluso deshacerse de su hijo. El comportamiento de Marian fue más de lo mismo. Utilizo el embarazo para conseguir que yo me casara con ella. Jamás he tenido razón alguna para cambiar mis puntos de vista... hasta que te conocí a ti. Te debo una disculpa.

-¿Por qué?

-Por no haber creído que eras inocente. Yo jamás me había encontrado con la verdad y la inocencia antes. Cuando me tope con ellas, no las reconocí.

-No tienes nada por que disculparte.

-Te hice daño cuando no creí en ti, igual que te herí cuando no utilice palabras románticas para llevarte a la cama. Soy un completo inútil con los sentimientos, Alejandra. Es como un idioma extranjero para mí. No se lo que hay que decir. Vas a tener que enseñarme.

-No importa -susurro ella-. Se que no conoces las palabras y se que no te gusta el compromiso, pero soy tuya por el tiempo que tu quieras. Si no quieres, no tenemos ni que hablar.

-¿Serias capaz de hacer algo así? ¿Te quedarías a mi lado si ningún tipo de compromiso?

-Por supuesto. ¿Cómo puedes dudarlo? Yo solo quiero estar contigo. Te amo. Rafael. No espero que tú me correspondas, pero quiero tener la oportunidad de hacerte feliz mientras tú me lo permitas.

-¿Dices que me amas?

-Por supuesto. ¿Cómo puedes dudarlo?

-Sin embargo, no regresaste a Río. Desapareciste durante una semana. Si no te hubiera buscado, habrías desaparecido de mi vida.

-Por que creía que eso era mejor para ti. Mi padre siempre nos causara problemas.

-Olvídate de tu padre. ¿Por qué quieres estar conmigo? ¿Qué consigues a cambio?

-Bueno, poder ver loros y mariposas. Tener la posibilidad de nadar en una laguna de la selva amazónica, pero, sobre todo, dormir junto al hombre que ha hecho que, por primera vez en mi vida, me sienta como una mujer.

Los ojos de Rafael estaban llenos de sombras.

-Debería decirte que salieras corriendo. Debería decirte que no soy bueno para ti por que jamás he sido bueno para nadie en toda mi vida. Sin embargo, soy demasiado egoísta para hacerlo. Te deseo y siempre consigo todo lo que quiero.

-Y yo me alegro de que sea así. No serviría de nada que me dijeras que me marchara. No pienso hacerlo hasta que no te hayas hartado de mí. Y se que eso no ha ocurrido todavía.

-Ni creo que ocurra nunca -afirmo Rafael, enmarcándole el rostro entre las manos. Entonces, estuvo mirándola durante tanto tiempo que ella empezó a sentirse nerviosa.

-¿Qué es lo que ocurre?

-Yo también te Amo -admitió él-. Creía que jamás seria capaz de sentir amor, pero así es. Estoy enamorado de ti.

Alejandra abrió la boca para hablar pero el se lo impidió.

-No me interrumpas -dijo, con una sonrisa en los labios-. Jamás he hecho esto antes, así que podría equivocarme si me interrumpes -añadió. Alejandra asintió en silencio. Se sentía atrapada en una burbuja de felicidad-. Llegaste a mi casa llena de optimismo. Estabas dispuesta a todo para intentar convencerme de que salvara tu negocio y, a pesar de todo lo que de dije o hice, de lo mal que me porte contigo, parecía que te resultaba imposible ver nada malo en mí.

-No veía nada malo en ti, solo dolor y desilusión. Nada malo.

-Atravesaste la selva sin quejarte ni una sola vez.

-Me encanto...

-Entonces, te metiste en mi cama. Eras virgen, ¿verdad?

Alejandra de ruborizo, pero no pudo contestar. Rafael comprendió lo que aquello significaba.

-Eso me había parecido -dijo-. Tarde unos cuantos días en comprenderlo, pero así fue. ¿Por qué lo hiciste, Alejandra? ¿Por qué me diste tanto?

-Por que quería hacerlo. Creo que me enamore de ti casi inmediatamente aunque sabia que no tenia sentido. Solo quería estar contigo de todas las maneras posibles. No me importaban las consecuencias.

-Nunca antes había conocido a nadie como tú -musito él, estrechándola contra su cuerpo-. Eres tan generosa y nunca recibes nada a cambio.

-Claro que si. Te sentaste conmigo durante horas repasando los números. Para la mayoría de la gente, eso habría sido una tortura.

-Para mi no -le aseguro Rafael, inclinando la cabeza para atraparle los labios con un dulce beso-. Supongo que te habrás dado cuenta de que no pienso dejarte escapar, ¿verdad?

-¿En serio?

-En serio.

Alejandra noto que le tomaba las manos y le deslizaba algo en el dedo.

-¿Qué es eso? Oh... -exclamo, contemplando el enorme diamante que le adornaba en aquellos momentos la mano. Los ojos de le volvieron a llenar de lagrimas-. Ya te dije que no quería joyas.

-No se trata de una joya, si no de una marca de posesión. Ese anillo le dirá al mundo entero que eres mía. No te lo quites nunca.

Alejandra lo toco maravillada y algo confusa por lo que significaba.

-¿Me estas pidiendo que lleve puesto tu anillo?

-Te estoy pidiendo que te cases conmigo. Ya me has dado mucho, pero quiero que sea mucho más y que sea para siempre.

Una vez más Alejandra sintió que las lágrimas le inundaban los ojos.

-¿Qué te he dado yo a ti? Gracias a mi padre no tengo dinero y ni siquiera se sumar...

-Yo se sumar por los dos y tengo mas dinero del que seguramente necesitaremos nunca -afirmo Rafael secándole las lágrimas con el pulgar-. ¿De verdad que no sabes lo que me has dado? En ese caso, permíteme que te lo diga, Alejandra. Me has dado confianza cuando no la merecía y también amor incondicional, que es lo que nadie me había dado nunca antes. Fuiste capaz de ver el bien en mí cuando yo solo te mostré maldad. Y me has dado esperanza.

-Rafael...

-Te amo -dijo, con una sonrisa en los labios-. Vaya, cuanto mas practico mas fácil me resulta. Te amo.

-Y yo te amo a ti -afirmo ella, con una sonrisa-. Tanto...

-Bien -replico él, besándola de nuevo-. ¿Qué te parece si no vamos de luna de miel eterna a la selva amazónica?

-*- FIN -*-

Jungla De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora